lunes, 15 de abril de 2013

SI CIERRO LA PUERTA





Hay cosas por todas partes. Viejas revistas de patrones, octavillas religiosas, trozos de papel donde han ido apuntando cosas para no olvidarse de tareas apuntadas en otros papeles, maletas viejas, figuritas pegadas con cola, floreros de cristal, de cerámica, un sesentero teléfono rojo, enjambres de bolsas suficientes para acabar con todos los delfines del planeta, archivadores vacíos, llenos, con papeles ordenados y desordenados, sobres y sobres con fotos, álbumes de fotos estropeados, vasos con lápices sin punta o bolígrafos sin tinta, maletines con tuercas y tornillos, taladros, cajas de plástico con gomas, estampillas de la Virgen Inmaculada Concepción, libretas de espiral, rotuladores, más fotos, un rosario, algún cuadernillo rubio...  Su cabeza está igual que su casa: cosas por todas partes. Y luego se pasa todo el día quejándose y amenazándonos por todo ese desorden.  Me angustia preguntarme si hay un gen que determine todo este sin dios. Él me dice que aquí solo hay una cosa que hacer: huirrrr. Y lo dice resaltando la i, haciendo una inflexión con la voz, como un estruendo, una voz de Dios. – “Ponte los cascos y un cerrojo en la puerta. Tienes que cerrar la puerta”- Y ese “tienes” es más un consejo de “Neuróticos para dummies” que una obligación en sí.

Trato con la tristeza a diario. Soy una persona alegre, así que no necesito hacer grandes esfuerzos para mantener el tipo. Pero dentro de mí vive un alien que me está devorando desde dentro. Es una tristeza torpe y muda pero tremendamente efectiva, me va robando cada noche las ilusiones, las ganas, los deseos, los sueños… Así que finjo que no la siento, me empastillo, miro para otro lado, trabajo como si no hubiera mañana y me prometo a mí misma el cielo prometido que mis creencias me han negado.

Pero nada funciona. Nada salvo él. Él aferrado a mis piernas succionándome la pena desde el coño. Llevándome a un verdadero paraíso, a uno de verdad,  a uno donde solo existimos ambos y el placer de gozarnos y darnos placer. Hay escasísimas ocasiones donde recibir es dar y dar es recibir, uno se alimenta en lo que da, goza de ello y el otro se entrega en su placer, en lo que recibe, que te estén comiendo el coño o la polla es un mero accidente de lo que realmente ocurre. Esa conexión entre dos seres es el único cielo que conozco, y probablemente el único edén que encontraré.

Le echo de menos terriblemente. Espero que al menos a él le merezca la pena, de verdad que sí lo espero. Así que le recuerdo llegando a mi casa, con mi faldita y mis ligueros, le recuerdo besándome entera. Le evoco sobre mi cama embadurnándome de aceite y haciéndome masaje por todos los rincones de mi cuerpo. Le añoro cuando cierro los ojos y me veo en el borde de la cama y él sacándome orgasmos a golpe de cadera, a cuatro patas, como una verdadera golfa, susurrando su nombre entre jadeos. Le echo de menos en su cama besándome despacito la espalda, recreándose en ella como si mi columna fuera kilométrica y sus besos no pudieran gastarse jamás, inventando caricias para mí con sus labios, recorriendo cada vértebra como si fuera un lugar donde deleitarse, donde estremecerme, alcanzando mi culo, poderosamente cariñoso, provechosamente cerdo, mordiendo mis nalgas y perdiéndose definitivo hacia mi coño.

 Le evoco en mi cuerpo hundiéndose en él profundamente, clavándose en mi sexo, saliendo de él, volviendo a penetrarme; añoro su polla suavísima entrando despacio a través de mis labios, impregnando mi coño de fluidos, de los suyos, sintiéndome en él y con él, perdiendo la noción del tiempo mientras me agarra las caderas o vuelve a besarme la espalda. Todo en él es ternura. Una ternura insólita y sedante, que me devuelve la esperanza, una ternura envolvente con la que consigue abrazarme y hacerme sentir una Diosa.

