viernes, 13 de septiembre de 2013

FRIO





Está amaneciendo. Ahora mismo una luz exigua e inmensa taladra madejas de nubes purpúreas. Amanece en rojos y violetas, como debe ser. La luz cae sobre la Ría troceándola en cachitos de espuma y ceniza. Parecen los rescoldos del cielo. El mar siempre me parece un reto. Hace frío. Mi café desprende posos de lo que fue ayer… y me sonrío… A veces veo el tiempo como una extraña espiral retorcida hacia fuera, como algo que puedo doblar a mi antojo (quizá sí, puedo)

Anoche llegué a casa pronto, no eran más tarde de las doce. Llegué a casa extremadamente sobria, serena… ¿Puede sobrepasarnos la sobriedad? Había vuelto caminando con un frío húmedo que lleva todo el puto invierno metiéndose en mis huesos y no dejaba de pensar en su carne caliente pegada a mí mientras mis tacones rompían el silencio de mi calle. Me gusta como suenan mis tacones sobre el cemento, hay veces que creo que las aceras se van rompiendo a mi paso en grietas como el turrón del duro. Llevo días pensativa, abstraída, reconcentrada, reflexiva. Bueno no sé como llamarle al modo en que me siento últimamente. A veces me dan esos puntos, supongo que solo es una forma de buscarme, de hacerme más yo,pero también de reivindicarme, de mirarme fijamente a los ojos, sonreírme y negar con la cabeza. De insistirme. Iba pensando en él y en el frío. Porque él es frío y caliente. Y es estúpido e inteligente. Y es adorable y un pedazo de cabrón. Él es todo y nada. Es yo y soy él.
Pero sobre todo, cuando me pierdo pienso en su carne, en como tiemblan sus gritos de placer contra mi garganta, en cómo es el tacto de su verga cuando la aprieto con mis labios y se estremece al primer contacto, a veces parece que esté haciendo hilos de caramelo, tan dulce y frágil, tal aromático y pegajoso…tan delicioso…y pienso en cómo nos licuamos de placer y también como, a veces, nos posponemos, y de alguna manera sé que es ahí donde me encuentro con él, me guste o no... Y mientras caminaba apretando el paso, se me llenó la cabeza de caricias, de jadeos, de travesuras de niña mala (y de buena), de miradas, de ese deseo inabarcable, único, con el que nos inventamos… se me llenó la nostalgia de montones de polvos superpuestos, de las diversas maneras de follarnos, de las infinitas formas de entregarnos, de abandonarnos, de recogernos… Follar con él ha sido siempre la caña. No sé si por la complicidad, la ternura, el morbo… o ese modo de conocerme, y él otra cosa no, pero sabe cómo desmontarme y montarme como un rompecabezas.

Me estoy distrayendo…y al final se me va enfriar el café…
Llegué con mucho frío y sabiendo que él ya estaría dormido. Una vez leí en alguna parte que el mejor modo de entrar en calor es desnudarse por completo junto a otro cuerpo desnudo. Doy fe, entré en calor. No quería despertarle aunque me entraron unas ganas locas de follármelo. Me gusta verle dormir, sentir así de vulnerable a alguien tan fuerte siempre me conmueve.  Es un hombre muy fuerte. Le he visto montones de veces hacer cosas increíbles. Pero también tiene una sensualidad muy suave que colabora en su tendencia natural a la seducción, puede desmenuzar mujeres con gestos muy pequeños para disgregarlas en su voluntad con la misma facilidad con que yo ahora mismo doy vueltas a mi cucharilla dentro de la taza, y eso distrae a veces de su fuerza…
Dormía tan plácidamente que me provocó muchísima ternura. Le besé los labios despacito y recordé las habilidades de “las mujeres pantera”. Me devolvió el beso dormido. Pasé mi lengua muy levemente por sus labios y soltó un gemido blando, como deshecho…No hay nada tan dulce para mis oídos como esos jadeos profundos desde lo más hondo de su boca. Algo se removió dentro de mí, propagándose, expandiéndome el coño como si algo soplara dentro de él. Eso que no sé bien si nace de la lujuria o de esa curiosidad morbosa que todos tenemos para observar el placer ajeno… Le he pasado mis pechos por la cara, por probar… ha vuelto a gemir, luego he metido mis pezones en su boca y mamaba como un corderito… una punzada de placer me ha recorrido entera. No he querido despertarle. Me preguntaba si podría follar dormido, si podría hacerle cosas sin que se enterara, solo por observar sus reacciones dormido. Esa curiosidad me ha puesto cachonda como una perra, pero he decidido aguantarme…quería usarle…investigarle, rebuscar en su cuerpo…

