lunes, 2 de junio de 2014

MARTA Y LA TEOLOGÍA





Marta siempre me penetra con sus frases contundentes y esa sonrisa de niña puta. A veces me pregunto cuanta realidad puede caber en una sola frase. Porque Marta tiene el don de llenar cada una de sus frases con una rotunda realidad: “Una polla sabe a un jodido culo, tía, y nada más”.  Le digo que eso va en gustos, que las que yo he probado me han sabido a gloria. Cualquiera podría pensar que a Marta le falta un poco de poesía y yo, en cambio, que cabalgo sobre cada una de sus oraciones como una diestra amazona, a la inglesa, tum tun tum tun tum tun, apretando el culo, conteniendo la respiración, enderezando la espalda, creo que hay algo mágico y lleno de poesía en esas frases clarividentes. Desde luego si hay algo que me mola de Marta es su total falta de tacto para decir lo que piensa. Pasa de retórica y de zarandajas.

Y así vamos pasando de un tema a otro mientras yo tropiezo cada dos por tres en su ajustada sonrisa. Hay personas con las que es muy fácil desnudarse. Y hablamos de hombres y sexo, y sexo sin hombres. Y hablamos de cosas muy duras descojonándonos de risa, por que cuanto más duro es un tema más hay que reírse. Eso Marta lo sabe, pero hay muy poca gente que de verdad sepa esto.


Luego me quedo suspendida en mis divagaciones al respecto, como que lo que tú le das a un tío en una mamada siempre es en progresión geométrica (sé que hay muy pocos que sepan que es la jodida progresión geométrica…pero aún menos qué es lo que se da en una mamada, cosas de la teología ) Y lo peor es que las mates se me han dado fatal siempre. Y que sé que esa progresión geométrica seguirá su curso perseculam seculorum, conmigo o sin mí. Pero que detrás de todo eso, y por mucha poesía que le busque, para Marta  hay una sola verdad indisoluble: una polla sabe a un jodido culo.


Pero siempre vuelvo a mí. Lo que yo doy es solo lo que busco. O debe serlo. Que mágico me parece hoy eso de conformar la realidad. Eso lo sé o no podría seguir. Sí que debe ser cierto que somos lo que pensamos. ¿Qué si no?


El caso es que mientras Marta hablaba, a mí me parecía estar observando a una Diosa (paso de religiones pero las Diosas molan) disertando sobre una especie de teología. La mística de Marta. El oráculo del culo. La polla sabe a culo.



Que lo sepas.


(La canción la subo porque a Marta le encanta...)


Este post ya lo había subido, pero es que hoy me he acordado mucho de Marta. Te echo de menos, cabrita, que lo sepas.

lunes, 26 de mayo de 2014

INSOMNIO


Me estremezco por las noches, ahora que soy feliz. Ahora es cuando no duermo y no, entonces. Hay veces en que siendo el mundo un lugar desierto y hostil puedo sentirme afortunada tan solo por un latido: el tuyo.

Hasta ayer, creía estar aquí siendo tan solo un testigo de mí misma, como si estuviera viendo una película sobre alguien que me importara muy poco. Tratando de recordar aquello que había vivido para relatar una parábola de lo que fui, de lo que iba siendo. Quizá con el propósito de ocultar a base de sucesos el vacío de no haberte conocido.

Y cuando vino la tristeza, la de verdad, la pena negra, el pozo oscuro y salvaje que hemos de vivir y sobrevivir y soportar, todos los secretos que articulaban esa pena me estallaron en la cara. ¿De qué sirve lo vivido cuando no eres? . Y ahora siento que eres el único secreto que merezca la pena. Una forma de última frontera.

Cierro los ojos y no dejo de oír en mi cabeza la canción de Jessica, ese compás distorsionado donde apareces con nitidez en medio de la perplejidad. Ahora existo en tu cuerpo, y te has incrustado bajo mi piel como algún tipo de hematófago para succionarme, no sé, algo que tengo y que de algún modo, no es del todo mío y que puede que vaya transformándose en nosotros. Quizá le supongo demasiado al amor, ¿pero sobre qué otra cosa podría tener esperanza?

Los días transcurren como algo virtual y apenas puedo sentirlos, cada momento es esperar el instante de volver a verte, de hablar contigo, de penetrar en ese pensamiento tuyo, tan genuino, tan auténtico, cada segundo es otro para volver a sentirte, de rozar tu piel aunque sea levemente, de aspirar tu olor, de verte gozar y sentir, de besarte o de lamerte o morderte, o de que me devores o hagas conmigo lo que te parezca, porque hay algo de mí que se ha muerto al llegar tú, algo inmundo, oscuro, pegajoso y tremendamente destructivo, así que ya no puedo temer nada de lo que tú puedas hacerme más de lo que puedo temerme a mí misma. Aún no te conozco y, en cambio, no deseo otra cosa que poder ponerte bajo mi lupa y verte. Ver lo que, en realidad, eres. Sopesarlo, medirlo, experimentarlo, vivirlo. Vivirlo.

Te deseo en un nimbo de temblores donde se mezcla la lujuria, el amor, la curiosidad, la complicidad, lo brutal, ese abismo oscuro e infinito que somos cada uno y que no mostramos jamás a nadie, ni siquiera a nosotros mismos, todo eso que enterramos en nuestra narcótica esencia porque creemos que nos mataría. Te miro y te veo con claridad y cerrazón al mismo tiempo. Sé que te miro bajo el prisma de aquello que deseo, pero al mismo tiempo te deseo por cuanto veo de ti.

En mis sueños me haces el amor dulcemente, como aquella primera vez donde quizá, sin querer, nos encontramos. Y tu dulzura evoca lo feroz porque solo se puede abrir la caja de Pandora desde la inocencia, y la curiosidad es cándida e imprudente como un niño pero también aterradora y atroz.

Te sueño en mi insomnio cada noche y cada sueño es la trayectoria de una honda lanzada desde lejos. Se precipita sobre mí sin que pueda hacer nada para evitarlo. A veces eres dulce y suave como tu piel, me acaricias la espalda y rozas mis labios con cuidado, parece que temieras que me deshiciera como un castillo de arena, otras tus besos se enturbian y se dejan llevar por lo que también eres, una bestia, un instinto, un hombre. Entonces me besas con violencia y me arrancas los besos y la ropa.

Te percibo en mis delirios con claridad. Cerca. Y deseo ser tuya como no he sido jamás de nadie. Deseo que me beses o acaricies, que me aprietes, que me azotes, que llegues a mí en tu incandescencia, en tu modo de sentirlo todo, de caer en todo cuanto amas, porque estando contigo puedo sentir esa luz tuya de ser con el mundo, y adoro todo cuanto me hace sentir esa luminaria.


Te descargas en mi vigilia como un rayo y te siento a fogonazos de luz, trueno y temblor. Me miras desde dentro de mí, como una rendija hacia ese universo que soy, que puedo ser. Y aquí, dentro, pasa todo.


En estos flashes de realidad te evoco o te deseo. Tus dedos acarician mi rostro mientras tus besos se desbordan sobre mi piel. Me muerdes la boca, lames mi lengua, buscas mi esencia en una extraña pirueta de lengua, saliva y ansia. Mi espalda se arquea y tus caderas se adelantan hacia mí. Me siento distinta, plena, como si volviera a descubrir el sexo. Esas ganas inmensas de follar y hacer el amor, y de hacer el amor y follar en un bucle sinérgico cuya consecuencia es mi delirio. En esos destellos de ti, te abrazo, siento tu cuerpo (y tu mente) como un ente creado para mi gozo. Te como la polla despacito, dándome tiempo para deleitarme en la forma que tienes de mirarme, para detener el tiempo en esos gemidos profundos y cortos que haces como para recrearte en lo que sientes, tu rabo crece en mi boca y en mis sentidos, me impaciento de ti y de tu placer, casi puedo sentirte como si fueras tú, casi puedo sentir el placer que te producen los movimientos de mi lengua en la piel de tu prepucio, el escalofrío que te recorre, el deseo de correrte, de follarme la boca, de follarme viva, la necesidad de descargar tu leche en mí cara, en mi lengua, las prisas por hacerme tuya. Puedo sentir tu cariño y la necesidad de quererme, y puedo sentir mi pasión en la boca y entre las piernas, hasta agotar todas las formas que conozco de comerte la polla.