Le añoro devorando mi sexo a besos y lametones, lento, minucioso, como si me coño fuera una caja de caudales cuyo mecanismo solo él entendiera, y escucha sus sonidos y el modo en que se abre. Extraño su lengua girando alrededor de mi clítoris o acariciándolo suavemente con la punta haciéndome temblar por dentro. Le recuerdo enganchado a mis piernas e introduciendo su lengua en mi agujero, bordeándolo, sorbiéndome como a un helado mientras mi cuerpo se sacude de un placer irradiado desde mi coño, y mi coño produce un dulce y mágico chapoteo de lengua, saliva y sexo.

Sueño con su polla en mi boca, discurriendo sobre mi lengua naturalmente, prodigiosamente, alanzando mi garganta y adquiriendo más volumen entre mis labios, evoco sus gemidos y el modo en que se arquea y pide follarme y se estremece. Mi boca sigue sujetando sus venas con firmeza mientras mi lengua se mueve ondulante y sicalíptica en su frenillo. Mi mano sujeta sus cojones, tira de ellos suavemente y los invoco espumantes y cálidos. Revivo la sensación de estar flotando en un mar de lujuria y cariño donde mi única voluntad es su placer y mi único fin sentirme con él en el goce sublime de hallarnos, de reconocernos en nuestra animalidad y nuestra alegría.

Y repaso todos estos momentos, si cierro la puerta, y detrás de ella me embriago en la voluptuosidad con que le recuerdo, mi pena se cierra, mi coño se abre, dejo paso a todo cuanto tenemos y espero que tengamos, a nuestro placer, nuestra entrega, a la delicia de compartirnos y espero, solo espero, que volvamos a encontrarnos.


lunes, 25 de marzo de 2013

MOJADA





Llega empapado. Ha estado lloviendo toda la tarde. Llega de correr. Suda. Es superior a mí, un tío sudando me pierde, me pierde... Se acerca hasta a mí casi jadeando y al entrar me encierra con sus brazos entre el mueble de la entrada. Bajo la mirada. Me besa despacito.

- Sabes que odio verte triste, venga va, sonríeme un poquito.

Fuerzo una sonrisa, le beso. Me abraza.

- No, así no – Me hace cosquillas, me río a carcajadas, le suplico que me suelte. Me duelen las cosquillas y me ponen de muy mala hostia…

Para y me vuelve a abrazar. Me besa, me besa otra vez, mete su lengua en mi boca, siento un pinchazo en la parte baja de mi espalda. No deja de abrazarme y de besarme. Me mece en sus brazos. Moja mi ropa por fuera. Vuelve a besarme, me araña con la barba, moja mi ropa por dentro. Siento que me voy escurriendo en sus besos. Me morrea, me licua, me bebe.

Me quita la ropa, me muerde el cuello, pellizca mis pezones, siento sus dedos calientes aferrándose a ellos, retorciéndolos delicadamente y me siento caer en eso que asciende por mis venas. La respiración se va espesando en mi traquea. Me agarra fuerte, me da la vuelta, me apoya contra la cómoda, de pie, me abre las piernas, baja mis bragas por encima de mis rodillas. Tiemblo. Voy a decir algo pero me da un azote para que me calle. “Cabrón” – pienso. Me sonrío. Desde luego sabe cómo animarme.

