miércoles, 30 de septiembre de 2015

PRIMAVERA




Photo by Lana Abie on Unsplash

Mariza canta dolorosamente a esa primavera nostálgica, al modo en que se sobrevive a la felicidad. Es cierto. A veces, la mayoría, ni siquiera eres consciente de que estás siendo feliz. Mi vida ha pasado delante de mí, y siendo consciente y saboreando cada trozo de mí y de mi vida , siempre me queda la sensación de haberme perdido algo. Nada hay tan inútil como preguntarse por la felicidad…
El empalagoso olor de los jazmines me transporta a un patio en el que fui feliz, no porque pasara nada en especial, fue un día como cualquier otro, haciendo cualquier cosa, no teniendo nada, nada más que calor,  el aroma a jazmines y un patio que ni siquiera era mío. Y en cambio lo recuerdo porque nada hay tan especialmente mío como mi alegría  por sentirme viva, por saberme viva.
Y por eso ahora pongo esta canción de Mariza y te recuerdo. Porque no importa el qué, ni cómo, no importa lo que vendrá ni lo que haya habido antes. Solo me importa tu cuerpo y el mío rehaciéndose de ganas, de vida, del modo en que nos damos y recibimos, en una sinergia perfecta y maravillosamente nuestra. De ambos.

Quizá eso sigue siendo lo que más me maravilla de un hombre, ni siquiera sé si él en ese instante es consciente de lo perfecto que me parece, de lo mágico que me resulta cualquier cosa que haga en ese instante con él, por él, para él, porque en ese momento estoy absolutamente entregada al presente, absolutamente fuera de mí y conmigo, absolutamente yo, desnuda frente al mundo, vulnerable y admirablemente fuerte y, sobre todo, y por encima de todo, con él, en él.

Todavía me siento flotando en un vapor de guarrería y vicio, en ese dejarme llevar por tus ganas, envolviéndome de primavera y calor, arrollándome de mi propia avidez, sintiéndome sobrepasada sexualmente, íntimamente unida a tu deseo. Me ha costado  días desprenderme de esa sensación de consciencia. Igual que, en ocasiones, uno se siente sobrepasado por lo emocional y terminas somatizándolo, otras te sientes superado por la experiencia física. Y esa forma extrema de sentir se te clava por dentro como una maldita garrapata. No es solo que esté todo el tiempo totalmente cachonda y con todas nuestras escenas incrustadas en mi cerebro, es que tengo la sensación de que algo tuyo se me hubiera quedado dentro, latente, esperando algo, no sé el qué…

[Ahora te pido un esfuerzo, a ti que me lees. Sí, hay un corte en esto que te cuento. Como un golpe. Como cuando estás pensando en algo mientras cocinas, entonces, te haces una herida, y tienes que limpiar tu sangre, y un dolor penetrantemente pequeño se apodera de tu pensamiento por un instante, sientes que hay una lucha, mayor o menor de tu dolor por sacarte de tus pensamientos, pero tus pensamientos son lo que tú eres, son lo más absoluto y, al tiempo, lo más etéreo que tienes, lo más tuyo y lo más fácil de perder, así que sigues pensando pero no exactamente en lo mismo, no exactamente igual, hay algo que ha cambiado y no sabes realmente qué, si tú, tu dedo sangrando, tus pensamientos, la música que le habías puesto o qué, pero ya no son lo mismo que eran]


Al llegar junto a él solo he podido ver sus ojos. Me ha parecido que exudaban vicio. No era la típica mirada a mis tetas. Era más bien esas ganas de follar que tratas de esconder como sea. No sé bien por qué, pero él trata de esconderse, no sé bien de qué ni el qué ni por qué, pero es lo que le intuyo. Nos tomamos algo y hablamos de esto, de lo otro, nos comemos la boca, nos comemos la mirada y entre mis piernas hay un animal removiéndose y este sí que no trata de ocultarse. Algo dentro de mí prospera, se hace más grande y cualquier cosa para la que me hayan preparado sobre las buenas maneras, sobre las relaciones, el protocolo del “amor” o lo que sea dejan, absolutamente, de importarme. Qué coño, no soy una buena chica, tengo que atender a mi animal.

Desde ese momento hasta que empezamos a arrancarnos la ropa no me acuerdo apenas. El paseo a casa, hablamos otro poco, mi cabeza es un hervidero de deseo. Algo me martillea las sienes y trato de disimular que quiero follar y follar hasta caerme muerta.


En mi cabeza suenan Eagle of  Death Metal, porque me parecen trepidantemente hermosos, entonces sí, siento su boca en mi boca, y mi coño empieza a respirar a través de sus manos. El calor cae sobre nosotros como un cuchillo a fuego. Su sudor comienza a resbalar sobre mi pecho mientras mis tetas se bambolean al ritmo de sus caderas. Siento mi corazón como si John Bonham lo estuviera azotando con sus baquetas y lo único que verdaderamente siento es que quiero más. Y cuanto más me da, más y más y más quiero.

Su boca me parece el cielo cuando alcanza mi sexo. Su lengua resbala sobre mi coño como una jodida serpiente envenenándome de ardor y ansia, elevo mis caderas y él profundiza en mi lujuria. Realmente hay  poquísimos hombres que coman bien el coño, pero él parece intuirme, y se adelanta a cuanto deseo. Aprieto mis muslos contra él y no puedo sentirme más agradecida a sus labios.

Adoro cuando me envicio así con un hombre. Cuando nos viciamos así, porque más allá de lo físico, hay algo, que es sexo y no es físico, pero ese algo, joder, es la puta esencia de lo que para mí es el sexo. Y lo siento pero no puedo explicarlo mejor.