En esas flechas de energía te encuentro follándome como un poseso, con la cara desencajada por tu lujuria y los ojos mirándome dulce y entregado. No puedes imaginar como me conmueve tu ternura, esa dulzura que temes y que escondes pero que me muestras furtiva pero constantemente. Te reclinas sobre mí , abro las piernas, o se abren solas porque saben que vienes, metes tu polla en mí, dentro, dentro. Me llenas, me abres, me retuerces. Mi coño se estruja contra ti, te ama, te necesita. Me follas como un animal , subes mis piernas, las enredo en torno a ti, me doblo, te sufro, me derrito. Algo por dentro retiembla, debajo de mi ombligo, me arden los riñones y siento un frío inmenso en la nuca, tus caderas continúan abrasándome el coño, el placer crece y crece, te miro, me pellizcas los pezones, metes un dedo en mi boca, lo lamo, me corro como si mi éxtasis hirviera en un caldo infernal haciendo burbujas. Me quema tu placer y gimo como si estuviera muriéndome de ti.

Mientras no duermo, te pienso de mil maneras. A veces usándome, a veces usado.
Te pienso sexual y te sueño amoroso, te deseo animal y te amo tierno. Y en la mezcla de ambos te voy encontrando y conociendo. Algunas veces me atas, o dejas abiertas mis piernas, me dejas expuesta y vulnerable, extiendes el tiempo como si fuera un jodido tirachinas y cuando menos lo espero, zas, disparas. Creo que vas a azotarme, y sí, alguna vez me azotas pero otras me das placer, y en esa confusión enloquezco de cerdez. Acaricias mi piel y luego la azotas, me follas duro o suave, me follas la boca o el coño o el culo, a tu antojo, y me siento tan tuya que tengo ganas de gritar para que todo el mundo lo sepa. Soy tuya. Tuya, tu perra, tu juguete, tu bicho, tu experimento, tu amante...
Te sueño como algo mío, como ese insecto al que puedo arrancarle las patas y ver como se retuerce mientras lo hago. A veces experimento con tu dolor, otras con tu placer. Te doy o te quito a mi antojo y me voy volviendo una puta zorra ansiosa de ti, de todo cuanto puedas sentir bajo mi pie, y adoro sentirte entregado, sometido, mío.


Te imagino atusándome los rizos, haciéndome mimos y caricias, apretándome contra tu pecho, musitando cosas sobre ti, o sobre mí. Y me hundo, definitivamente, en tus cariños, en tu voz, en los latidos de tu corazón, en el aire que vas respirando conmigo...


Pero no te detienes, sigues besándome, acariciándome, follándome, pellizcándome, amándome. Me doblas, me colocas a cuatro patas, vuelves a follarme, me buscas de lado, de pie, buscamos posturas imposibles conducidos por la concupiscencia, y me corro en cada una de ellas y en cada una de ellas te amo y me amas. Y sentir tu amor es todo cuanto necesito para saber que no es un sueño, que no voy a despertarme, que jamás he estado más despierta.


lunes, 12 de mayo de 2014

LA ENFERMERA







Fue comenzando el verano. Ya no tenía clases ni curro ni nada concreto que hacer. Pasar de estar todo el día ocupada a aquel estado contemplativo me dejó algo noqueada. Aquellos días estuve como ausente. No tenía ganas de hacer nada de lo que habitualmente hago. Las tardes iban cayendo una tras otra mientras lo esperaba sin hacer ninguna cosa. Había días que me los pasaba enteros paseando desnuda por la casa, masturbándome en el baño, en la cama, tendida en el suelo, probando nuevos modos o fantasías distintas, experimentando con mi cuerpo mientras a través de la ventana me llegaban los graznidos de las gaviotas y el sonido del océano rompiendo contra el rompeolas. Siempre he pensado que el olor del mar me pone cachonda, que el aroma del aire adobado de algas y salitre me revuelve la sangre y provoca a mis células a la lascivia.

Cuando él llegaba lo asaltaba y nos poníamos a follar como posesos. Fue una buena racha. Me pasaba el día caliente y él siempre estaba dispuesto. Follábamos en la cocina, en el baño, en un sofá, contra el mueble de la entrada, tirados por el pasillo, en cualquier sitio donde nos pillara el calentón.

Uno de aquellos días me acordé de que tenía una de las batas del laboratorio relegada al fondo del armario porque me quedaba algo estrecha. Mi amiga M. me había hecho el favor de entallarla porque me gustan más así, pero se había pasado un pelín y la dejé allí olvidada porque no podía trabajar tan “apretada”.

Estuve revolviendo el armario y allí estaba solitaria, blanquita, entalladita... Me la probé. Me quedaba realmente bien, resaltaba mis curvas, pero, efectivamente, no creo que hubiera podido ir así al trabajo sin que alguien se me hubiera echado encima. Pensé que faltando un par de botoncitos que dejaran mi escote al descubierto y subiéndola hasta el muslo quedaría estupenda. Rebusqué en un cajón de la mesilla y mis medias blancas estaban intactas. Saqué un liguero blanco también y un sujetador con encaje que apretaba mis tetas contra el último botón de aquella bata sobresaliendo mi pecho del escote. Perfecto.

Solo me faltaban los zapatos. Aunque los zuecos del laboratorio pudieran darle un aspecto más auténtico a mi atuendo no me parecieron nada sexys, pero no tenía zapatos blancos. Me decidí por unos taconazos rojos que hacía años que no usaba porque es realmente una tortura caminar con ellos, pero pensé que merecía la pena un poco de “sacrificio”.

Me dirigí al baño en busca de mi botiquín de primeros auxilios que tiene una provocadora cruz roja encima de la tapa. Hice recuento de lo que había que me pudiera servir aunque nada más fuera para asustar. Saqué algunas cajas de medicamentos y metí algunos de mis juguetes,  lubricante...no sabía qué iba a usar pero supuse que el hecho de que yo abriera aquella caja y mi amante la encontrara llena de chismes susceptibles de ser usados con él le haría sentirse confuso y deliciosamente sorprendido.

Me di una ducha, me vestí y le esperé dispuesta a ser la mejor enfermera del mundo.

Cuando él llegó y me vio de esa guisa se quedó impresionado:

- Guaaaa, pero ¿esto qué es? Jajajaja, eres la caña, ¡te has vestido de enfermera! Joder estás…estás…muy…no sé, joder ¡estás para comerte!

Me quedé mirándole muy seria, sin tener en cuenta sus comentarios y muy metida en mi papel le escruté:

- Creo que ha venido usted para la revisión. Tiene usted muy mala cara... Haga el favor de pasar, desnúdese y túmbese en la camilla que tengo que examinarle, por favor.


Por supuesto, me hizo caso, de hecho no recordaba haber visto a nadie desvestirse tan rápidamente. Me excitó ver como se desnudaba con prisas, arrastrando sus pantalones hasta el suelo, sacándose el calzado poniendo un pie contra el talón del otro, quitándose la camisa de cualquier manera. Su cuerpo se exponía ante mí como un trofeo. Me parecía que realizara sus gestos a cámara lenta, inflándose sus triceps al elevar los brazos, endureciendo los abdominales al echarse hacia atrás, respirando tan fuerte que podía oírle, mi boca estaba seca y percibía mi coño abriéndose, caliente, oloroso, encendido.

Me encantó verificar que ya estaba duro como una piedra pues al quitarse el calzoncillo su polla dio un salto zarandeándose. Se tumbo y se quedó mirándome expectante.

Me acerqué a él con muchísima malicia y cogí su rabo con dos dedos moviéndolo de un lado a otro como si lo estuviera observando.

-  Uy uy me parece que tiene usted una inflamación aguda.
- Sí, enfermera, ya lo creo, estoy fatal, va a tener que hacer usted algo para aliviarlo.
- Haga el favor de callarse mientras le miro porque me distrae y así no puedo explorarle.

Se quedó callado ante mi muestra de superioridad, pero mientras yo sostenía su verga entre mis dedos él movía ligeramente la pelvis.

- ¿Le duele aquí? – pregunté fingiendo una voz inocente.
- Mucho – contestó él sin dejar de mirarme.