Su piel se abría ante mis ojos como si atravesara un túnel con una antorcha. Le he acariciado con las manos, con la punta de los dedos, con mi lengua, con mis pechos, me he frotado contra él, con mi espalda, con mi culo, con mi coño mojado…le he arañado un poco, he dejado gotear mi saliva sobre sus labios, sobre su pecho, he pellizcado sus pezones con mis labios, le he lamido el vientre, he empapado sus huevos, he lamido su culo…le oía gemir con mis maniobras, he observado como su polla engordaba lentamente, me hacía la dormida o seguía según sus reacciones, su polla subía o bajaba según lo que le hiciera o no. Sentía que estaba siendo escabrosa, impúdica, viciosa…joder eso me ha puesto tan cachonda que me revolvía junto a él moviendo mis caderas y pajeándome pero a su lado, sin despertarle… Metí su polla en mi boca gozándole a mi antojo, paraba de vez en cuando porque temía que así dormido se correría antes de lo que yo quería. Apenas se movía, creo que lo hacía en sus sueños, pero sus huevos se elevaban y su polla era rotundamente mía… gotitas preseminales me humedecieron los labios, observé su glande inflamado, su olor inundándome la cara, ese olor fuerte e inconfundible a macho…su verga totalmente llena, vertical, grandiosa…

Nunca me había parecido tan magnífico, tan inmenso, tan él…lleno de vida y de luz… estaba fuera de mí, pero quería retener aquel momento en mi cabeza, en mi cuerpo, en mi sexo. Me quedé mirándolo como algo mío, jadeando con su polla dentro de mi boca, quieta, detenida… Le observé agazapada entre sus piernas, como una intrusa, una ladrona, una pervertida… Le miré como si fuera un Dios y yo una sacrílega que estuviera corrompiendo su pureza… ¿Nunca os habéis sentido crepitar ante la contemplación de la belleza? ¿Nunca habéis mirado algo con la sensación de que vuestros ojos infectaban el objeto de vuestro deseo? ¿Que lo ensuciaban? ¿Que lo envilecían?
Me puse tan zorra que no pude evitar subirme sobre él, necesitaba su polla en mi coño, así que me coloqué en cuclillas cruzando los dedos para que no se despertara. Escurrí su polla lentamente en mi agujero, y la sentía aún más gorda dentro de mi coño…pero me dieron unas ganas enormes de cabalgarlo como loca así que me contuve, y me volví a pajear… Me quedé un momento así, quieta, sin hacer nada, recostada junto a él, sintiendo su cuerpo caliente junto a mí, respirando fuerte, sujetando mi puterío…no, no quería despertarle…
Cuando fui a agarrarle por la polla una vez más sentí su mano apresando mi cabeza…
- Mmmmm me parece a mí que eres una guarrilla...¿Se puede saber qué haces? - Me clavó la boca contra su polla, suavemente, firmemente, eso terminó de emputecerme… Le comí la polla como nunca, en chupadas profundas y prolongadas, acariciando mi lengua con su polla, sintiéndola en el cielo de mi boca, inflamándome la sangre de él, llenándome el coño de una cachondez hiriente, extrema. Pero en seguida me subió hacia él, susurrándome: - Me encantas preciosa ¿es que no ibas a despertarme…? Me pones loco, guarra, que eres una guarra.