Me besa el culo, me lo llena de besos, de muchísimos besos. Lo lame, lo aprieta. Me pone cachondísima. Lo muerde despacito. Arrastra su lengua como una babosa por él, sus manazas agarrando mis cachas y su boca hundiéndose en mi culo. Lo lame y me lo abre con sus manazas, sopla sobre él y yo me siento como una esponja a quien le estuvieran apretando los poros. Su lengua se desliza amorosamente en mi culo, me lo folla, me vuelve loca. Me pone tan guarra que sería capaz de cualquier cosa. Me entran ganas de gritar pero no lo hago. Solo dejo que mis gemidos salgan de mi boca como si fuera uno de esos cacharritos de hacer pompas de jabón. Quiero que me folle, que me rellene el coño, que me rompa el culo, le deseo, quiero sentir su rabo penetrándome, y su fuerza dentro de mí, lo necesito, lo quiero ya.

- Diosss, no puedo más, fóllame, por favor, por favor – le suplico

Se detiene un momento, hace un silencio, todo se para, su boca, mi culo, mi respiración, su saliva, la sangre, todo. Me impaciento, quiero más, quiero esta tensión al límite, al límite de él, de mí. Me pongo brusca, mandona, y una voz maciza e hijoputera sale de mi boca de sopetón:

- Venga, déjate de jueguecitos y fóllame. Fóllame ya, ahora.- Y ese “ahora” sacude el aire.

Se ríe. El muy cabrón se ríe. Saca su polla, la pasa por mi culo… Ufff es una delicia sentir su capullo ardiendo y húmedo entre mis cachas. Sentir su dureza, su excitación…

- ¿Quieres que te pete el culito? ¿Sí? Estás caliente como una perra ¿eh? Bueno que sepas que me encanta sentir tu culo apretándome la polla – Me besa amorosamente el cuello. Vuelve a pellizcarme los pezones. Y haces de luz recorren mi columna. Mientras me habla, ante mi sorpresa, me sube las bragas. Me coloca la ropa, la atusa, me sigue besando… - Mmmmm eres incorregible mi pequeña zorrita mmmmm jajajaja – El muy cabrón se ríe de mí… - Sí, creo que te prefiero así, cabreada y muy cachonda. Te dejo, preciosa, te vengo a buscar a las once ¿crees que para entonces estarás lo bastante…mojada?


domingo, 13 de enero de 2013

LA CAJA

Estuvo lloviendo todo el día, quizá por eso el aire me parecía de ceniza. La tristeza implícita del agua se mezcló con la melancolía que últimamente tengo de la lluvia, de esa lluvia mía tan detestada, tan macilenta y tan constante que ahora me llevaba a la nostalgia, de esos paisajes míos rubricados por la humedad y la saudade.
Llegué a casa empapada y helada. Me cambié de ropa, me sequé el pelo y me hice un café, y al sentarme en el sofá reparé en una caja que había sobre la mesa con un sobre pegado y mi nombre en el sobre. No tenía ni idea de cómo había llegado hasta allí o quién la había traído, supuse que la había recogido mi hermana por la mañana. Abrí el sobre con la sensación de caminar por un pasillo desconocido, con cierto temor y cierta ilusión y comencé a leer:

“Hola mi niña, permíteme que te llame “mi niña” puesto que  lo largo de varios meses te has convertido para mí en mi inspiración erótica. Te descubrí a través de una amiga que me recomendó tu blog y me quedé prendado de tus letras y de tu sexualidad, realmente emanas una sensualidad inmensa y cautivadora, como si estuvieras hecha a la medida de mis fantasías, por eso para mí eres “la niña mala” en el buen sentido, en el mejor, y si no te molesta prefiero no saber tu nombre y llamarte simplemente “mi niña”. Por tu página sé que te gusta que te desnuden lentamente, que te quiten despacito las braguitas o que te vuelven loca los besos en la nuca (sí, te he leído atentamente), te supongo una mujer fuerte pero sensible, lo bastante culta para escribir como lo haces y lo suficiente valiente para hablar abiertamente de sus fantasías sexuales. Tus letras son delicadas pero auténticas y detrás de ellas intuyo a la verdadera mujer que late en ellas.
Quiero proponerte algo, quizá me taches de loco, pero creo que es un juego que podría gustarte porque a través de tus cuentos sé que te gustan los juguetes eróticos y los juegos en general.
Si abres la caja que te he enviado descubrirás dentro uno de los nuevos juguetes de Lelo (espero que esté a la altura de tu capacidad), es un regalo para ti independientemente de que aceptes o no mi propuesta.
Si decides aceptar mi juego esto es lo que quiero que hagas: dentro de la caja hay apuntada una dirección, me gustaría que te pusieras guapa para mí y fueras hasta allí esta misma noche, siguieras las instrucciones que también hay apuntadas dentro y me siguieras el juego. Yo solo miraré, en ningún momento te tocaré ni haré nada que tú no quieras que haga pero sí deberás seguir lo que yo disponga.
Supongo que puedes llegar a pensar de todo, no soy un loco ni un asesino en serie, pero en cualquier caso, como tú bien sabes, la incertidumbre es parte del juego.”