Agarré su polla con firmeza pero suavemente, y comencé a pajearle despacio, lento, muy lento, tirando de la piel, dejando salir su prepucio. Dejé mi lengua fuera, la boca abierta, mi saliva se vertió sobre su glande. Lubriqué su polla. Él cerró los ojos y se dejó hacer. Sabía que deseaba que la metiera en mi boca pero no lo hice. Luego fui subiendo la intensidad de su paja. Fui más deprisa. Su polla más dura. Yo más deprisa, más, un poco más. Le noté cerdísimo. Un poco más. Mi mano iba tan deprisa que estuvo a punto de correrse. Me detuve.

Sabía que la situación le turbaba y me alegré de que me siguiera el juego. Sobre todo porque podía observar a cada momento lo febril que se estaba poniendo. No tenía ni idea de qué le iba a hacer, en realidad, ya le daba lo mismo.

Me separé un poco de él, me abrí el escote y dejé mis tetas al aire. Él no dejaba de mirarme. Comencé a tocarme las tetas de manera obscena, las cogía entre mis manos y las acercaba a mi boca dejando caer saliva sobre ellas, luego las embadurnaba y seguía sobándolas. Me senté en una silla que había dejado cerca, subí mi falda y coloqué una pierna más alta para que pudiera observar mi coño desde donde estaba. Estoy segura de que la visión de mis muslos aprisionados por los ligueros y  mi coño al aire le puso malísimo.

- Enfermera, enfermera
- ¿Sí?
- Voy a levantarme, quiero…
- ¡No, no, no, debe quedarse ahí, quietecito o tendré que llamar a seguridad! - le dije con voz condescendiente
- Está bien, no me moveré

Yo seguí tocándome descaradamente las tetas, la cintura, las caderas, el coño. Saqué el dildo más grande del botiquín y lo metí en mi agujero. Entraba y salía con facilidad, cadenciosamente, provocando en él un efecto hipnótico. Lo sacaba y metía lentamente mientras él observaba mis gestos, mi boca entreabierta, mis pezones duros, mi sexo acuoso. Volví a pararme.

Me acerqué de nuevo hasta él. Cuando toqué su piel me pareció que sufría escalofríos, pero no dijo nada. Me coloqué entre sus piernas y dispuse su polla entre mis tetas. Dejé que mi saliva cayera sobre su rabo, abría mi boca y escupía sobre ella, muy guarra, muy muy guarra. Él movía las caderas y su polla se deslizaba entre mis hermosas y húmedas tetas. Sacaba la lengua y se la ofrecía, más y más. Era todo un espectáculo el movimiento casi sincronizado entre su polla y mis tetas, arriba y abajo, expandiéndonos, carnales y viciosos. Volvía a sacar la lengua y rozaba su capullo con ella. Luego me incorporé un poco, le mamé hasta bien adentro y otra vez entre mis pechos; y así hasta que me pareció que podría correrse. De nuevo me contuve.

- Bien, ahora haga el favor de darse la vuelta.
- Bufff, estoy muy muy salido, venga siéntate aquí.
- Le he dicho que haga el favor de darse la vuelta, no quisiera tener que repetírselo.

Suspiró profundamente pero se dio la vuelta. Coloqué mis manos sobre su espalda y amasé su cuerpo mientras pegaba mi cuerpo al suyo. Me senté sobre su culo y hacía mover el mío al tiempo rozándome contra él. Soltó un gruñido de gusto y yo continué con mi trabajo. Le besé la espalda, le mordí los hombros, me revolvía sobre él con movimientos sinuosos notando como cada vez estaba más y más cerdo. Fui bajando despacito, beso a beso hasta su culo, le lamí las nalgas y profundicé hacia su ano, sus gemidos me estaban volviendo loca. Levanto el culo como una puta dispuesta para ser follada y yo le comí el culo con auténtica complacencia, agarré su polla y le pajee mientras tanto. Me puso frenética mantenerle en aquella postura entre humillante y suplicante, me puso totalmente fuera de mí, me pareció que entraba en otra dimensión donde solo cabía nuestra libídine y nosotros.

Entonces, de repente, él se dio la vuelta, se levantó, con cierta violencia me agarró por un brazo, puso una mano sobre mi espalda, me inclinó y me abrió las piernas.

- Déjate de juegos ya, no puedo más, voy a follarte, zorra.

Me sonreí. Y note su rabo ardiendo en mi coñito. Entró hasta el fondo de mí. Sin remilgos. Me folló sin parar, metiendo y sacando todo el largo de su polla, dándose el gusto. Me dio un azote y mi cuerpo se crispaba de lascivia. Me dio otro azote, me follaba y me azotaba. Entonces paró. Sus jadeos me ponían, si cabe, más frenética, más fuera de mí. Me acarició el culo. Me lo beso. Me lo comió. Sus labios fueron chorreando por mis nalgas hasta caer en mi ano. Sentí algo más allá de la lujuria, algo que hace que me contraiga por dentro como un trapo estrujado y vaya goteando mi vicio lenta pero certeramente, cada momento más intenso, cada instante más feroz, más rápido. Su lengua me empapó de placer. Lamía de mi coño como un gatito hambriento. Y sentí ese puterío agitándome por dentro, algo misterioso y sublime al mismo tiempo. Me lubricó bien el culo con cada beso, morreándose con mi oscuridad. Después metió un dedo en mi culo y se dedicó a mi coño.

Lo palpaba con la lengua en amplias lenguaradas, una y otra vez, me follaba con ella, metiéndola y sacándola de mi coñito como a golpes. Yo me sentía estremecer con cada gesto. Luego se dedicó a mi clítoris por entero mientras me penetraba con su dedo. Me corrí bañada en sus babas, tiritando con cada sacudida de mi orgasmo, mi culo se contraía alrededor de su dedo y gritaba su nombre sin poder evitarlo. Toda yo era un temblor.

Volvió a follarme. Metió su verga nuevamente en mi sexo, dando golpes contra mi culo, agarrándome por las caderas para ayudarse en sus embestidas.

- Vamos, zorra, haz que me corra ¿ves como me pones de loco, hostia?
- Sí, sí, vamos, dámelo, dame tu lechita, échamela toda donde más te guste que me muero por sentirla


Me puso tan cachonda oír sus embates contra mi culo que a punto estuve de volver a correrme. Siguió follandome hasta que le oí detrás de mí:

- Me voy a correr, me voy a correr…bufff

Y entre gruñidos dejó caer sobre mi culo su lefa traslúcida, templada, espesa. Adoré su cuerpo y sus ganas. Se dejó caer sobre mí, agotado y feliz, me besó el cuello y me apartó el pelo de la cara. Yo musité algo que no recuerdo. Vi uno de mis zapatos rojos tirados por el suelo y un poco más allá el botiquín con mis otros juguetes. Me sonreí.

- Creo que la próxima vez debería ser yo quien le ponga la inyección…



viernes, 25 de abril de 2014

SOY YO









Lo voy a contar hacia dentro. Para mí. Con esta voz mía que tienen mis susurros…



Hay un hueco entre mi carne y el deseo. Un espacio tan infinito como uno de tantos universos, como un agujero de gusano que me arañara la piel, profundizándome, haciéndome inmensa en sentido microscópico. Un agujero que se llena más y más cuando más ahondo, como cuando se cava en la arena de la playa y el agua es más agua y el mar es más mar y no cabe en el pozo más profundo de la playa más grande en el océano más insondable e inmenso …



Ellos vienen a por esa cosa viscosa y dulce, a por eso que soy y que no soy y que quizá puedo llegar a ser. Ellos vienen a por mí, sin mí, a por la carne, a por el aroma, a por las ganas, a por el coño… Y tampoco digo que esté mal. Es su deseo. Es su instinto. Y a mí me cuesta mucho renunciar a los instintos, o peor aún, renegar de ellos. Pero el caso es que ellos vienen sin saber por qué vienen. O quizá sí. Bueno creen estar seguros. Yo sí lo sé. Porque sí confío en esa cosa espesa y mórbida que son ellos, y que también soy yo, en ese misterio y esa revelación, es esa esencia que son y me sube y me baja como uno de aquellos vientos que perdí detrás de algún acantilado. Es lo que le pasa a mucha gente, que les faltan vientos… y terminan entrando en los demás a golpe de cuchillo. No son cuchillos pero duelen lo mismo.