Tengo su imagen incrustada en el esternón. Él de pie, su polla encajada en mi boca, saliendo entrando, profundizando en mi garganta. Yo entregada totalmente, sin otro deseo que comerme su polla hasta que se acabara el mundo, sintiéndola, adorándola, ahogándome de él y de sus ganas, siendo consciente de su volumen, de su olor, su sabor. Me detengo, le miro y sus ojos son un pozo inmenso de concupiscencia. No puede haber nada mejor en ese ahora. Nada mejor que entregar y recibir. Nada mejor que sentir a un hombre con todas sus ganas, y todo él dentro de mi boca.

El resto son maneras de volverme loca. Ha vuelto a comerme el coño, me he sacudido sobre él saltando sobre su polla como una posesa, me ha hecho varias folladas descomunales, sobre todo cuando se ha dado cuenta de que pierdo la cabeza cuando me da la vuelta y me pervierte así, cuando ha visto que todo mi cuerpo se conmueve y he tenido que  aguantarme las ganas de gritar. Me ha encantado ducharme con él sintiendo su polla dentro, zaca zaca zaca mientras el agua caía sobre mí, como una máquina concebida para hacerme sentir feliz, solamente feliz, ahora,  en este mismo instante, en este patio sin jazmines pero mío, con mi propio olor a almizcle o a lo que sea que huela una mujer como yo, mío en esta primavera que está a punto de acabarse para parir un jodido y caluroso verano…
16/06/2012
(A gusto me he quedao… que lo sepas)

domingo, 9 de agosto de 2015

MAREA








Algunas tardes te siento cerca de la orilla, mirándome desde el silencio, adhiriéndote a mí como la sal, como el agua, como la arena. Te siento pulsando dentro de mí como las mareas.

Me gusta imaginar tu cuerpo junto al mío y me viene a la cabeza la palabra incandescencia. La luz penetra por mis poros haciéndome caricias, hincando besos de sol entre mis piernas, subiendo por mi espalda, soplándome cosquillas en el cuello, sorbiendo de mí para entregarme tu energía.

El ruido de las olas se transforma en un blues cadencioso que me mece en los brazos del mar, arrojándome a sus fondos abisales. Sería la hostia follarte en un blues de agua.

Buceo en lo profundo con la necesidad de encontrarte y te busco en cada átomo de oxígeno presionando mis pulmones, encharcando mi cerebro de ti, de tus oscuridades, de tus lodos. Respiro a través de mis poros, me sueño como una ninfa de agua que te halla en el piélago, te sonrío, asciendo, inspiro, me besas los labios, tu lengua es una serpiente marina anudada a mi lengua, secretando veneno, retorciéndose sobre su lomo. Acomodo mis caderas a las tuyas, nos reunimos en ese blues desfallecido por el sol.

Quiero licuarme contigo y convertirme en una princesa submarina. Me abrazas, tu polla roza mi cuerpo y siento como se disparan mis sentidos. No hay nada mejor en el mundo que el roce de tu rabo duro, desafiando al mundo, celebrando la vida, brincando vigoroso sobre tu vientre. Mis pezones se hacen prisioneros de tus labios y se produce un chasquido entre mis piernas, activando mi sexo con cada mordedura.


Volvemos a lo profundo, nadamos y follamos como si pudiéramos sobrevivir a las burbujas y la vida sin oxígeno. Buceamos en nuestras sensaciones, mi cuerpo está esperando tus caricias, tu voracidad, tus sacudidas, y me entregas todos los vaivenes que me caben en los muslos. Siento tu verga inflándome de gusto, me parece que respiro a través de ella, gracias a ella, a ti, a lo que me haces sentir cuando te tengo dentro, siento el volumen de tu sexo ocupando mi agujero y el modo en que se acomoda y se desliza entre mis pliegues empapando mi organismo de lujuria. Nos sumergimos en este océano de gusto, nos acunamos en él, me acaricias por dentro, aprietas mis nalgas, las separas, me crecen tus dedos en el culo, lo rozas levemente, tiemblo, me perforas mientras me masticas los besos, me arqueo frente a tu cuerpo de macho, te deseo.

Me reclino sobre tu polla que desaparece en mi boca, me nubla los sentidos, quiero darte placer como nunca, tus manos se enredan en mis cabellos de Gorgona, me anudo a tus caderas. Tu gozo acaricia mi garganta y oigo tus murmullos en mi pecho, oírte disfrutar me vuelve más lasciva, me siento una diosa náutica dotada de animosos poderes, me afano en mi tarea, te uso, te devoro, te disfruto. Una ola inmensa me azota de espuma y sexo, tu semen se derrama y mi cuerpo se agita de lujuria.

Sacudo mi cabeza, un burbujeo de humedad se remueve entre mis piernas, levanto ligeramente las caderas, el mar mantiene su mirada indiferente, aprieto los muslos. Mi bikini verde se moja de mis efervescencias, me muerdo el labio. El calor de mi piel contrasta con el rocío de mi coño. Te sueño follándome por el culo, sobre la arena, sudando salitres, rezumando lujuria y semen, segregando fluidos y deseo hasta vaciarte los cojones.

Jadeo. Abro los ojos. La luz me ciega las retinas, mis ojos azules te buscan en el horizonte pero no estás. Solo queda ante mí un océano inmenso y vacío, casi tan azul como mis ojos. Jadeo. Dirijo mi mirada hacia la mancha oscura de mi bikini verde. Me sonrío. Está subiendo la marea.