Eché la carta a un lado y abrí la caja. Efectivamente dentro había un juguete en color naranja con un diseño estilo conejito con un apéndice para el clítoris pero era más grande que otros que hubiera probado, en la caja de Lelo se leía Ina 2. Era tan suave como el otro vibrador pero además recargable lo cual era un añadido muy interesante. Le dí al botón de encender por la curiosidad de la fuerza del motor  y al notar la vibración me entraron unas feroces ganas de probarlo (no pude dejar de pensar que por la fuerza con que vibraba el cacharro seguro que valdría también para un masaje de espalda) Me sorprendió que apenas hacía ruido. Me sonreí. Sí. Me chiflan los juguetes. Pero tenía razón: Me pierden los juegos.
En unos pocos segundos pasaron por mi mente amenazadoras imágenes de sádicos y criminales crueles, pero al mismo tiempo me provocaba evocar al placer flotando en un cuartito…



Leí sus instrucciones y apunté la dirección. Cuando llegué a la habitación él ya estaba allí. Me hablo con una voz pausada y profunda desde la penumbra. Sí que debió de leerme atentamente porque venía con traje.

-         Siéntate por favor – me dijo mientras le daba una calada pausadamente a su cigarrillo - ¿te molesta que fume?
-         Yo no fumo, pero haz lo que quieras – apago el cigarro

Mientras el humo flotaba lánguido sobre las sombras me senté nerviosa en el borde de la cama.

-         ¿Has traído lo que te compré? – me dijo suavemente, como en un susurro, casi parecía que temiera poder molestarme, asustarme o algo así. En ese momento le adoré, su voz me dejó atónita. A él apenas si podía verle con claridad, pero su voz era gutural y suave, grave, armónica, profunda, con el peso suficiente y el tono adecuado para hacerme sentir a salvo… me sentí tan turbada que tan solo fui capaz de asentir con la cabeza.
-         Muy bien – sonrió - ¿y has traído algo más?

Entonces metí la mano en mi bolso y saqué un estuche donde había guardado mis juguetes. Dispuse sobre la cama algunos de los juguetes que me gustan, un tubo con lubricante, un dildo anal, el Kaya que me habían regalado meses atrás, unas bolas chinas, una pluma, una esponja, una venda para los ojos y el juguete que había venido en la caja. Yo también me sonreí:

-         Parece una mesa de pornocirujano
-         Jajaaja ¿sí, verdad? ¿Podrías ponerte la venda?

Me puse la venda sobre los ojos y al taparlos sentí un olor extraño y almizclado.

-         ¿A qué huele? – le pregunté
-         A ti. Bueno, aceptaste venir y cumplir con lo que yo te proponga, si en algún momento            quieres parar dímelo y pararemos ¿de acuerdo?

Volví a asentir con la cabeza.

-       ¿Te gustaría desnudarte?

Sin llegar a decir nada, me levanté. Comencé a desabotonarme la blusa. 

