lunes, 8 de julio de 2013

40º




Me gusta la voz desgarrada de Bessie Smith, esa cadencia tortuosa que se desploma hacia un vacío insano y continuo. La vida hoy me parece uno de esos viejos discos de blues, con ese eco desvencijado que evoca el olor a rancio de locales podridos por el relente del Mississipi, o el sonido hueco de los tacones de sus putas sobre las tablas y una tristeza subterránea haciendo temblar las cuerdas vocales de Bessie. Me parece que casi puedo alcanzar el calor de sus orillas y ahogarme en ese ínfimo oxígeno que destila la humedad del ambiente.

Hoy  casi hemos llegado a los 40º y dicen que va a seguir así toda la semana. Menos mal que no iba a haber verano. Eso me reafirma en mis creencias: no creerme nada. Hace quizá demasiado que no leo el periódico ni escucho las noticias, pero no por eso estoy menos desinformada que cualquiera que lo haga. La verdad es que el mundo ha dejado de importarme en la misma medida que yo he dejado de importarle  él.  La verdad es que el mundo no tiene ni puta idea del mundo.

El aire zumba sobre las aspas del ventilador y agita todos los fantasmas de mi casa. Tú eres uno de ellos. Has pasado por mi cama como un espectro más de los que vienen a menudo a torturarme , como un sueño soñado por el ansia de mi coño. Estoy empezando a cansarme de contar las mismas maravillosas historias. No dejo de preguntarme si hay algo brillante o metafísico en un grito, en un escalofrío, en una respiración entrecortada. Quizá solo a veces.

Te sueño para acordarme más de ti, para revivir esa pequeña felicidad de sentir tus labios en cada una de mis vértebras, te sueño para volver a tener tus dedos explorando algo aún más íntimo que el misterioso y flácido fondo de mi sexo. Sé que me observas con la misma curiosidad con que un niño desmonta las patas de un insecto mientras tocas mi secreto ardor . Este calor me está volviendo loca. No soy capaz de enfocar, de contar nada coherente. Al fondo del pasillo mi casera aporrea la puerta de su hijo treinteañero, le insulta, la muy subnormal le llama hijodeputa, me resultaría satírico si no fuera tan molesto. Mi maldición es esta mierda de locura ajena que tengo que tragar a diario, es este rastro de babosa dolorosa, este hedor a Belcebú, esta manía mía de querer seguir siendo en este jodida casa de tarados.

No, hoy no tengo ganas de contar como follan las diosas. Hoy hace calor y por más que te busco con mis dedos exprimiendo el zumo de mi sexo, no encuentro más que una nostalgia de ti y la promesa de reventarme en la boca como un orgasmo que subiera desde mi coño hasta el centro de mi pecho. Te echo de menos, la voz rota de Bessie me recuerda que hay que apurar el vaso. La felicidad es solo la búsqueda de una promesa y el recuerdo de todos aquellos a quienes hallamos en esa ruta. Te desdibujas en mi memoria como un fragmento más de esa mínima alegría. El calor me devuelve a la realidad. Esa maldita vieja cada vez grita más alto.

Cierro los ojos y me follas despacito en el agua fresca de alguna playa del Báltico. Aprecio la presión de tus dedos dibujando el contorno de mi culo. Tu polla me parece un pez que explore con cautela la profunda oscuridad de su gruta. Me alcanza y burbujea dentro de mí. Te adoro. Muerdes mis pezones con los labios, tu lengua sale y humecta la aureola, los mueves con la lengua, se aviva tu polla mientras se mueve dentro de mí. Hay un chapoteo alegre que hace bailar el agua, mi lengua discurre por tus labios y nuestro abrazo jamás fue tan estrecho. Apretarte es contener la sacudida de mi carne. Me muevo en torno a ti trazando círculos en torno a tu rabo, el agua favorece el movimiento. Te siento encabronado y rendido. Me gimes tu orgasmo al oído. Desaparezco.

El ventilador sigue zumbando con su inmutable mecánica. Por mis piernas discurre el temblor de mi acuosa mentira. Quizá sea cierto que la masturbación sea un pecado… de omisión. La vieja se ha callado. Por debajo de la puerta discurre el calor como un denso charco de sangre.