Y puedo encontrarme en lo más raro para volver a perderme en lo más cotidiano, en esas pequeñas rutinas que hacen que un día vaya detrás de otro. Pero al final su boca me mastica retorciéndome de gusto y yo siento un placer distinto (aunque ya lo haya sentido muchas veces) cada vez en cada una de mis vértebras, y devuelvo ese placer porque no es mío, es de todo, es del aire que sostengo con cada gemido y cada gota de flujo que destilo con el gozo que se me entrega. Su polla me taladra, me divide, me parte en dos. (Me gusta la palabra polla, es la palabra más rotunda que tiene un hombre. Y me gustan los hombres y las mujeres rotundos. De una vez.) Y siento su fuerza y su estúpida arrogancia cabalgándome mientras repto por nubes de colores que su energía dispersa en ondas psicodélicas. Su semen, convertido en quintaesencia por alguna poderosa alquimia templa mi gozo y solo quiero ser las vibraciones que emanan desde dentro de mis gritos.

Soy yo. No necesito nada y lo quiero todo. Dispersarme en volutas de placer (incluso de dolor) para volver a reunirme en este océano de ganas…

Por eso sé que no importa no llegar a ninguna parte, no dirigirme hacia ningún lugar, solo importa lo que soy mientras estoy buscando, mientras estoy sintiendo, mientras estoy siendo, solo me importa sentir y poder cruzar este universo que soy yo.


viernes, 18 de abril de 2014

SINESTESIA



Acabo de llegar. Ha dejado de llover sobre la una y media. Solo un poco.

Estoy sola. Siempre lo estoy. ¿Acaso no somos solos?

Estoy profundamente sola. Profundamente mía.

Desnuda. Yo.

Que tentación tan grande es, a veces, ser consciente. De mí.

Lo único que tiene de malo es que estoy demasiado despierta. Demasiado alucinada.

Hay gente que se hace un porro. Yo no. Yo estoy demasiado alucinada para fumar nada. Lo he sabido siempre. Alguien me ha dicho que es que soy sinestésica, que no me hace falta meterme nada. Que confundo las sensaciones. Igual es eso. Aunque yo creo que sí. Que algo sí tengo que meterme.
Lo necesito.

Estoy flotando en una nube de yos. Como una droga que me mantiene despierta. Hipnótica. Y busco en la densidad del aire un volumen…para hacerlo mío…para llevarlo dentro…sentir su tacto en los labios, fundir su olor en mi lujuria, ver en púrpura cuando oigo jadear o apreciar la dulzura de la carne cuando penetra mi carne…

Me pierdo en un laberinto de colores hasta encontrar el “click.” Ese “click” que lo enciende todo. Imagino un universo en una puta gota. De ti. De tu polla, de agua. de mí. Y todo mezclándose en mi cabeza haciéndome sentir un placer especial en cada pequeño detalle. Explotando. Reventando en telarañas de colores sobre la piel. Observando, flipada, tus jadeos, tu piel, tu placer, escuchando el sabor metálico de tus besos, apreciando el aroma inmenso del deseo.

¿Acaso sentir no es lo bastante psicodélico?

Me he perdido en esa nube. Sigo flotando, flotando.

Joder ya son casi las tres y aún no he podido desprenderme de esta rareza mía de estar despierta. De mis extravagancias, de mis visiones, de mis luces, de mis sombras, de las nubes de colores. Es porque puedo sentir desde dentro. Es mi coño que me palpita y me susurra: estás viva…y yo lo siento en el borde de mis labios.

domingo, 6 de abril de 2014

ALMA




Hoy he cruzado la calle sin darme cuenta de que un bus se me echaba encima. Literal.

Ventajas de ser yo misma:

- Puedo hacerme inmune a los buses.

- Puedo hacerme pequeña, pequeña, pequeña. Mujer menguante en ciudad creciente de inmundicias.

- Puedo hacerme tan yo como un átomo partidario de la fuerza centrípeta de sus partículas. Partícula iluminada que se mantiene a oscuras en tiempo de crisis. Todo un portento.

Esto lo cuento porque, a veces, en mi locura, me pienso distinta, diferente, protegida por los dioses, incluso jodidamente inmortal…y esto me pasa sobre todo cuando siento la ausencia de ese espíritu que dice ser yo, cuando todo me da igual, cuando nada puede alcanzarme porque, sencillamente, no estoy… Me he ido, lejos, muy lejos (puede que más allá de Orión…) Te sientes inmensa, sí, pero es una estupidez creerse indestructible. Y es seguro que si vas buscando abismos los encuentras.

Joder si es que me lo dicen muchas veces: “Si no sabes si te vas a poner a escribir al llegar…no bebas…”

No he bebido pero estoy embriagadamente triste. Por eso tengo a Django Reinhardt en el reproductor de música, para que me reproduzca su amor y sus ganas. Para que me contagie de ese mínimo suspiro: alma.

Subo por las cuerdas de una guitarra que no es mía, pero al poco me lanzo por sus trastes hasta caer en su agujero.

Y en ese abismo procuro fortalecerme, arrancarme esta tristeza que me contamina a cada paso. Y en ese hueco armónico de gozo, de lucha, de fingida alegría sobrevivo, abro mi carne y me busco mi pequeño demonio. Y en ese espacio entre yo y yo…hay algo mágico…ese algo que me deja seguir poniendo un pie delante de otro y volver al mástil donde bailo, aunque no haya nada que merezca la pena más que seguir el puto ritmo. Donde quiero seguir bailando y nada más…

Si mi pena no sabe hallar su otro lado, viceversa de mí, ¿cómo alcanzar el alma que hace vibrar a mi guitarra…?

Y este cuerpo mío está esperando ser hallado … … … … en movimiento

sábado, 29 de marzo de 2014

BRAVA




Hoy hemos vuelto a cabrearnos. No sé porque nos pasa tanto últimamente. Bueno sí lo sé, pero ninguno de los dos lo va a reconocer.

Hubo un tiempo en que usábamos el sexo para “hacer las paces”. Ahora no, ahora usamos el cabreo para follar. No sé por qué. Bueno sí, sí lo sé.

Ya no sé por qué ha sido. Alguno de los dos ha estado diciendo tonterías sobre algo del otro. No puedo recordar si has estado criticando mi modo de decir las cosas o era yo quien se quejaba de tus neuras… Lo que sí sé es que antes de irme me has soltado desde la puerta un sonoro “que te den por culo”. Ese “que te den por culo” ha sido una señal…yo lo sabía, y por supuesto, tú también… una forma de decirme…”yo sí voy a darte por el culo, guapa”. Me he sonreído por la escalera, pero no te imaginas que cara de mala hostia llevaba.

Cuando he llegado al muelle estaba que echaba chispas... He estado dando vueltas un rato, mirando a la ría, casi se me saltaban las lágrimas de la rabia pero estando tan enfadada no puedo llorar, así que he procurado no pensar en nada, soltando tacos contra el viento…haciéndote esperar a propósito…guardándome el cabreo por todos los rincones por donde me cabía, recorriendo el muelle una y otra vez como si me hubieran enjaulado allí, paseándolo arriba y abajo…hasta que ya he desandado todo el camino jurando en arameo, cagandome en todo, alimentando mi mala hostia…

No entraba la llave. Cuando por fin he podido abrir se me ha caído el bolso y todo lo que había dentro ha quedado desparramado por el suelo. Lo que faltaba. Me ha dado un arrebato. En cuclillas, con el pelo por la cara, la respiración entrecortada, hasta se me ha abierto la blusa y se me ha salido una teta, y al levantar la cabeza para devolver las cosas al bolso te he visto apoyado en el marco de la puerta…

- Que cara de hija puta pones…

Al oírte decir eso me ha dado un subidón de adrenalina, me han dado ganas de gritar, de pegarte, de empujarte, de hacerte daño…
De follarte como loca, cabrón…

Me he lanzado hacia ti y me has agarrado los brazos… Eres muchísimo más grande que yo, y por supuesto, muchísimo más fuerte. Por eso siempre te hace tanta gracia que siquiera me atreva a acercarme a ti. Te has echado a reír. Te reías muy fuerte. Te reías de mí, de mi mala hostia, de mi impotencia…y de mis ganas…

- Uy mírala ella que brava… Sabes que me gustas brava ¿verdad? ¿Me vas a pegar? ¿Sí?

Me has sujetado por las muñecas y acercabas tus labios a los míos para besarme. Eso me ha cabreado aún más.