-        Despacito “mi niña”, así, acércate – Sentí sus dedos aflojando el botón de mi falda y sentí  un nudo bajo el esternón cuando oí cómo bajaba la cremallera. Deslizó lentamente la falda hacia mis piernas apenas sin tocarme - muy bien, veo que has hecho lo que te pedí, no traes braguitas… bien, agáchate, así, abre tu culo, así “mi niña” mmmmmmmm, es delicioso verte así, tan cerca… y sé que a ti también te gusta.

Claro que me gustaba, me estaba volviendo loca, ni siquiera sabía quien era aquel tío, como estaba en penumbra no había podido más que intuir su silueta, entrever apenas que venía con un traje, pero poco más, y allí estaba exponiendo mi culo y mi coño a un perfecto desconocido, poniéndome más y más cachonda y no deseaba más que me pidiera cada vez más guarrerías…

-         Túmbate en la cama boca arriba, vamos a probar tus juguetes. Coge el rosa, chúpalo, asíi mmmm que guarra eres, lámelo bien, así, ponlo en marcha, pásatelo por las tetas.

El vibrador zumbaba sobre mi piel como una abeja obrera concienzuda y segura de su trabajo. Lo pasé levemente por mis pezones y mi coño se constreñía rítmicamente deseando una polla dentro.

-         Pásalo por tus muslos, así, ¿te gusta, mi niña? ¿sí? A mí también. Ahora abre bien las piernas y mételo un poquito, pero solo un poquito ¿de acuerdo?

Metí el vibrador en mi coño y el pequeño apéndice que tenía vibraba sobre mi clítoris como una jodida lengua automática, sentí ganas de correrme y aspire profundo.

-         Uhhhh veo que sí te gusta mucho ehh, bueno sácalo y date la vuelta. Mmmm me encanta tu culo, mi niña, tienes un culo precioso, para comérselo. Pero no, tranquila, te dije que no te tocaría, a menos que tú me lo pidas. Coge el lubricante y úntalo en tu ano. Mete un dedo. Así, mételo y sácalo. ¿Rico eh?

¿Rico? Era delicioso. Todo. La postura en la que me mantenía expuesta ante él, el tacto del lubricante, mi dedo deslizándose y produciéndome un placer que no por conocido deja de resultarme diferente, la situación… Sí, era realmente un juego exquisito.

-         Estás bien cachonda ehh, no te imaginas cuánto me gusta.

Oí desde donde estaba como se desabrochaba la bragueta, sacaba su polla y comenzaba a meneársela frente a mí, despacio, sin ninguna prisa porque aquel juego acabara.

-         Bien coge el dildo anal y métetelo. Mmmmuy bien, mi niña, despacito, eso es, no quiero que te hagas daño – oí como casi jadeaba al decírmelo – déjalo ahí y ahora coge las bolas chinas y mételas también. Aaaasíii, mmuy bien, despacito, la primera y ahora la otra…

Me sentía más llena de guarrería que de bolas o dildo, me sentía a punto de estallar como si fuera un globo lleno de un gas que expandiera mi cerdez.

-         Y ahora has de sacarlas muy lentamente, quiero que esas bolas se deslicen por los bordes de tu coño tan despacio que me duela.

Fui sacándolas tan lento como pude. Cada bola se deslizó fuera de mi coño y yo solo sentía unas ganas de correrme inmensas, pero las aguantaba solo por saber qué más llegaba. Me pidió que volviera a meterlas y sacarlas con la misma lentitud. Luego hice exactamente lo mismo con el dildo cuando me lo pidió y volví a sentir algo similar.

-         Ahora quiero que te abras bien de piernas porque vamos a probar el Ina 2.

Al oírlo recordé el tacto y la potente vibración del juguete. Lo alcancé y lo metí directamente en mi coño que lo acogió con ansia. Sentía vibrar todo mi coño. Era una sensación perturbadoramente placentera, placenteramente morbosa. Sabía que él no dejaba de observar como me iba introduciendo en mi cuerpo cuanto a él se le antojaba y yo seguía sus instrucciones como una muñeca destinada a eso, solo que me hacía sentir  irremediablemente lúbrica, desatada, cachonda, febril.

