sábado, 29 de marzo de 2014

BRAVA




Hoy hemos vuelto a cabrearnos. No sé porque nos pasa tanto últimamente. Bueno sí lo sé, pero ninguno de los dos lo va a reconocer.

Hubo un tiempo en que usábamos el sexo para “hacer las paces”. Ahora no, ahora usamos el cabreo para follar. No sé por qué. Bueno sí, sí lo sé.

Ya no sé por qué ha sido. Alguno de los dos ha estado diciendo tonterías sobre algo del otro. No puedo recordar si has estado criticando mi modo de decir las cosas o era yo quien se quejaba de tus neuras… Lo que sí sé es que antes de irme me has soltado desde la puerta un sonoro “que te den por culo”. Ese “que te den por culo” ha sido una señal…yo lo sabía, y por supuesto, tú también… una forma de decirme…”yo sí voy a darte por el culo, guapa”. Me he sonreído por la escalera, pero no te imaginas que cara de mala hostia llevaba.

Cuando he llegado al muelle estaba que echaba chispas... He estado dando vueltas un rato, mirando a la ría, casi se me saltaban las lágrimas de la rabia pero estando tan enfadada no puedo llorar, así que he procurado no pensar en nada, soltando tacos contra el viento…haciéndote esperar a propósito…guardándome el cabreo por todos los rincones por donde me cabía, recorriendo el muelle una y otra vez como si me hubieran enjaulado allí, paseándolo arriba y abajo…hasta que ya he desandado todo el camino jurando en arameo, cagandome en todo, alimentando mi mala hostia…

No entraba la llave. Cuando por fin he podido abrir se me ha caído el bolso y todo lo que había dentro ha quedado desparramado por el suelo. Lo que faltaba. Me ha dado un arrebato. En cuclillas, con el pelo por la cara, la respiración entrecortada, hasta se me ha abierto la blusa y se me ha salido una teta, y al levantar la cabeza para devolver las cosas al bolso te he visto apoyado en el marco de la puerta…

- Que cara de hija puta pones…

Al oírte decir eso me ha dado un subidón de adrenalina, me han dado ganas de gritar, de pegarte, de empujarte, de hacerte daño…
De follarte como loca, cabrón…

Me he lanzado hacia ti y me has agarrado los brazos… Eres muchísimo más grande que yo, y por supuesto, muchísimo más fuerte. Por eso siempre te hace tanta gracia que siquiera me atreva a acercarme a ti. Te has echado a reír. Te reías muy fuerte. Te reías de mí, de mi mala hostia, de mi impotencia…y de mis ganas…

- Uy mírala ella que brava… Sabes que me gustas brava ¿verdad? ¿Me vas a pegar? ¿Sí?

Me has sujetado por las muñecas y acercabas tus labios a los míos para besarme. Eso me ha cabreado aún más.

- Déjame, déjame cabrón…no quiero ahora, no se te ocurra besarme eh? como me beses ahora te juro que…te juro…
- ¿Qué? ¡Qué! ¿Vas a pegarme? Venga, pégame, dame fuerte…

Te has acercado más, has hecho ademán de besarme, luego te has echado para atrás y por fin, al final, me has comido la boca en un único y prolongado beso.

Ese ha sido el primer asalto.

Se me han mojado las bragas. He tenido que hacer un esfuerzo para no gemir. Así que te he gritado a la cara…

- ¡Pero serás hijo de la gran puta! ¡Qué haces, suelta, suéltame!

Me has soltado. Mi respiración subía y bajaba fuerte. Parecía una olla a presión a punto de estallar. Me he quedado mirándote a los ojos, tratando que se me ocurriera algo que decir. Así que me he lanzado hacia ti con la boca y te he metido la mano en la bragueta. Tu polla estaba totalmente rígida, tan arrogante y feroz como yo, cualquier cosa menos indiferente. Te he comido yo también la boca y luego te he susurrado entre morreos:

- ¡Fóllame, hostia! Fóllame, fóllame, fóllame…

No sé qué me pasa cuando me cabreo así contigo. Me pone. Es como si toda la excitación y el calor que siento con el cabreo me recalentasen. Me entran unas ganas de follarte que me muero. De gritar. De follar y de gritar.