- Déjame, déjame cabrón…no quiero ahora, no se te ocurra besarme eh? como me beses ahora te juro que…te juro…
- ¿Qué? ¡Qué! ¿Vas a pegarme? Venga, pégame, dame fuerte…

Te has acercado más, has hecho ademán de besarme, luego te has echado para atrás y por fin, al final, me has comido la boca en un único y prolongado beso.

Ese ha sido el primer asalto.

Se me han mojado las bragas. He tenido que hacer un esfuerzo para no gemir. Así que te he gritado a la cara…

- ¡Pero serás hijo de la gran puta! ¡Qué haces, suelta, suéltame!

Me has soltado. Mi respiración subía y bajaba fuerte. Parecía una olla a presión a punto de estallar. Me he quedado mirándote a los ojos, tratando que se me ocurriera algo que decir. Así que me he lanzado hacia ti con la boca y te he metido la mano en la bragueta. Tu polla estaba totalmente rígida, tan arrogante y feroz como yo, cualquier cosa menos indiferente. Te he comido yo también la boca y luego te he susurrado entre morreos:

- ¡Fóllame, hostia! Fóllame, fóllame, fóllame…

No sé qué me pasa cuando me cabreo así contigo. Me pone. Es como si toda la excitación y el calor que siento con el cabreo me recalentasen. Me entran unas ganas de follarte que me muero. De gritar. De follar y de gritar.

Me has bajado el pantalón de un tirón. Me los has dejado por los tobillos. La blusa abierta, las tetas por fuera del sujetador. Me has tirado al suelo y me has puesto a cuatro patas. El pantalón no me dejaba abrir bien las piernas pero te ha dado igual. Te has subido sobre mí como un animal, y me has clavado tu polla. Durísima. La sentía como un palo que quisiera castigarme. Entrando y saliendo muy fuerte de mi coño. Clavándose dentro. Dura, dura. Dentro, dentro. Muy duro. Mi culo se movía solo mientras te movías dentro de mi agujero. Usándome. Gimiendo sobre mi culo. Me he corrido en un orgasmo brutal. Pero mi coño seguía palpitando…

Ese ha sido el segundo asalto.

Me has agarrado por los brazos y has tirado de mí hasta la cocina. Te has sentado en una silla y me has puesto sobre ti. Seguía con el pantalón y las bragas por los tobillos. Me has puesto sobre tus rodillas. Por un momento he pensado que me ibas a zurrar. Mi respiración no daba abasto. Me he mordido el labio inferior.

- Eres una niña muy mala… tienes demasiado carácter…hay que endulzarte un poco nena
Me has acariciado el culo. Tus manos trazaban círculos en mi culo, luego lo has amasado, lo has besado…muy dulce, muy cariñoso. Has pasado tu lengua por mi culo, lengüetazos cortitos, besos y más besos…has pasado tu lengua por mi agujero, por ambos…he notado como crujía mi piel. He sentido como se me abría todo, como mi cuerpo, mi coño, mi culo respondían a todos tus mimos…y cada uno de mis poros se agitaba con tu tacto.

A pesar de tus caricias te seguías mostrando firme, arrogante. Me has sentado en el borde de la mesa. Yo luchaba contigo, no sé por qué. Seguía luchando. Tú me has mirado. Te reías, jadeabas y te volvías a reír.

- Quieta, brava, quieta que te va a gustar…ya lo creo que sí
Me has soltado un momento para acercar una silla y te has sentado entre mis piernas. Me las has abierto dejando mi coño totalmente abierto ante ti, mojado, esponjado, sonrosado, ansioso, hambriento… Deseaba que hicieras algo pero solo te has quedado mirando mi sexo como si se tratara de una de las siete maravillas. Absorto. Estaba segura de que estabas mirando como mi agujero se abría de ansia, como brillaba de la excitación y gotas de flujo se deslizaban fuera de él, y eso me ha puesto nerviosa. La ansiedad me devoraba. Sabía lo que venía a continuación pero nunca has tardado tanto. O no he sentido nunca de ese modo la espera. Algo maquinabas. Te has levantado solo un segundo, lo suficiente para alargar la mano y alcanzar el tarro de la miel. Has metido dos dedos en el tarro, te has chupado los dedos lentamente y luego has vuelto a meterlos en la miel. Me has puesto la miel en los labios. Me he relamido. Luego la has pringado mis pezones y te has relamido tú. Me has pintado toda con la miel… Has untado el coño. Con un dedo lo has estado untando sobre mi clítoris, muy suave, como si solo quisieras que me tocara la miel y no tú. Lo has lamido. Luego lo han hecho sobre los labios. Has vuelto a lamer. He dado un respingo. Me has bañado el agujero con ella. La miel en sí era una caricia. Estaba templada, pringosa, me ha gustado su tacto en mi coño. Luego has empezado a verter el tarro sobre los labios de mi coño. Ha sido una caricia deliciosa sentirla gotear en mi coño abierto, y luego has puesto tu lengua sobre él para recoger toda la miel. La del tarro. La mía. Has relamido todo mi coño con la lengua. He gemido sin parar, sin poder evitarlo, sin querer evitarlo… Con cada pasada me sentía estremecer. Me he puesto putísima. Gemía de ganas. Mi coño totalmente mojado de ti, de la miel, de mí. Mis piernas se han abierto y se han cerrado. Mi espalda se arqueaba para levantar mi pelvis hacia ti. Necesitaba tu polla como nunca…Te has puesto de pie. He sentido un escalofrío al ver tu polla brillando frente a mí… Así que te he gritado:

- ¡Fóllame! ¡Fóllame! ¡Fóllame!

Has pasado tu capullo por mis labios, untándote de miel. Has metido la punta solo. Me has acariciado la entrada del coño.

- ¡Fóllame! ¡Qué me folles joder!
Te has sonreído. Has seguido una y otra vez. Metías tu rabo un poco, te movías apenas dentro de mí pero sin meterte del todo, y luego volvías a pasar tu polla por fuera de mi coño…joder que suplicio más gozoso

- Fóllame bien, la quiero toda, por favor, por favor…
- ¿Si? ¿Quieres mi polla? ¿La quieres toda? Pero eso no puede seeer…eres demasiado bravaa
- Por favor ahora no…fóllame por favor, por favor


Has seguido torturándome…jugando con mis ganas mientras tu polla me hacía saltar como a una perrita amaestrada… Me mirabas atento mientras continuabas con tu estrategia. Me has mirado mientras me retorcía…metías tu polla y la sacabas, de vez en cuando hacías girar mi clítoris o te parabas según como has visto que reaccionaba yo…

- Eres un cabronazo…eres un cabrón, un cabrónn
- Siiii, siiii?
- Ohhhh
– en este momento me costaba ya mucho hablar – sii eres un cabrón…un cabrón, un cabronazo, un cabronazo

Te has reído, te has reído fuerte. Y has empezado a moverte más y más. Te sacudías fuerte. Tu polla me ha penetrado hasta el final. Completamente. Profundo. Te has seguido moviendo como una máquina de follar. Agarrado a mis caderas para coger impulso… Sentía que me partías por dentro. Pero joder lo que me ha gustado. Cuanto más fuerte me dabas más me has hecho enloquecer. Me gustas así. Perverso. Fuerte. Duro. Y así me has follado. Sin parar.

Ese ha sido el tercer asalto.

Luego te has sentado en la silla y me has sentado sobre tu polla…

Te he durado nueve asaltos…

En el quinto me has dado por el culo, tal como anunciaste. En el sexto hemos roto una cama (era algo vieja sí). En el séptimo estaba totalmente descontrolada mientras me clavabas contra la pared. En el octavo he llorado de gusto.

En el noveno estaba totalmente fuera de combate.

sábado, 15 de marzo de 2014

ALGO




(En blanco)
Es verdad que te espero cada tarde entre montones de ceniza, soy yo calcinada por el tiempo, ese tiempo que no alcanzamos nunca, ese tiempo que no existe y en que, quizá, alguna vez, podamos vernos.


(En verde)
No hay nada más bello que tu suciedad, porque en ella estás exento de raíces, dentro de ella resucitas de tus muertes y te revuelcas y me vuelcas como una jarra de inmundicia, luego relames, febril, el recipiente en el que me has disuelto y mi deseo concurre con el tuyo en fibras de saliva y ansia.