-         Creo que te está gustando todo esto ¿verdad, mi niña? Mmm no sabes cuánto me gusta a mí, de verdad que no puedes hacerte una idea. Me estoy pajeando como un mono ¿quieres notarlo?

Se acercó a mí y puso su polla a dos milímetros de mi cara. Al no poder ver nada las sensaciones eran más intensas. El olor de su rabo me llegó enseguida y en poco tiempo advertí también su calor, abrí la boca deseando que la pasara por mis labios pero no llegó hacerlo.

-         No no, creo que hoy ni siquiera te tocaré, quizá otro día.

En ese momento me sentí irritada porque realmente deseaba su polla tiesa toda para mí y que me negara ese placer me pareció fugazmente injusto. Pero el vibrador seguía en mi coño, con una fuerza impúdica, con su apéndice aporreándome de placer el clítoris. Necesitaba correrme.

-         Date la vuelta otra vez y sujeta el vibra, aunque no creo que se caiga porque tu coño lo tiene bien agarrado jajajaja

Me sentí abochornada, pero me sonreí porque tenía razón, mi sexo tenía bien apresado aquel jodido cacharro y no estaba dispuesto a soltarlo Me di la vuelta a duras penas, me hizo agacharme un poco más y levantar el culo. Pensé que me metería otra vez el dildo, pero en lugar de eso sentí un hormigueo en la espalda. Me estaba haciendo cosquillas con la pluma e iba bajando hacia mi culo.

-         Mmmmm que ganas me dan de lamerte ese culazo, mi niña, sigue moviendo un poco el vibrador, así, así, mete, saca, mete saca ¿te gusta? Siii, ya lo creo que te gusta preciosa. –

Siguió trazando caricias con la pluma hacia mi culo. Mientras el vibrador me batía literalmente el coño él me hacía cosquillas con la pluma en el ano. Y mientras hacía esto una y otra vez me soltó:

-         Y ahora, mi niña, estoy seguro de que te vas a correr.

Paró un momento, apenas unos segundos. Yo también paré, expectante, con todos mis sentidos puestos en lo que él haría o mandaría a continuación. Y entonces noté gotas de saliva sobre mi ano, la noté escurriéndose por mi piel como una babosa  y luego advertí como soplaba sobre él, sin tocarme, pero alcanzándome absolutamente con su juego, sentí que mi culo se retorcía y expandía al mismo tiempo, volví a sentir un cosquilleo y el vibrador seguía amasándome el coño y el clítoris. Todo mi sexo y mi culo temblaban de gusto. Y entonces sí, estallé.

Abrí la boca para poder expulsar mi orgasmo como un demonio que se me hubiera metido dentro, pero todo lo que conseguí fue exhalar un gemido prolongado y mudo mientras me temblaba todo el cuerpo con fuerza. Fue un orgasmo extraordinariamente largo e intenso. El placer ascendió desde mi coño y mi culo hasta las caderas y de ahí a mi columna y mi cabeza. Hubo un momento en que solo sentía un agradecimiento inmenso por aquel hombre desconocido que ni siquiera me había tocado. Mi respiración fue recomponiéndose a pedazos y se fue haciendo más pausada. Caí boca abajo, rendida, exhausta, feliz, saqué el vibrador de mi sexo y lo apagué.

Ni siquiera sé si él se corrió o no, yo por lo menos no le oí. Me dio un beso en la mejilla muy dulce.