lunes, 15 de abril de 2013

SI CIERRO LA PUERTA





Hay cosas por todas partes. Viejas revistas de patrones, octavillas religiosas, trozos de papel donde han ido apuntando cosas para no olvidarse de tareas apuntadas en otros papeles, maletas viejas, figuritas pegadas con cola, floreros de cristal, de cerámica, un sesentero teléfono rojo, enjambres de bolsas suficientes para acabar con todos los delfines del planeta, archivadores vacíos, llenos, con papeles ordenados y desordenados, sobres y sobres con fotos, álbumes de fotos estropeados, vasos con lápices sin punta o bolígrafos sin tinta, maletines con tuercas y tornillos, taladros, cajas de plástico con gomas, estampillas de la Virgen Inmaculada Concepción, libretas de espiral, rotuladores, más fotos, un rosario, algún cuadernillo rubio...  Su cabeza está igual que su casa: cosas por todas partes. Y luego se pasa todo el día quejándose y amenazándonos por todo ese desorden.  Me angustia preguntarme si hay un gen que determine todo este sin dios. Él me dice que aquí solo hay una cosa que hacer: huirrrr. Y lo dice resaltando la i, haciendo una inflexión con la voz, como un estruendo, una voz de Dios. – “Ponte los cascos y un cerrojo en la puerta. Tienes que cerrar la puerta”- Y ese “tienes” es más un consejo de “Neuróticos para dummies” que una obligación en sí.

Trato con la tristeza a diario. Soy una persona alegre, así que no necesito hacer grandes esfuerzos para mantener el tipo. Pero dentro de mí vive un alien que me está devorando desde dentro. Es una tristeza torpe y muda pero tremendamente efectiva, me va robando cada noche las ilusiones, las ganas, los deseos, los sueños… Así que finjo que no la siento, me empastillo, miro para otro lado, trabajo como si no hubiera mañana y me prometo a mí misma el cielo prometido que mis creencias me han negado.

Pero nada funciona. Nada salvo él. Él aferrado a mis piernas succionándome la pena desde el coño. Llevándome a un verdadero paraíso, a uno de verdad,  a uno donde solo existimos ambos y el placer de gozarnos y darnos placer. Hay escasísimas ocasiones donde recibir es dar y dar es recibir, uno se alimenta en lo que da, goza de ello y el otro se entrega en su placer, en lo que recibe, que te estén comiendo el coño o la polla es un mero accidente de lo que realmente ocurre. Esa conexión entre dos seres es el único cielo que conozco, y probablemente el único edén que encontraré.

Le echo de menos terriblemente. Espero que al menos a él le merezca la pena, de verdad que sí lo espero. Así que le recuerdo llegando a mi casa, con mi faldita y mis ligueros, le recuerdo besándome entera. Le evoco sobre mi cama embadurnándome de aceite y haciéndome masaje por todos los rincones de mi cuerpo. Le añoro cuando cierro los ojos y me veo en el borde de la cama y él sacándome orgasmos a golpe de cadera, a cuatro patas, como una verdadera golfa, susurrando su nombre entre jadeos. Le echo de menos en su cama besándome despacito la espalda, recreándose en ella como si mi columna fuera kilométrica y sus besos no pudieran gastarse jamás, inventando caricias para mí con sus labios, recorriendo cada vértebra como si fuera un lugar donde deleitarse, donde estremecerme, alcanzando mi culo, poderosamente cariñoso, provechosamente cerdo, mordiendo mis nalgas y perdiéndose definitivo hacia mi coño.

 Le evoco en mi cuerpo hundiéndose en él profundamente, clavándose en mi sexo, saliendo de él, volviendo a penetrarme; añoro su polla suavísima entrando despacio a través de mis labios, impregnando mi coño de fluidos, de los suyos, sintiéndome en él y con él, perdiendo la noción del tiempo mientras me agarra las caderas o vuelve a besarme la espalda. Todo en él es ternura. Una ternura insólita y sedante, que me devuelve la esperanza, una ternura envolvente con la que consigue abrazarme y hacerme sentir una Diosa.

Le añoro devorando mi sexo a besos y lametones, lento, minucioso, como si me coño fuera una caja de caudales cuyo mecanismo solo él entendiera, y escucha sus sonidos y el modo en que se abre. Extraño su lengua girando alrededor de mi clítoris o acariciándolo suavemente con la punta haciéndome temblar por dentro. Le recuerdo enganchado a mis piernas e introduciendo su lengua en mi agujero, bordeándolo, sorbiéndome como a un helado mientras mi cuerpo se sacude de un placer irradiado desde mi coño, y mi coño produce un dulce y mágico chapoteo de lengua, saliva y sexo.

Sueño con su polla en mi boca, discurriendo sobre mi lengua naturalmente, prodigiosamente, alanzando mi garganta y adquiriendo más volumen entre mis labios, evoco sus gemidos y el modo en que se arquea y pide follarme y se estremece. Mi boca sigue sujetando sus venas con firmeza mientras mi lengua se mueve ondulante y sicalíptica en su frenillo. Mi mano sujeta sus cojones, tira de ellos suavemente y los invoco espumantes y cálidos. Revivo la sensación de estar flotando en un mar de lujuria y cariño donde mi única voluntad es su placer y mi único fin sentirme con él en el goce sublime de hallarnos, de reconocernos en nuestra animalidad y nuestra alegría.