(En negro)
Siento su lengua vieja engrasándome los pezones, su tacto es pura náusea, cree que me gusta su polla hedionda y rancia ascendiendo hasta mi boca, o busca creerlo, yo le sonrío desde mi desprecio, pero sonrío con la goma elástica de mis labios
y trago.


(Con mariposas)
Abrázate a mí, hazme sentirte en la cintura con un rastro de labios inundando mi cuello, abrázate susurrándome amor y deseo, abrázate a mí y dime si mis caderas se sacuden hacia tu sexo y mis nalgas retiemblan con tus estrategias y mis movimientos, abrázate a mí que quiero morirme en tus brazos y tu exceso.

(Oscura)
Sé que ya estoy muerta. Lo acepto. No lo acepto. Hay un dolor centrífugo en ser consciente. ¿Sabrán el resto de los muertos que se han muerto? Pero hay que fingir esta vida anticipada, hay que sobrevivirla, sobrellevarla en ampulosas redundancias. La vida es una putada constante.

(Luminosa-rara)
Me da por el culo lo que diga esa señora. A mí me gusta respirar oxígeno y llenar mi sangre de aire, me gusta sentir fiebre, calor, escalofríos, y descender a los infiernos y abrasarme. Sacar el látigo,  fustigar a los vivos y a los muertos. Y cuando acabe de cansarme de azotar tanto desaliento, tanta duda, tanto escepticismo, tanto existencialismo y dolor de los cojones, me follaré a la vida, le haré una mamada y relameré de mis labios cada gota de substancia.





lunes, 3 de marzo de 2014

BREA






No sé por qué, pero espero que huelas a brea. Mucha de la gente que conozco detesta ese olor pero a mí me recuerda penetrantemente a mis primeros veranos adolescentes. Ahora el sexo es mejor pero entonces todo era un descubrimiento. Ahora daría cualquier cosa por poder tener esa curiosidad agreste, esa forma de mirar al mundo asomándome a él por vez primera. Tú me recuerdas eso. Porque solo quieres hacer cosas que no hayamos hecho antes, porque te acercas a mí con esas ganas, con ese misterio y eso me provoca y me excita sobremanera pero, además, me da mucha ternura.

Estos días estoy triste. Quizá por eso escribo poco, follo poco y me hago muchas pajas. Una vez alguien me dijo que existía una relación proporcional entre el dolor y las masturbaciones. Como si las personas necesitáramos arrancarnos la pena a base de pajas. Yo hoy llevo cuatro. Tres te las debo a ti. En parte es hasta tierno ¿te imaginas? Con todo el dolor que hay en el mundo podría decirse que la Tierra es una esfera enorme de gente gozando al mismo tiempo, sin saberlo. Quizá esa sea la única comunión, el gozo y el dolor incógnito. Todo eso por lo que pasamos y que nadie llega a saber nunca, todo eso por lo que sufrimos tanto, y lo sufrimos casi juntos. Casi. Y lo gozamos casi juntos. Casi.

El mundo se está volviendo un lugar demasiado pequeño para ignorar tantas cosas ¿será posible tanta gente haciéndose la idiota?

El caso es que a ti te imagino oliendo a brea, a esa que se pega a los pies en la playa, que es untosa y olorosa. Igual que te imagino desnudo y a mi merced. Me gusta pensarte en un cuartito en penumbra, con los ojos vendados, sobre la cama, deseoso y muy caliente, no solo excitado, sino muy caliente. La puerta está entreabierta y te susurro. Dudas, sé que dudas pero te gusta el juego. Mis manos se acercan a ti como lo haría mi yo adolescente, tentando, tratando de probarte por primera vez. No todas las pieles reaccionan igual a las caricias. Hay personas que se tensan tanto cuando las acaricias que parece que les vayan salir pinchos de la piel de un momento a otro. La mayoría tienen miedo. Otros se dejan hacer. Y hay personas que incluso lloran cuando las tocas. La gente nos tocamos poco, así en general, nos tocamos poco. A ti te imagino caliente y esperando mis caricias, hambriento de ellas.

Esto ya te lo he contado otras veces y siempre lo imagino igual, y siempre lo imagino distinto.

Por otro lado creo que estoy en deuda contigo. Una de esas deudas impagables. Pero a los amigos no se les debe nada.

Quiero hacerte gozar. Y sé el modo. Tú sabes que lo sé.

Me imagino susurrándote cerdadas al oído mientras rozo tu piel con los dedos, amaso tus dorsales o aprieto levemente tu culo. Te digo que se me están mojando las bragas de verte así y de tocarte, que me muero de calor y que voy a quitarme la ropa. Te digo que me tienes muy cachonda y que necesito frotarme contra ti. Te digo que me muero por tu polla, que no hay nada más que mi boca desee que sentir el tacto de tu capullo deslizándose en mi lengua.

Y me quito la ropa, y rozo mi cuerpo contra tu cuerpo, y dejo que sientas las proporciones de mis tetas y la dureza de mis pezones en tu espalda. Mis manos siguen sobándote pero aún quiero más. Quiero probarte.

Acerco mi cara a tu cuello, mi nariz pegada a tu cogote, aspiro y te huelo. Sí, hueles a brea. Te muerdo el cuello. Lo beso. Lo lamo. Y mi lengua se convierte en un ser que se arrastra acuoso por tu columna. Tengo ganas de polla. Hundo mi cara en tu culo y mi boca mordisquea, besa y enloquece. Te oigo gemir y observo como levantas el culo. Sé que te mueres porque te coma la polla. Suspiras y me llamas “hijaputa” y yo sigo obcecada lengüeteando, indagando en los misterios de tu gozo y del mío.

Te doy la vuelta. Tu polla está tan dura y brilla tanto que parece un hierro al rojo. Me susurras que quieres verme pero no te dejo. Tu pecho sube y baja de pura lujuria. Rozo la punta de tu rabo con la lengua, con mi mano sostengo tu polla por la base, parece llenarse más de sangre. Sé que quieres más. Por eso no te lo doy aún. Sigo palpando con la punta, toqueteando el frenillo, penetrando levemente el agujero, trazando círculos en el prepucio. Después te pajeo, mi mano sube y baja apretándote la polla con cuidado pero firme. Te pregunto cuanto me pagarías por mi masaje pero no contestas. Paso mi boca por el tronco, besándote toda la polla como un camino infernal hacia tus huevos. Los lamo también. Te voy llenando de saliva, de una lascivia acuática y frenética. Sé que sientes al tiempo el calor y el frescor de tus huevos. Te noto cada vez más salvaje, como una fiera incapaz de contenerse. Sé que estás hipercachondo. Me pides otra vez verme pero obvio tus quejas y sigo comiéndote los huevos mientras mi mano sube y baja lentamente por tu polla descapullándote. Me suplicas verme. Estoy metidita entre tus piernas como un animal al acecho. Te digo que te quites la venda y, mientras te miro fijamente a los ojos, te pajeo con una mano y me masturbo con la otra. Ni siquiera parpadeo. Mi boca parece abrirse sola despacito como si se estuviera preparando para ti. La dejo que babee sobre tu polla mientras sigo moviendo mi mano cada vez más deprisa. Tu también me miras, fascinado, jadeando, echando la cabeza ligeramente hacia atrás. Mis pupilas se clavan en tus pupilas dilatadas. Y sigo moviendo mi mano cada vez más deprisa, manteniendo el ritmo que supongo te gusta a ti. Te pregunto nuevamente: “¿te gusta?”, me contestas a duras penas que sí, que “ohh dios te encanta, que no pare”, y yo vuelvo a preguntarte por mis honorarios, “venga dime cuánto vas a pagarme por la paja”, me dices que no sabes, que por favor no pare, que te mueres, que te encanto y yo vuelvo a preguntarte con cara de guarra mientras te miro “venga, dime cuánto, cuánto vas a pagarme por la paja”, dices que no sabes, que mucho que todo lo que llevas. Entonces paro.