Me has bajado el pantalón de un tirón. Me los has dejado por los tobillos. La blusa abierta, las tetas por fuera del sujetador. Me has tirado al suelo y me has puesto a cuatro patas. El pantalón no me dejaba abrir bien las piernas pero te ha dado igual. Te has subido sobre mí como un animal, y me has clavado tu polla. Durísima. La sentía como un palo que quisiera castigarme. Entrando y saliendo muy fuerte de mi coño. Clavándose dentro. Dura, dura. Dentro, dentro. Muy duro. Mi culo se movía solo mientras te movías dentro de mi agujero. Usándome. Gimiendo sobre mi culo. Me he corrido en un orgasmo brutal. Pero mi coño seguía palpitando…

Ese ha sido el segundo asalto.

Me has agarrado por los brazos y has tirado de mí hasta la cocina. Te has sentado en una silla y me has puesto sobre ti. Seguía con el pantalón y las bragas por los tobillos. Me has puesto sobre tus rodillas. Por un momento he pensado que me ibas a zurrar. Mi respiración no daba abasto. Me he mordido el labio inferior.

- Eres una niña muy mala… tienes demasiado carácter…hay que endulzarte un poco nena
Me has acariciado el culo. Tus manos trazaban círculos en mi culo, luego lo has amasado, lo has besado…muy dulce, muy cariñoso. Has pasado tu lengua por mi culo, lengüetazos cortitos, besos y más besos…has pasado tu lengua por mi agujero, por ambos…he notado como crujía mi piel. He sentido como se me abría todo, como mi cuerpo, mi coño, mi culo respondían a todos tus mimos…y cada uno de mis poros se agitaba con tu tacto.

A pesar de tus caricias te seguías mostrando firme, arrogante. Me has sentado en el borde de la mesa. Yo luchaba contigo, no sé por qué. Seguía luchando. Tú me has mirado. Te reías, jadeabas y te volvías a reír.

- Quieta, brava, quieta que te va a gustar…ya lo creo que sí
Me has soltado un momento para acercar una silla y te has sentado entre mis piernas. Me las has abierto dejando mi coño totalmente abierto ante ti, mojado, esponjado, sonrosado, ansioso, hambriento… Deseaba que hicieras algo pero solo te has quedado mirando mi sexo como si se tratara de una de las siete maravillas. Absorto. Estaba segura de que estabas mirando como mi agujero se abría de ansia, como brillaba de la excitación y gotas de flujo se deslizaban fuera de él, y eso me ha puesto nerviosa. La ansiedad me devoraba. Sabía lo que venía a continuación pero nunca has tardado tanto. O no he sentido nunca de ese modo la espera. Algo maquinabas. Te has levantado solo un segundo, lo suficiente para alargar la mano y alcanzar el tarro de la miel. Has metido dos dedos en el tarro, te has chupado los dedos lentamente y luego has vuelto a meterlos en la miel. Me has puesto la miel en los labios. Me he relamido. Luego la has pringado mis pezones y te has relamido tú. Me has pintado toda con la miel… Has untado el coño. Con un dedo lo has estado untando sobre mi clítoris, muy suave, como si solo quisieras que me tocara la miel y no tú. Lo has lamido. Luego lo han hecho sobre los labios. Has vuelto a lamer. He dado un respingo. Me has bañado el agujero con ella. La miel en sí era una caricia. Estaba templada, pringosa, me ha gustado su tacto en mi coño. Luego has empezado a verter el tarro sobre los labios de mi coño. Ha sido una caricia deliciosa sentirla gotear en mi coño abierto, y luego has puesto tu lengua sobre él para recoger toda la miel. La del tarro. La mía. Has relamido todo mi coño con la lengua. He gemido sin parar, sin poder evitarlo, sin querer evitarlo… Con cada pasada me sentía estremecer. Me he puesto putísima. Gemía de ganas. Mi coño totalmente mojado de ti, de la miel, de mí. Mis piernas se han abierto y se han cerrado. Mi espalda se arqueaba para levantar mi pelvis hacia ti. Necesitaba tu polla como nunca…Te has puesto de pie. He sentido un escalofrío al ver tu polla brillando frente a mí… Así que te he gritado:

- ¡Fóllame! ¡Fóllame! ¡Fóllame!