Es cierto. Soy una guarra. Soy un animal. Una masa viscosa de concupiscencia y agua. Una zorra. Una mujer hipnotizada por las irradiaciones del sexo. Por su búsqueda. Por su hallazgo.
Me subió hasta él. Me besó profundo, lleno de él, me lamió la boca, le comí la lengua. Me agarró por las caderas y me dio la vuelta. Se incorporó un poco quedándose sentado, apoyando la espalda contra el cabezal, me dio la vuelta y me sentó sobre él. Notaba su polla durísima contra mis nalgas, apoyada en la raja de mi culo, sus manos me abrazaron la cintura fuerte, tan fuerte que me pareció que sus dedos se hundían dentro de mi carne, sentí sus dientes clavándose en mi cuello y un calor enorme esparciéndose por toda mi piel. Me sentía mareada, pero profundamente consciente, envuelta en un halo de realidad, de carne, de sensaciones, de olores y sonidos, como si mis sentidos se hubieran amplificado… - Mmmmmm así que no pensabas despertarme eh? Levanta un poco el culo que te lo voy a follar ¿quieres? ¿Quieres que te folle tu culito?
Intentaba decirle que sí. Que me moría de ganas porque me follara el culo, el coño y mi puta alma. Que me clavara contra la cama o contra la pared o contra lo que le viniera en gana. Que me follara sin tregua hasta encontrarse con ese algo mío que parece no tener nunca fin y que exhala desde lo más hondo de mi garganta con cada caricia, con cada arremetida, con cada orgasmo… Él liberó una de sus manos y la alargó hasta el cajón de la mesilla, sacó el lubricante y bañó mi culo con él. El frío del lubricante me hizo estremecer.
Apoyó su polla en mi entrada y mi culo la engulló entera prodigiosamente. Al principio se movía despacito, muy lento, haciéndome sentir su verga rozándome. Es una sensación extraña. No me dolía pero es algo incómodo en ese primer momento. Luego mi cuerpo empiezó a responder a esa dinámica hundiéndose en ella, sintiendo oleadas diáfanas de placer con cada embestida. Cada vez que empujaba dentro de mí algo sumamente gustoso me contraía por dentro. Y quería más. Más contracciones, más gusto, más de él, más polla, más líquido, más pulsaciones, - Más, corazón, dame más, más, dame tu leche, así, mmmm, más, dámelo todo cabronazo -.
Sus manazas parecían moldearme como si fuera plastilina, se cerraban contra mi cintura haciéndome subir y bajar por su polla en un espléndido tiovivo. Mis tetas brincaban con su impulso, mi piernas temblaban y mis brazos y mis manos se abrazaban a las suyas. Un calor enorme me poseyó en ese momento. Ambos recogidos en un abrazo, ensartados por el deseo. No puedo decir si me corrí en un orgasmo prolongado o en varios seguidos, si fue descomunal o un placer difuminado, no lo sé. Estaba hundida en ese placer. Absorbida por ese calor y el contacto de esa polla, ese hombre, esa fuerza. Estaba suspendida en algo indefinible, inabarcable, inenarrable. Calor. Solo eso y todo eso.
A veces me pregunto que es lo que hace que el placer del sexo realmente lo sea. Si es algo que nos dan o que nos damos. No lo sé. Es una incógnita. Es misterioso, profundo, mágico. Quizá por eso recuerdo esto ahora, mientras amanece, otro día, otra posibilidad, y las nubes son taladradas por la luz. Y la luz vence a la oscuridad y yo le doy vueltas a mi café frío…y caliente.
Y agradezco no tener ninguna certeza…

lunes, 8 de julio de 2013

40º




Me gusta la voz desgarrada de Bessie Smith, esa cadencia tortuosa que se desploma hacia un vacío insano y continuo. La vida hoy me parece uno de esos viejos discos de blues, con ese eco desvencijado que evoca el olor a rancio de locales podridos por el relente del Mississipi, o el sonido hueco de los tacones de sus putas sobre las tablas y una tristeza subterránea haciendo temblar las cuerdas vocales de Bessie. Me parece que casi puedo alcanzar el calor de sus orillas y ahogarme en ese ínfimo oxígeno que destila la humedad del ambiente.

Hoy  casi hemos llegado a los 40º y dicen que va a seguir así toda la semana. Menos mal que no iba a haber verano. Eso me reafirma en mis creencias: no creerme nada. Hace quizá demasiado que no leo el periódico ni escucho las noticias, pero no por eso estoy menos desinformada que cualquiera que lo haga. La verdad es que el mundo ha dejado de importarme en la misma medida que yo he dejado de importarle  él.  La verdad es que el mundo no tiene ni puta idea del mundo.

El aire zumba sobre las aspas del ventilador y agita todos los fantasmas de mi casa. Tú eres uno de ellos. Has pasado por mi cama como un espectro más de los que vienen a menudo a torturarme , como un sueño soñado por el ansia de mi coño. Estoy empezando a cansarme de contar las mismas maravillosas historias. No dejo de preguntarme si hay algo brillante o metafísico en un grito, en un escalofrío, en una respiración entrecortada. Quizá solo a veces.