El silencio se hace más denso. Tus jadeos y los míos más grandes. Dejo mis manos sobre tus muslos. Abro la boca y engullo tu rabo lentamente. Más, más. La noto toda dentro de mi boca. Todo tu placer emanando calor sobre mi lengua. Toda tu lujuria invadiendo mi garganta. Me ahogo en tu sexo y en tu celo. Me siento poderosa y desmedidamente cerda. Me entran unas ganas horrorosas de correrme pero aguanto, aguanto un poco más. Respiro. Levanto levemente la cabeza. Tu polla es un amasijo de saliva y ganas. Hilos de espuma cuelgan de mi boca a la punta de tu rabo. No dejo de mirarte. Vuelvo a mi ejercicio, te la como tan profundo como soy capaz, descanso apenas un momento y vuelvo nuevamente a tu sexo.

Me corro. Adoro correrme mientras te como la polla, mi boca tiembla y traga al tiempo que mi coño se contrae de gusto. Mis gemidos se rompen en tu rabo, me tiembla la espalda y sé que tú también estás a punto de correrte. Entonces me multiplico y lamo y trago, te pajeo y te miro, abro la boca y te suplico tu leche en mi lengua. Te miro tan fijamente que podría cortar el aire con las pestañas. Entonces sí, tu semen se precipita sobre mí, me llega, me atraviesa, me riega de vida y abandono, te siento temblar, tus caderas se adelantan, tus gemidos se ahogan en tu garganta y tu olor a brea me penetra, ese olor oleoso y fuerte inundándome de ti, de tu placer, del mío.

Esos segundos después son más míos que nada. Son tan solo diez segundos, apenas lo que se tarda en tomar una respiración profunda, ese instante en que empiezas a dejar de desearme y te aflojas como una nube cuando llueve y, en cambio, eres mío, inagotablemente mío, sin saberlo, de igual manera que puede que jamás llegues a saber lo infinitamente tuya que he llegado a ser.

Sí…apuesto a que te daría morbo pagarme…


viernes, 28 de febrero de 2014

SIN MÁS




No dejo de preguntarme cuando se va a terminar todo esto. Quizá vivir no es otra cosa que una forma lenta de ir muriendo.

 Cada día soporto menos esta forma de mirarme por dentro y no dejar de sentir cierto estupor y algo de miedo, de mí misma. Buscar dentro de uno es lo que tiene, que terminas encontrándote hasta lo que jamás pensaste...

 Hace poco alguien me dijo que “las mujeres más putas son las que más necesitan de cariño”. Yo no sé si las más putas, pero en cualquier caso ¿alguien puede no necesitar cariño? He pensado en esa frase... ¿Querrá decir que las mujeres que son putas cambian el sexo por cariño? ¿Y les (nos) llegará el cariño de esos efímeros momentos en que alguien te mete los huevos en la boca? ¿Quiere decir que las mujeres que no son putas, o tan putas no necesitan cariño? No sé... Vivo preocupada.

 Me molesta la idea de que al sexo hay que apartarle la ternura, o peor aún, de que alguien, fíjate tú que manía más tonta pueda querer a alguien a base de follárselo. Yo no sé si el contacto humano, el roce de la piel, los besos, o frotar un sexo contra otro puede llegar a formar algo parecido al amor. Para mí el amor era solo una acción, algo que yo decidía hacer o no hacer. Estaba en mi mano, no en mi necesidad si no en mi forma de ser. Puta o no, he amado mucho. No sé si puede amarse demasiado, si se puede, entonces, también he amado demasiado.

 Una siente que está amando demasiado cuando por mucho que entrega siente que alguien está en deuda contigo. Si se da el caso, entonces es el momento de irse, porque entonces ya no estoy amando, tan solo haciendo cuentas.

 Es curioso que la última vez que sentí esto, entonces me volvieron unas ganas inmensas de follar.¿Sería por puta? Una cosa son las ganas habituales y otra cosa es follar a saco, hasta que se te va el alma por el coño, follar y follar como una posesa. Follarte al tío a quien has dejado de amar, o crees que debes dejar de amar, como si quisieras matarlo a polvos. Follar hasta que deje de gustarte el sexo. Follar hasta escocerse. Follarte al mundo. Follar con él, contra él, pensando en él en otros tiempos, pensando en otro, en otros, pero follar como si el follar pudiera hacer que encontraras algo que perdiste.¿Sería el amor?

 Otro de los conceptos que últimamente vinculo a todo esto es la idea de que la gente se miente demasiado en cuanto al amor y al sexo. Tratamos de unirlos o separarlos a nuestro antojo como si no fuéramos animales que tienen una necesidad básica de satisfacción sexual, o como si no fuéramos humanos con una necesidad básica de afecto. Encuentro a demasiadas mujeres que dicen buscar amor y demasiados hombres que dicen querer solo sexo.

 El caso es que desde entonces no dejo de pensar si realmente seré tan puta porque voy buscando amor.

 Ni siquiera sé bien qué es el amor. Hace tanto tiempo que no me quiere nadie que no sé bien qué es esa cosa del amor. Quizá es que solo merezco que me follen. O que me jodan. Sin más.

domingo, 26 de enero de 2014

LAS TANTAS





Son las tantas de la mañana, la noche me abate con su pesadumbre, mis ojos son madejas de letras y letras, metáforas donde me busco, descripciones en las que me hundo, comparaciones donde hallo el modo de explicarme, exageraciones que ensalzan la puta realidad, una vez y otra. Creo haberme embutido en un túnel del deseo donde doy vueltas y vueltas, una y otra vez, buscando lo mismo en situaciones diferentes, buscándome a mí misma o quizá buscándote a ti. Pero me enredo, me bloqueo de ti y de mis ganas. Asistida por mi intuición selecciono todo y tecleo “Supr”. Ojalá todo fuera tan sencillo, tan puñeteramente claro como ese “Supr”, ojalá pudiera borrar tan fácilmente otros aspectos de mi vida. Hay que tirar lo que no vale. Es ley. Aparto el teclado de un manotazo como si fuera una pesadilla pegajosa. Me recuesto en mi sofá. Bascula como una maldita mecedora en un vaivén tan sugerente como cierto ¿no es adorable mecerse sobre la nada?

Te dibujo en mi baño. Desde la ducha te sonrío, entreabro la puerta mientras el vapor difumina mi cuerpo. Sé que deseas tomar mis caderas al asalto, pero te hago un gesto para que te detengas. Mi pulso se acelera, mi pecho sube y baja endemoniadamente y mis ojos azules (o verdes o grises) no se apartan de tus ojos.


Te pienso sin querer, constantemente, te imagino acompañándome mientras escribo, o leo o sueño, me estorbas de un modo extraño y certeramente placentero. Me recreo en mi impudicia contigo y me hago más y más guarra a tu lado. Te zorreo. Caes, incesante, en mis pensamientos y me dejo llevar por la fatalidad de pensarte. Casi puedo sentir tus dientes abrasándome los pezones, casi puedo notar el calor de la punta de tus dedos acariciando levemente mi piel, aproximándose a ella, quemándome con tu contacto. Pero no quiero que me toques todavía. Solo quiero que me mires y mirarte. Solo por el placer de ver como se hincha mi lascivia, como va creciendo dentro de mis venas, como infla mi carne y me diluye la sangre forzándola a bullir, caliente. Hay sensaciones en mí que no comprendo, es la manera en que te siento increíblemente tierno, adorablemente duro, algo de ti me desnuda y me pervierte, algo de ti me libera y me esclaviza, algo de ti que termina apretándome y licuándome el coño, algo que aún no sé qué es pero que espero desvelar con mis besos, con mi cuerpo, con mi jodida voluntad.


Cierro los ojos y dejo que tus besos se conviertan en un mordisco de lujuria, tus manos me recorren la cintura y terminan apretándome el culo, me gusta la caricia de tus labios en el cuello. Me empujas bajo el agua de la ducha, necesito tu cuerpo húmedo y duro y me lo das, joder, sí, me lo das todo. Te arrodillas a mis pies y recoges mi cuerpo como una copa que fueras a beberte, tu boca besa mi sexo, lo escanea, te pierdes en mis labios y mi sexo. Noto el tacto mágico de tu lengua en el coño, ahondando en mi agujero, investigándome el coño con perspicacia, abriéndome de flores y de gusto. Decir a estas alturas •te deseo” es apenas una sospecha de mis ganas. 