Has pasado tu capullo por mis labios, untándote de miel. Has metido la punta solo. Me has acariciado la entrada del coño.

- ¡Fóllame! ¡Qué me folles joder!
Te has sonreído. Has seguido una y otra vez. Metías tu rabo un poco, te movías apenas dentro de mí pero sin meterte del todo, y luego volvías a pasar tu polla por fuera de mi coño…joder que suplicio más gozoso

- Fóllame bien, la quiero toda, por favor, por favor…
- ¿Si? ¿Quieres mi polla? ¿La quieres toda? Pero eso no puede seeer…eres demasiado bravaa
- Por favor ahora no…fóllame por favor, por favor


Has seguido torturándome…jugando con mis ganas mientras tu polla me hacía saltar como a una perrita amaestrada… Me mirabas atento mientras continuabas con tu estrategia. Me has mirado mientras me retorcía…metías tu polla y la sacabas, de vez en cuando hacías girar mi clítoris o te parabas según como has visto que reaccionaba yo…

- Eres un cabronazo…eres un cabrón, un cabrónn
- Siiii, siiii?
- Ohhhh
– en este momento me costaba ya mucho hablar – sii eres un cabrón…un cabrón, un cabronazo, un cabronazo

Te has reído, te has reído fuerte. Y has empezado a moverte más y más. Te sacudías fuerte. Tu polla me ha penetrado hasta el final. Completamente. Profundo. Te has seguido moviendo como una máquina de follar. Agarrado a mis caderas para coger impulso… Sentía que me partías por dentro. Pero joder lo que me ha gustado. Cuanto más fuerte me dabas más me has hecho enloquecer. Me gustas así. Perverso. Fuerte. Duro. Y así me has follado. Sin parar.

Ese ha sido el tercer asalto.

Luego te has sentado en la silla y me has sentado sobre tu polla…

Te he durado nueve asaltos…

En el quinto me has dado por el culo, tal como anunciaste. En el sexto hemos roto una cama (era algo vieja sí). En el séptimo estaba totalmente descontrolada mientras me clavabas contra la pared. En el octavo he llorado de gusto.

En el noveno estaba totalmente fuera de combate.

sábado, 15 de marzo de 2014

ALGO




(En blanco)
Es verdad que te espero cada tarde entre montones de ceniza, soy yo calcinada por el tiempo, ese tiempo que no alcanzamos nunca, ese tiempo que no existe y en que, quizá, alguna vez, podamos vernos.


(En verde)
No hay nada más bello que tu suciedad, porque en ella estás exento de raíces, dentro de ella resucitas de tus muertes y te revuelcas y me vuelcas como una jarra de inmundicia, luego relames, febril, el recipiente en el que me has disuelto y mi deseo concurre con el tuyo en fibras de saliva y ansia.

(En negro)
Siento su lengua vieja engrasándome los pezones, su tacto es pura náusea, cree que me gusta su polla hedionda y rancia ascendiendo hasta mi boca, o busca creerlo, yo le sonrío desde mi desprecio, pero sonrío con la goma elástica de mis labios
y trago.


(Con mariposas)
Abrázate a mí, hazme sentirte en la cintura con un rastro de labios inundando mi cuello, abrázate susurrándome amor y deseo, abrázate a mí y dime si mis caderas se sacuden hacia tu sexo y mis nalgas retiemblan con tus estrategias y mis movimientos, abrázate a mí que quiero morirme en tus brazos y tu exceso.

(Oscura)
Sé que ya estoy muerta. Lo acepto. No lo acepto. Hay un dolor centrífugo en ser consciente. ¿Sabrán el resto de los muertos que se han muerto? Pero hay que fingir esta vida anticipada, hay que sobrevivirla, sobrellevarla en ampulosas redundancias. La vida es una putada constante.