Te sueño para acordarme más de ti, para revivir esa pequeña felicidad de sentir tus labios en cada una de mis vértebras, te sueño para volver a tener tus dedos explorando algo aún más íntimo que el misterioso y flácido fondo de mi sexo. Sé que me observas con la misma curiosidad con que un niño desmonta las patas de un insecto mientras tocas mi secreto ardor . Este calor me está volviendo loca. No soy capaz de enfocar, de contar nada coherente. Al fondo del pasillo mi casera aporrea la puerta de su hijo treinteañero, le insulta, la muy subnormal le llama hijodeputa, me resultaría satírico si no fuera tan molesto. Mi maldición es esta mierda de locura ajena que tengo que tragar a diario, es este rastro de babosa dolorosa, este hedor a Belcebú, esta manía mía de querer seguir siendo en este jodida casa de tarados.

No, hoy no tengo ganas de contar como follan las diosas. Hoy hace calor y por más que te busco con mis dedos exprimiendo el zumo de mi sexo, no encuentro más que una nostalgia de ti y la promesa de reventarme en la boca como un orgasmo que subiera desde mi coño hasta el centro de mi pecho. Te echo de menos, la voz rota de Bessie me recuerda que hay que apurar el vaso. La felicidad es solo la búsqueda de una promesa y el recuerdo de todos aquellos a quienes hallamos en esa ruta. Te desdibujas en mi memoria como un fragmento más de esa mínima alegría. El calor me devuelve a la realidad. Esa maldita vieja cada vez grita más alto.

Cierro los ojos y me follas despacito en el agua fresca de alguna playa del Báltico. Aprecio la presión de tus dedos dibujando el contorno de mi culo. Tu polla me parece un pez que explore con cautela la profunda oscuridad de su gruta. Me alcanza y burbujea dentro de mí. Te adoro. Muerdes mis pezones con los labios, tu lengua sale y humecta la aureola, los mueves con la lengua, se aviva tu polla mientras se mueve dentro de mí. Hay un chapoteo alegre que hace bailar el agua, mi lengua discurre por tus labios y nuestro abrazo jamás fue tan estrecho. Apretarte es contener la sacudida de mi carne. Me muevo en torno a ti trazando círculos en torno a tu rabo, el agua favorece el movimiento. Te siento encabronado y rendido. Me gimes tu orgasmo al oído. Desaparezco.

El ventilador sigue zumbando con su inmutable mecánica. Por mis piernas discurre el temblor de mi acuosa mentira. Quizá sea cierto que la masturbación sea un pecado… de omisión. La vieja se ha callado. Por debajo de la puerta discurre el calor como un denso charco de sangre.


lunes, 15 de abril de 2013

SI CIERRO LA PUERTA





Hay cosas por todas partes. Viejas revistas de patrones, octavillas religiosas, trozos de papel donde han ido apuntando cosas para no olvidarse de tareas apuntadas en otros papeles, maletas viejas, figuritas pegadas con cola, floreros de cristal, de cerámica, un sesentero teléfono rojo, enjambres de bolsas suficientes para acabar con todos los delfines del planeta, archivadores vacíos, llenos, con papeles ordenados y desordenados, sobres y sobres con fotos, álbumes de fotos estropeados, vasos con lápices sin punta o bolígrafos sin tinta, maletines con tuercas y tornillos, taladros, cajas de plástico con gomas, estampillas de la Virgen Inmaculada Concepción, libretas de espiral, rotuladores, más fotos, un rosario, algún cuadernillo rubio...  Su cabeza está igual que su casa: cosas por todas partes. Y luego se pasa todo el día quejándose y amenazándonos por todo ese desorden.  Me angustia preguntarme si hay un gen que determine todo este sin dios. Él me dice que aquí solo hay una cosa que hacer: huirrrr. Y lo dice resaltando la i, haciendo una inflexión con la voz, como un estruendo, una voz de Dios. – “Ponte los cascos y un cerrojo en la puerta. Tienes que cerrar la puerta”- Y ese “tienes” es más un consejo de “Neuróticos para dummies” que una obligación en sí.