Y repaso todos estos momentos, si cierro la puerta, y detrás de ella me embriago en la voluptuosidad con que le recuerdo, mi pena se cierra, mi coño se abre, dejo paso a todo cuanto tenemos y espero que tengamos, a nuestro placer, nuestra entrega, a la delicia de compartirnos y espero, solo espero, que volvamos a encontrarnos.


lunes, 25 de marzo de 2013

MOJADA





Llega empapado. Ha estado lloviendo toda la tarde. Llega de correr. Suda. Es superior a mí, un tío sudando me pierde, me pierde... Se acerca hasta a mí casi jadeando y al entrar me encierra con sus brazos entre el mueble de la entrada. Bajo la mirada. Me besa despacito.

- Sabes que odio verte triste, venga va, sonríeme un poquito.

Fuerzo una sonrisa, le beso. Me abraza.

- No, así no – Me hace cosquillas, me río a carcajadas, le suplico que me suelte. Me duelen las cosquillas y me ponen de muy mala hostia…

Para y me vuelve a abrazar. Me besa, me besa otra vez, mete su lengua en mi boca, siento un pinchazo en la parte baja de mi espalda. No deja de abrazarme y de besarme. Me mece en sus brazos. Moja mi ropa por fuera. Vuelve a besarme, me araña con la barba, moja mi ropa por dentro. Siento que me voy escurriendo en sus besos. Me morrea, me licua, me bebe.

Me quita la ropa, me muerde el cuello, pellizca mis pezones, siento sus dedos calientes aferrándose a ellos, retorciéndolos delicadamente y me siento caer en eso que asciende por mis venas. La respiración se va espesando en mi traquea. Me agarra fuerte, me da la vuelta, me apoya contra la cómoda, de pie, me abre las piernas, baja mis bragas por encima de mis rodillas. Tiemblo. Voy a decir algo pero me da un azote para que me calle. “Cabrón” – pienso. Me sonrío. Desde luego sabe cómo animarme.

Me besa el culo, me lo llena de besos, de muchísimos besos. Lo lame, lo aprieta. Me pone cachondísima. Lo muerde despacito. Arrastra su lengua como una babosa por él, sus manazas agarrando mis cachas y su boca hundiéndose en mi culo. Lo lame y me lo abre con sus manazas, sopla sobre él y yo me siento como una esponja a quien le estuvieran apretando los poros. Su lengua se desliza amorosamente en mi culo, me lo folla, me vuelve loca. Me pone tan guarra que sería capaz de cualquier cosa. Me entran ganas de gritar pero no lo hago. Solo dejo que mis gemidos salgan de mi boca como si fuera uno de esos cacharritos de hacer pompas de jabón. Quiero que me folle, que me rellene el coño, que me rompa el culo, le deseo, quiero sentir su rabo penetrándome, y su fuerza dentro de mí, lo necesito, lo quiero ya.

- Diosss, no puedo más, fóllame, por favor, por favor – le suplico

Se detiene un momento, hace un silencio, todo se para, su boca, mi culo, mi respiración, su saliva, la sangre, todo. Me impaciento, quiero más, quiero esta tensión al límite, al límite de él, de mí. Me pongo brusca, mandona, y una voz maciza e hijoputera sale de mi boca de sopetón:

- Venga, déjate de jueguecitos y fóllame. Fóllame ya, ahora.- Y ese “ahora” sacude el aire.

Se ríe. El muy cabrón se ríe. Saca su polla, la pasa por mi culo… Ufff es una delicia sentir su capullo ardiendo y húmedo entre mis cachas. Sentir su dureza, su excitación…

- ¿Quieres que te pete el culito? ¿Sí? Estás caliente como una perra ¿eh? Bueno que sepas que me encanta sentir tu culo apretándome la polla – Me besa amorosamente el cuello. Vuelve a pellizcarme los pezones. Y haces de luz recorren mi columna. Mientras me habla, ante mi sorpresa, me sube las bragas. Me coloca la ropa, la atusa, me sigue besando… - Mmmmm eres incorregible mi pequeña zorrita mmmmm jajajaja – El muy cabrón se ríe de mí… - Sí, creo que te prefiero así, cabreada y muy cachonda. Te dejo, preciosa, te vengo a buscar a las once ¿crees que para entonces estarás lo bastante…mojada?