- Eres una mujer increíble – y pausadamente se fue sin hacer ruido.

domingo, 12 de agosto de 2012

LUMINISCENCIA





Me miro en el espejo y siento que me desdibujo para verme más claramente. No dejo de preguntarme cuántas partes de mí ya me he arrancado, de cuantos atuendos inútiles me he despojado, y en cambio, no deja de ser contradictorio que haya luchado tanto por ser yo misma y aún así siga perdida. Es cierto que mola mucho más ser uno mismo, pero joder, cuánto duele hallarse. Lo he dejado todo atrás y me he puesto delante de todos mis demonios. Con dos cojones. Pero sé que hay algo con lo que indiscutiblemente he de encontrarme de un modo u otro: mi extraordinaria luz.

No dejo de disfrutarme en todo, y no deja de ser paradójico que vaya encontrando nuevas sensaciones en esta ciudad que me parecía carente de sensualidad. Quizá el olor de la tierra o la brisa del mar no es lo único cargado de goce. Quizá por eso no dejo de buscarme en todo, en lo que miro, en lo que pienso, en lo que siento. La luz de Madrid me parece distinta según el día, he descubierto que cuando amanezco  hay un pájaro cuyo canto no reconozco, quizá esté empezando ya el otoño, secretamente,  quizá todo venga avisando y no nos damos cuenta hasta que es tarde.

En cualquier caso siempre he confiado en mi intuición, en esa forma de saber lo que conviene con la velocidad con que se chasquea los dedos. Quizá por eso quiero correr hacia mis deseos más ocultos,  llegar hasta este hombre, dejarme vendar los ojos y  dejarme llevar hasta donde desee (yo, él)

Estamos ambos sentados frente a frente, me mira desde sus ojos negros y me sonríe, y yo no dejo de imaginarme sobre sus rodillas como una niña mala que espera. No sé bien qué. O quizá sí. Pero espero. Hablamos de nosotros. Porque se hable de lo que se hable uno siempre habla de sí mismo, de lo que ha vivido, de lo que le gustaría haber tenido, de lo que sueña con ser o tener… Mientras charlamos el aire del ventilador me acaricia suavemente las piernas. Él me toca el brazo con naturalidad y naturalmente mi imaginación se va a algún rincón para vivir por su cuenta mientras mi consciencia tiene una vida  paralela. Mi yo consciente sigue hablando con él tratando de no perder el hilo y mi yo inconsciente, sutil, divertido, juguetón, se va a un cuartito con él.

Hablamos de sexo y de amor, hablamos de fantasías y spank, hablamos de amistad y desamor, de esto, de lo otro, de amantes, de amados, de parejas, de encuentros y desencuentros… Mientras, mi niña mala se acerca tímidamente a él y pretende besarle furtivamente los labios. Él la detiene y la sujeta por la muñeca. La mira despacio y muy hondo, la trae hacia él y le acaricia la mejilla con un gesto de prepotencia. Ella trata de sonreír pero se siente turbada y excitada. Siente su corazón dando saltitos débilmente dentro de su pecho, algo grita dentro de ella pero aún no sabe qué.

Él la agarra por la muñeca y la sienta sobre sus rodillas. La huele aspirándola como si fuera una flor y ella siente como él captura su aroma aspirándolo como si le estuviese sorbiendo la sangre. Le acaricia las piernas, mete la mano entre los muslos, los aprieta y yo siento un alien golpeando en mis entrañas. Tira de ella y le da la vuelta tumbándola sobre sus piernas, piensa en sujetarla pero no lo hace. Ella suplica secretamente que lo haga. Acaricia su culo, lo aprieta. Parece un ritual, y lo es y no lo es. La mano de él se adentra debajo de la falda y palpa la suavidad de sus muslos, la acaricia, la desea. Un dedo se cuela debajo de las bragas, roza su rajita. La niña mala se muerde el labio y suplica en silencio, suplica y desea, desea, desea. Los dedos de él hurgan en su coño, se deslizan en la humedad de su agujero, pellizcan, manosean y ella siente el vicio moviéndose entre sus piernas. Entonces él se detiene. Saca la mano.