Trato con la tristeza a diario. Soy una persona alegre, así que no necesito hacer grandes esfuerzos para mantener el tipo. Pero dentro de mí vive un alien que me está devorando desde dentro. Es una tristeza torpe y muda pero tremendamente efectiva, me va robando cada noche las ilusiones, las ganas, los deseos, los sueños… Así que finjo que no la siento, me empastillo, miro para otro lado, trabajo como si no hubiera mañana y me prometo a mí misma el cielo prometido que mis creencias me han negado.

Pero nada funciona. Nada salvo él. Él aferrado a mis piernas succionándome la pena desde el coño. Llevándome a un verdadero paraíso, a uno de verdad,  a uno donde solo existimos ambos y el placer de gozarnos y darnos placer. Hay escasísimas ocasiones donde recibir es dar y dar es recibir, uno se alimenta en lo que da, goza de ello y el otro se entrega en su placer, en lo que recibe, que te estén comiendo el coño o la polla es un mero accidente de lo que realmente ocurre. Esa conexión entre dos seres es el único cielo que conozco, y probablemente el único edén que encontraré.

Le echo de menos terriblemente. Espero que al menos a él le merezca la pena, de verdad que sí lo espero. Así que le recuerdo llegando a mi casa, con mi faldita y mis ligueros, le recuerdo besándome entera. Le evoco sobre mi cama embadurnándome de aceite y haciéndome masaje por todos los rincones de mi cuerpo. Le añoro cuando cierro los ojos y me veo en el borde de la cama y él sacándome orgasmos a golpe de cadera, a cuatro patas, como una verdadera golfa, susurrando su nombre entre jadeos. Le echo de menos en su cama besándome despacito la espalda, recreándose en ella como si mi columna fuera kilométrica y sus besos no pudieran gastarse jamás, inventando caricias para mí con sus labios, recorriendo cada vértebra como si fuera un lugar donde deleitarse, donde estremecerme, alcanzando mi culo, poderosamente cariñoso, provechosamente cerdo, mordiendo mis nalgas y perdiéndose definitivo hacia mi coño.

 Le evoco en mi cuerpo hundiéndose en él profundamente, clavándose en mi sexo, saliendo de él, volviendo a penetrarme; añoro su polla suavísima entrando despacio a través de mis labios, impregnando mi coño de fluidos, de los suyos, sintiéndome en él y con él, perdiendo la noción del tiempo mientras me agarra las caderas o vuelve a besarme la espalda. Todo en él es ternura. Una ternura insólita y sedante, que me devuelve la esperanza, una ternura envolvente con la que consigue abrazarme y hacerme sentir una Diosa.

Le añoro devorando mi sexo a besos y lametones, lento, minucioso, como si me coño fuera una caja de caudales cuyo mecanismo solo él entendiera, y escucha sus sonidos y el modo en que se abre. Extraño su lengua girando alrededor de mi clítoris o acariciándolo suavemente con la punta haciéndome temblar por dentro. Le recuerdo enganchado a mis piernas e introduciendo su lengua en mi agujero, bordeándolo, sorbiéndome como a un helado mientras mi cuerpo se sacude de un placer irradiado desde mi coño, y mi coño produce un dulce y mágico chapoteo de lengua, saliva y sexo.

Sueño con su polla en mi boca, discurriendo sobre mi lengua naturalmente, prodigiosamente, alanzando mi garganta y adquiriendo más volumen entre mis labios, evoco sus gemidos y el modo en que se arquea y pide follarme y se estremece. Mi boca sigue sujetando sus venas con firmeza mientras mi lengua se mueve ondulante y sicalíptica en su frenillo. Mi mano sujeta sus cojones, tira de ellos suavemente y los invoco espumantes y cálidos. Revivo la sensación de estar flotando en un mar de lujuria y cariño donde mi única voluntad es su placer y mi único fin sentirme con él en el goce sublime de hallarnos, de reconocernos en nuestra animalidad y nuestra alegría.

Y repaso todos estos momentos, si cierro la puerta, y detrás de ella me embriago en la voluptuosidad con que le recuerdo, mi pena se cierra, mi coño se abre, dejo paso a todo cuanto tenemos y espero que tengamos, a nuestro placer, nuestra entrega, a la delicia de compartirnos y espero, solo espero, que volvamos a encontrarnos.