(Luminosa-rara)
Me da por el culo lo que diga esa señora. A mí me gusta respirar oxígeno y llenar mi sangre de aire, me gusta sentir fiebre, calor, escalofríos, y descender a los infiernos y abrasarme. Sacar el látigo,  fustigar a los vivos y a los muertos. Y cuando acabe de cansarme de azotar tanto desaliento, tanta duda, tanto escepticismo, tanto existencialismo y dolor de los cojones, me follaré a la vida, le haré una mamada y relameré de mis labios cada gota de substancia.





lunes, 3 de marzo de 2014

BREA






No sé por qué, pero espero que huelas a brea. Mucha de la gente que conozco detesta ese olor pero a mí me recuerda penetrantemente a mis primeros veranos adolescentes. Ahora el sexo es mejor pero entonces todo era un descubrimiento. Ahora daría cualquier cosa por poder tener esa curiosidad agreste, esa forma de mirar al mundo asomándome a él por vez primera. Tú me recuerdas eso. Porque solo quieres hacer cosas que no hayamos hecho antes, porque te acercas a mí con esas ganas, con ese misterio y eso me provoca y me excita sobremanera pero, además, me da mucha ternura.

Estos días estoy triste. Quizá por eso escribo poco, follo poco y me hago muchas pajas. Una vez alguien me dijo que existía una relación proporcional entre el dolor y las masturbaciones. Como si las personas necesitáramos arrancarnos la pena a base de pajas. Yo hoy llevo cuatro. Tres te las debo a ti. En parte es hasta tierno ¿te imaginas? Con todo el dolor que hay en el mundo podría decirse que la Tierra es una esfera enorme de gente gozando al mismo tiempo, sin saberlo. Quizá esa sea la única comunión, el gozo y el dolor incógnito. Todo eso por lo que pasamos y que nadie llega a saber nunca, todo eso por lo que sufrimos tanto, y lo sufrimos casi juntos. Casi. Y lo gozamos casi juntos. Casi.

El mundo se está volviendo un lugar demasiado pequeño para ignorar tantas cosas ¿será posible tanta gente haciéndose la idiota?

El caso es que a ti te imagino oliendo a brea, a esa que se pega a los pies en la playa, que es untosa y olorosa. Igual que te imagino desnudo y a mi merced. Me gusta pensarte en un cuartito en penumbra, con los ojos vendados, sobre la cama, deseoso y muy caliente, no solo excitado, sino muy caliente. La puerta está entreabierta y te susurro. Dudas, sé que dudas pero te gusta el juego. Mis manos se acercan a ti como lo haría mi yo adolescente, tentando, tratando de probarte por primera vez. No todas las pieles reaccionan igual a las caricias. Hay personas que se tensan tanto cuando las acaricias que parece que les vayan salir pinchos de la piel de un momento a otro. La mayoría tienen miedo. Otros se dejan hacer. Y hay personas que incluso lloran cuando las tocas. La gente nos tocamos poco, así en general, nos tocamos poco. A ti te imagino caliente y esperando mis caricias, hambriento de ellas.

Esto ya te lo he contado otras veces y siempre lo imagino igual, y siempre lo imagino distinto.

Por otro lado creo que estoy en deuda contigo. Una de esas deudas impagables. Pero a los amigos no se les debe nada.

Quiero hacerte gozar. Y sé el modo. Tú sabes que lo sé.

Me imagino susurrándote cerdadas al oído mientras rozo tu piel con los dedos, amaso tus dorsales o aprieto levemente tu culo. Te digo que se me están mojando las bragas de verte así y de tocarte, que me muero de calor y que voy a quitarme la ropa. Te digo que me tienes muy cachonda y que necesito frotarme contra ti. Te digo que me muero por tu polla, que no hay nada más que mi boca desee que sentir el tacto de tu capullo deslizándose en mi lengua.

Y me quito la ropa, y rozo mi cuerpo contra tu cuerpo, y dejo que sientas las proporciones de mis tetas y la dureza de mis pezones en tu espalda. Mis manos siguen sobándote pero aún quiero más. Quiero probarte.

Acerco mi cara a tu cuello, mi nariz pegada a tu cogote, aspiro y te huelo. Sí, hueles a brea. Te muerdo el cuello. Lo beso. Lo lamo. Y mi lengua se convierte en un ser que se arrastra acuoso por tu columna. Tengo ganas de polla. Hundo mi cara en tu culo y mi boca mordisquea, besa y enloquece. Te oigo gemir y observo como levantas el culo. Sé que te mueres porque te coma la polla. Suspiras y me llamas “hijaputa” y yo sigo obcecada lengüeteando, indagando en los misterios de tu gozo y del mío.

