lunes, 3 de marzo de 2014

BREA






No sé por qué, pero espero que huelas a brea. Mucha de la gente que conozco detesta ese olor pero a mí me recuerda penetrantemente a mis primeros veranos adolescentes. Ahora el sexo es mejor pero entonces todo era un descubrimiento. Ahora daría cualquier cosa por poder tener esa curiosidad agreste, esa forma de mirar al mundo asomándome a él por vez primera. Tú me recuerdas eso. Porque solo quieres hacer cosas que no hayamos hecho antes, porque te acercas a mí con esas ganas, con ese misterio y eso me provoca y me excita sobremanera pero, además, me da mucha ternura.

Estos días estoy triste. Quizá por eso escribo poco, follo poco y me hago muchas pajas. Una vez alguien me dijo que existía una relación proporcional entre el dolor y las masturbaciones. Como si las personas necesitáramos arrancarnos la pena a base de pajas. Yo hoy llevo cuatro. Tres te las debo a ti. En parte es hasta tierno ¿te imaginas? Con todo el dolor que hay en el mundo podría decirse que la Tierra es una esfera enorme de gente gozando al mismo tiempo, sin saberlo. Quizá esa sea la única comunión, el gozo y el dolor incógnito. Todo eso por lo que pasamos y que nadie llega a saber nunca, todo eso por lo que sufrimos tanto, y lo sufrimos casi juntos. Casi. Y lo gozamos casi juntos. Casi.

El mundo se está volviendo un lugar demasiado pequeño para ignorar tantas cosas ¿será posible tanta gente haciéndose la idiota?

El caso es que a ti te imagino oliendo a brea, a esa que se pega a los pies en la playa, que es untosa y olorosa. Igual que te imagino desnudo y a mi merced. Me gusta pensarte en un cuartito en penumbra, con los ojos vendados, sobre la cama, deseoso y muy caliente, no solo excitado, sino muy caliente. La puerta está entreabierta y te susurro. Dudas, sé que dudas pero te gusta el juego. Mis manos se acercan a ti como lo haría mi yo adolescente, tentando, tratando de probarte por primera vez. No todas las pieles reaccionan igual a las caricias. Hay personas que se tensan tanto cuando las acaricias que parece que les vayan salir pinchos de la piel de un momento a otro. La mayoría tienen miedo. Otros se dejan hacer. Y hay personas que incluso lloran cuando las tocas. La gente nos tocamos poco, así en general, nos tocamos poco. A ti te imagino caliente y esperando mis caricias, hambriento de ellas.

Esto ya te lo he contado otras veces y siempre lo imagino igual, y siempre lo imagino distinto.

Por otro lado creo que estoy en deuda contigo. Una de esas deudas impagables. Pero a los amigos no se les debe nada.

Quiero hacerte gozar. Y sé el modo. Tú sabes que lo sé.

Me imagino susurrándote cerdadas al oído mientras rozo tu piel con los dedos, amaso tus dorsales o aprieto levemente tu culo. Te digo que se me están mojando las bragas de verte así y de tocarte, que me muero de calor y que voy a quitarme la ropa. Te digo que me tienes muy cachonda y que necesito frotarme contra ti. Te digo que me muero por tu polla, que no hay nada más que mi boca desee que sentir el tacto de tu capullo deslizándose en mi lengua.

Y me quito la ropa, y rozo mi cuerpo contra tu cuerpo, y dejo que sientas las proporciones de mis tetas y la dureza de mis pezones en tu espalda. Mis manos siguen sobándote pero aún quiero más. Quiero probarte.

Acerco mi cara a tu cuello, mi nariz pegada a tu cogote, aspiro y te huelo. Sí, hueles a brea. Te muerdo el cuello. Lo beso. Lo lamo. Y mi lengua se convierte en un ser que se arrastra acuoso por tu columna. Tengo ganas de polla. Hundo mi cara en tu culo y mi boca mordisquea, besa y enloquece. Te oigo gemir y observo como levantas el culo. Sé que te mueres porque te coma la polla. Suspiras y me llamas “hijaputa” y yo sigo obcecada lengüeteando, indagando en los misterios de tu gozo y del mío.