Y como si de repente se parasen todos los relojes del mundo siente una palmada en su culo. Su columna se retuerce de gusto. Luego van cayendo el resto. Un azote, otro, otro, otro, otro, otro…siente como sus nalgas se enrojecen y su cabeza se va sumiendo más y más en otro plano de realidad, quizá en algún lugar entre la consciencia y el deseo. Sí…quiere más (soy una niña avariciosa y ansiosa…)

Oigo el ruido de la calle, pasa gente riendo y una moto hace crujir mi irrealidad…parpadeo y mis pestañas parecen llevarme lejos, a mi íntimo universo, a ese cuartito donde  él me azota y me soba el culo, donde me arde la piel y las ganas, donde deseo más azotes y que me follen como nunca…

Me sube la falda y deja expuestas mis bragas rojas con lacitos. Pasa sus excelentes manos por mi culazo. Temo el próximo golpe y lo ambiciono. Él continúa con su ritual. Zas, zas, zas, zas y su mano aplasta mis nalgas con la eficacia de un martillo pilón. Zas, zas, zas, y cada vez más mi corazón se anuda en mi garganta, y cada vez más mi cuerpo tiembla y se retuerce de gozo, de ganas, de él, de mí, de un pacto único y numinoso.

Baja mis bragas dejándomelas por los muslos. Siento un deseo irreprimible de contraerme toda. Aprieto mi cuerpo y siento escalofríos. Tan pronto azota como acaricia, siento el ardor en la piel y el calor confiable de sus manos.  Introduce sus dedos en mi sexo, me besa el culo, me lo abre, lo lubrica, hurga en él, suave, deliciosamente lento. Y luego vuelve a azotarlo para llevarme a un estado de paroxismo donde mis sensaciones se confunden con las suyas…

Mientras mi cuerpo arde escucho mis propios jadeos enredándose con las sábanas, mi boca babea mis gemidos, tiemblo y también escucho el deseo de él a través de su respiración. Su polla está tan dura que parece que vaya a clavármela  en el vientre y no he deseado nunca tanto que me follen. Mi coño es una poza inefable de impudicia y él puede notarlo en sus dedos…

Ambos exhalamos nuestra excitación dejando suspendido nuestro tórrido  aliento en el ambiente. Me sujeta nuevamente por el brazo haciéndome una indicación para que me levante.

-         ¿Estas bien? – me pregunta -  Y yo le respondo afirmativamente sonriendo. Tengo las nalgas encendidas e intensamente doloridas y el pelo revuelto.

Me acaricia nuevamente la mejilla pero esta vez como dándome su conformidad. Yo estoy temblando de ganas dentro de mi propio regodeo.

-         ¿No vas a follarme? – le pregunto ingenuamente

Entonces se levanta, algo cruje dentro de mí. Me recuerda que debo ganármelo y que debo escribir lo que me ha encomendado…sus palabras resuenan en mi esternón como una cacofonía cuando dos personas  hablan al mismo tiempo: su “yo” en mi consciencia y en mi inconsciencia. Le observo fascinada y le pregunto que por qué me mira así. Me sonríe como si supiera algo que yo desconozco y me responde que  no me mira de ningún modo.

Vuelvo a casa. Hace tanto bochorno en el metro que hasta el olor alude a la ola de calor, unas gotas escurren por mis corvas, no estoy segura de si es sudor; seguramente mis braguitas rojas destilan los desperdicios de mi lubricidad. El calor del metro adoba mis jugos en un olor deliciosamente acre y dulzón. Sí, me adoro emputecida, con mis bragas húmedas y un temblor de piernas recordándome quien soy…

Observo mi reflejo en el cristal del vagón, mi imagen se desdibuja, me voy borrando partes de mí que no quiero porque sé que soy yo y otra, otra más absoluta, más exacta, más conmovida, más yo. Y sé que antes o después encontraré mi magnífica luminiscencia.