Te doy la vuelta. Tu polla está tan dura y brilla tanto que parece un hierro al rojo. Me susurras que quieres verme pero no te dejo. Tu pecho sube y baja de pura lujuria. Rozo la punta de tu rabo con la lengua, con mi mano sostengo tu polla por la base, parece llenarse más de sangre. Sé que quieres más. Por eso no te lo doy aún. Sigo palpando con la punta, toqueteando el frenillo, penetrando levemente el agujero, trazando círculos en el prepucio. Después te pajeo, mi mano sube y baja apretándote la polla con cuidado pero firme. Te pregunto cuanto me pagarías por mi masaje pero no contestas. Paso mi boca por el tronco, besándote toda la polla como un camino infernal hacia tus huevos. Los lamo también. Te voy llenando de saliva, de una lascivia acuática y frenética. Sé que sientes al tiempo el calor y el frescor de tus huevos. Te noto cada vez más salvaje, como una fiera incapaz de contenerse. Sé que estás hipercachondo. Me pides otra vez verme pero obvio tus quejas y sigo comiéndote los huevos mientras mi mano sube y baja lentamente por tu polla descapullándote. Me suplicas verme. Estoy metidita entre tus piernas como un animal al acecho. Te digo que te quites la venda y, mientras te miro fijamente a los ojos, te pajeo con una mano y me masturbo con la otra. Ni siquiera parpadeo. Mi boca parece abrirse sola despacito como si se estuviera preparando para ti. La dejo que babee sobre tu polla mientras sigo moviendo mi mano cada vez más deprisa. Tu también me miras, fascinado, jadeando, echando la cabeza ligeramente hacia atrás. Mis pupilas se clavan en tus pupilas dilatadas. Y sigo moviendo mi mano cada vez más deprisa, manteniendo el ritmo que supongo te gusta a ti. Te pregunto nuevamente: “¿te gusta?”, me contestas a duras penas que sí, que “ohh dios te encanta, que no pare”, y yo vuelvo a preguntarte por mis honorarios, “venga dime cuánto vas a pagarme por la paja”, me dices que no sabes, que por favor no pare, que te mueres, que te encanto y yo vuelvo a preguntarte con cara de guarra mientras te miro “venga, dime cuánto, cuánto vas a pagarme por la paja”, dices que no sabes, que mucho que todo lo que llevas. Entonces paro.

El silencio se hace más denso. Tus jadeos y los míos más grandes. Dejo mis manos sobre tus muslos. Abro la boca y engullo tu rabo lentamente. Más, más. La noto toda dentro de mi boca. Todo tu placer emanando calor sobre mi lengua. Toda tu lujuria invadiendo mi garganta. Me ahogo en tu sexo y en tu celo. Me siento poderosa y desmedidamente cerda. Me entran unas ganas horrorosas de correrme pero aguanto, aguanto un poco más. Respiro. Levanto levemente la cabeza. Tu polla es un amasijo de saliva y ganas. Hilos de espuma cuelgan de mi boca a la punta de tu rabo. No dejo de mirarte. Vuelvo a mi ejercicio, te la como tan profundo como soy capaz, descanso apenas un momento y vuelvo nuevamente a tu sexo.

Me corro. Adoro correrme mientras te como la polla, mi boca tiembla y traga al tiempo que mi coño se contrae de gusto. Mis gemidos se rompen en tu rabo, me tiembla la espalda y sé que tú también estás a punto de correrte. Entonces me multiplico y lamo y trago, te pajeo y te miro, abro la boca y te suplico tu leche en mi lengua. Te miro tan fijamente que podría cortar el aire con las pestañas. Entonces sí, tu semen se precipita sobre mí, me llega, me atraviesa, me riega de vida y abandono, te siento temblar, tus caderas se adelantan, tus gemidos se ahogan en tu garganta y tu olor a brea me penetra, ese olor oleoso y fuerte inundándome de ti, de tu placer, del mío.

Esos segundos después son más míos que nada. Son tan solo diez segundos, apenas lo que se tarda en tomar una respiración profunda, ese instante en que empiezas a dejar de desearme y te aflojas como una nube cuando llueve y, en cambio, eres mío, inagotablemente mío, sin saberlo, de igual manera que puede que jamás llegues a saber lo infinitamente tuya que he llegado a ser.

Sí…apuesto a que te daría morbo pagarme…