Te doy la vuelta. Tu polla está tan dura y brilla tanto que parece un hierro al rojo. Me susurras que quieres verme pero no te dejo. Tu pecho sube y baja de pura lujuria. Rozo la punta de tu rabo con la lengua, con mi mano sostengo tu polla por la base, parece llenarse más de sangre. Sé que quieres más. Por eso no te lo doy aún. Sigo palpando con la punta, toqueteando el frenillo, penetrando levemente el agujero, trazando círculos en el prepucio. Después te pajeo, mi mano sube y baja apretándote la polla con cuidado pero firme. Te pregunto cuanto me pagarías por mi masaje pero no contestas. Paso mi boca por el tronco, besándote toda la polla como un camino infernal hacia tus huevos. Los lamo también. Te voy llenando de saliva, de una lascivia acuática y frenética. Sé que sientes al tiempo el calor y el frescor de tus huevos. Te noto cada vez más salvaje, como una fiera incapaz de contenerse. Sé que estás hipercachondo. Me pides otra vez verme pero obvio tus quejas y sigo comiéndote los huevos mientras mi mano sube y baja lentamente por tu polla descapullándote. Me suplicas verme. Estoy metidita entre tus piernas como un animal al acecho. Te digo que te quites la venda y, mientras te miro fijamente a los ojos, te pajeo con una mano y me masturbo con la otra. Ni siquiera parpadeo. Mi boca parece abrirse sola despacito como si se estuviera preparando para ti. La dejo que babee sobre tu polla mientras sigo moviendo mi mano cada vez más deprisa. Tu también me miras, fascinado, jadeando, echando la cabeza ligeramente hacia atrás. Mis pupilas se clavan en tus pupilas dilatadas. Y sigo moviendo mi mano cada vez más deprisa, manteniendo el ritmo que supongo te gusta a ti. Te pregunto nuevamente: “¿te gusta?”, me contestas a duras penas que sí, que “ohh dios te encanta, que no pare”, y yo vuelvo a preguntarte por mis honorarios, “venga dime cuánto vas a pagarme por la paja”, me dices que no sabes, que por favor no pare, que te mueres, que te encanto y yo vuelvo a preguntarte con cara de guarra mientras te miro “venga, dime cuánto, cuánto vas a pagarme por la paja”, dices que no sabes, que mucho que todo lo que llevas. Entonces paro.

El silencio se hace más denso. Tus jadeos y los míos más grandes. Dejo mis manos sobre tus muslos. Abro la boca y engullo tu rabo lentamente. Más, más. La noto toda dentro de mi boca. Todo tu placer emanando calor sobre mi lengua. Toda tu lujuria invadiendo mi garganta. Me ahogo en tu sexo y en tu celo. Me siento poderosa y desmedidamente cerda. Me entran unas ganas horrorosas de correrme pero aguanto, aguanto un poco más. Respiro. Levanto levemente la cabeza. Tu polla es un amasijo de saliva y ganas. Hilos de espuma cuelgan de mi boca a la punta de tu rabo. No dejo de mirarte. Vuelvo a mi ejercicio, te la como tan profundo como soy capaz, descanso apenas un momento y vuelvo nuevamente a tu sexo.

Me corro. Adoro correrme mientras te como la polla, mi boca tiembla y traga al tiempo que mi coño se contrae de gusto. Mis gemidos se rompen en tu rabo, me tiembla la espalda y sé que tú también estás a punto de correrte. Entonces me multiplico y lamo y trago, te pajeo y te miro, abro la boca y te suplico tu leche en mi lengua. Te miro tan fijamente que podría cortar el aire con las pestañas. Entonces sí, tu semen se precipita sobre mí, me llega, me atraviesa, me riega de vida y abandono, te siento temblar, tus caderas se adelantan, tus gemidos se ahogan en tu garganta y tu olor a brea me penetra, ese olor oleoso y fuerte inundándome de ti, de tu placer, del mío.

Esos segundos después son más míos que nada. Son tan solo diez segundos, apenas lo que se tarda en tomar una respiración profunda, ese instante en que empiezas a dejar de desearme y te aflojas como una nube cuando llueve y, en cambio, eres mío, inagotablemente mío, sin saberlo, de igual manera que puede que jamás llegues a saber lo infinitamente tuya que he llegado a ser.

Sí…apuesto a que te daría morbo pagarme…


7 comentarios:

  1. Si lo haces como lo cuentas, hasta yo te pagaría!!! Jajajaja

    Que mala eres, niña!!

    ResponderEliminar
  2. siento repetirme, pero...
    eres deliciosa...

    ResponderEliminar
  3. siento repetirme, pero...
    eres deliciosa...

    ResponderEliminar
  4. Me encanta la fragancia de la brea.
    La encuentro en el whisky de malta Lagavulin.
    Y en gel de baño marca Geniol, descatalogado, pero quedan unidades en antiguas droguerías y tiendas de pueblo. Podría fundir a lengüetazos a cualquier dama que recién lo hubiera usado....

    ResponderEliminar
  5. Cuanto llevaba encima? Seguro que no seria suficiente.

    ResponderEliminar
  6. vibrante toda la historia, en especial la imagen impagable (lo siento) de esos 10 segundos de gloria

    ResponderEliminar
  7. Niña te acabo d descubrir ... Yo también lo quiero cn olor a Brea .. Esa playa mía.. Uummm gracias x tus relatos. Salu2 ;)

    ResponderEliminar

Di lo que quieras, pero recuerda que es mi blog