Mi mano hace tu trabajo y el sofá oscila mientras me follas en la ducha con la lengua. Mis dedos profundizan en el dolor inmenso del placer, en ese apetito frondoso y exuberante que me crece entre las piernas, mientras me has dado la vuelta, me has mordido el cuello levemente. El agua de la ducha aporrea mi cabeza y siento una tormenta dentro, una tormenta de fuego y agua que proviene de tu boca y de tu polla que me está rozando el culo. Puedo apreciar la presión de tus dedos en mis caderas, el tacto tibio de tu pecho en mi espalda y la magnífica dureza de tu verga rozándome las nalgas. Me acaricias el vientre y los pezones, me tiemblan las piernas y entonces me penetras desde atrás, y yo siento tu polla rotunda dividiéndome, haciéndome sentir reconstruida, como si hasta entonces una parte de mí hubiera estado ausente y tú pudieras completar esa ausencia. Froto mi clítoris con mi mano mientras tú te aporreas contra mi culo, el agua nos pervierte y nos hace más animales, más caníbales, más primarios. Nos movemos a golpes de lascivia, tu pelvis choca con mi culo en una mecánica perfecta provocando venéreos ruidos. Frotas tus labios en mi cuello como si quisieras alcanzarme los gemidos y parece que vayas a engullirlos con la boca. Te siento tú, muy puto, muy salido, muy entregado, muy esforzado, azuzas mis quietudes y acaricias mis temblores.

No puedo dominarme la ternura, me creces por dentro como una hiedra trepadora. Mi mano sigue frotándome el coño como si no tuviera otro propósito en la vida. Si dejo de temblar apenas me detengo y sigo, sigo pensándote como una autómata, como una beata entregada a la plegaría de correrse con tu nombre. Me vuelves a dar la vuelta y el agua no deja de caer. Me hago agua, soy agua. Me arrodillo y ajustas tu polla en mi boca. Es una delicia poder sentirte de este modo, te miro a los ojos y sonríes. Sí, sonríes como un chiquillo a quien le fueran hacer su primera mamada. Algo confuso pero impetuosamente deseoso. En el fondo todos tenéis un poco esa cara antes de que os la coman, esa mirada entre expectantes y esperanzados. Yo también te sonrío. Sé lo que quiero, y sé lo que quieres tú, así que, además del agua, me baña una certeza. Mi lengua resbala por tu rabo, palpo, indago, experimento, curioseo con la lengua, con la forma de presionar más o menos con los labios, me mantengo atenta a tus sensaciones, si prefieres más presión, más rapidez, más profundidad. Te engullo. Literal. Te trago hasta los huevos. Me alimento de tu rabo y paladeo tus gemidos y tus ganas. No hay nada más exquisito para mis oídos que oírte gruñir de esa manera. Me restriego ardorosamente el coño, quiero más, más de ti, de todo tú y no encuentro el modo de alcanzarlo.

Sigo entregada al arte de comerte la polla. Porque hay una sola forma perfecta de hacerlo y quiero encontrarla. Mi boca degusta tu sabor, tu olor, tu suavidad, tu forma de moverte, de gozarte, de enseñarme lo que gozas y yo lo hago contigo. Me emputezco con tanto frenesí que te adivino, sé que estás a punto de correrte. Te lo pido. “Dámelo” , dame tu leche, tu gusto, tu placer, tu corrida, dámela que quiero comérmelo todo, todo tú masticado por mi necesidad de gozarte; y me llenas de vida y esperma, tu semen se derrama sobre mis labios y mi pelo mojado, y mi coño destila agua, jugo y ganas.


Mi sofá no deja de columpiarse, tengo los dedos encharcados con los fluidos de mi vicio, son las tantas, me he corrido dos veces, sigo caliente y me voy a la cama con la sensación de que esta avaricia va a llenarme el cuerpo de hambre y secreciones, de cuentos y ardores, de sueños, de ti, quién sabe de qué, son las tantas, te pienso y solo quiero sentirme viva.






sábado, 18 de enero de 2014

EL MIRADOR





Desde este insulso mirador observo pasar bolsas de plástico, hojas secas, papeles arrugados, piernas hinchadas, mujeres henchidas, pasos dramáticos, abuelos místicos. Gente. Sonrisas pocas, que ya se ríen de sobra los “otros”. (Esos otros para quienes somos tan nimios como accesorios) La tristeza del mundo no son sus dramas, es su jodida apatía, su falta de pasión, su poca consciencia para sentirse vivo. Ahora.

 Todavía tengo en mis pezones el ardor de sus mordiscos, su boca hambrienta de mujer y de ternura. No necesito mucho más para ser feliz. Quizá esta sea la maldición que me persigue, poder sentirme a mí y a él. Me dice que exagero. Pero mi piel me grita desde dentro en ese instante, como si golpeara de gozo desde mi epidermis. Su lengua bordea las líneas rugosas de mi ano y humecta mis entrañas de luz y felicidad. Percibo mi cuerpo meciéndose en esta dulzura orgánica, en esta vitalidad tan imbatible, le oigo gruñir y su aliento inflama mi culo a bocanadas de él.

 Aún me recreo en el sabor salobre de sus huevos y exhalo su aroma a tierra removida en terrones. Todavía me tiemblan las piernas y me arden los riñones y puedo sentir la caricia fría del chirimiri encrespándome los rizos y oír un silencio hueco en mi pecho mientras la lluvia escurre gotas desde las hojas, sacudiéndolas sobre el techo de la furgoneta.

 Del mismo modo que siento la presión de su peso en mis rodillas y las maravillosas sacudidas de su pelvis removiendo mis nalgas, percibo el alboroto de mis gemidos asomándose a mi boca y el cálido salpicar de su esperma sobre mi espalda, todavía, cuando cierro los ojos, me siento magnífica y brutalmente hermosa.

 Creo que le gusta que sea tan puta. Creo que le gusta y le asusta. Seguramente la gente no sabe qué hacer con mi excedida excitación, con mi inflamada vitalidad, con mi extrema manera de sentirlo todo, quizá les impresiona y les confunde porque tal vez no sienten del mismo modo que yo cómo alguien se abre entero y te dice: toma. A veces, sin saberlo ellos mismos. Descubro su cuerpo y su deseo como una revelación, o como algo tan natural como asombroso, los siento gotear sobre mí como una fruta que hubiera exprimido con los dedos.

 A mí también me asusta él, porque adoro su olor a tierra mojada, a campo, a raíces. Me gusta el modo en que me escucha y calla y parece que mastica lo que digo. Me asusta su coherencia y su falta de miedo porque me gusta demasiado. Me gusta el modo en que me abraza, me acaricia, me cuenta mentiras que ambos conocemos o me azota las nalgas porque se lo pido o mete los dedos en mi culo y me habla de mi cuerpo como si estuviera recitando a Rimbaud. Y, joder, me gusta porque mientras estoy con él no soy feliz pero tampoco soy ese animal lanzándole dentelladas al destino y subiendo por una rampa con todas sus fuerzas hacia un jodido abismo.

 Quizá por eso, mientras veo pasar cada día a la gente desde el mirador sé que para mí las briznas de hierba son más verdes y la ceniza más plomiza, que logro sentir el vapor helado del frío agujereándome la nuca, que puedo amar las risas que suben saltando desde el instituto, o recoger sin remilgos los excrementos de una negra sombra y consigo advertir con la misma intensidad lo sublime o lo insufrible asumiendo desde mi propia incredulidad mi karma, mi agujero oscuro, mi puto ying yang, mi misteriosa consciencia.


sábado, 4 de enero de 2014

PROHIBIDO







Me metían en la sangre lo prohibido, en  forma de mantras escritos debajo de mis sueños, poco a poco, como una lluvia sempiterna de consejos que provenían de los labios de todas mis mujeres. Me enseñaron a medir mis esperanzas, a delimitar mis sueños, a cortar mis ilusiones en juliana para verterla en esa sopa boba de lo cotidiano. Ser una mujer parecía más un decálogo que un privilegio. Me prometieron certezas. Me ofrecieron protección. Y así mis madres se convirtieron en la mafia de mi alma y mis hermanas en las voces que me señalaban. Tú, eh, tú , no seas tú misma, sé otra, sé más recatada, más dócil, más decente. Sé el miedo de tu padre, la reputación de tu hermano, la moral de tu esposo… arrástrate de nadas, di sí a todo y salvarás tu nombre, aunque no signifique nada, aunque no te pertenezca. No mires tu cuerpo, no lo busques, no lo sientas, no sientas deseo, no tengas fantasías, no te conviertas en una buscona, una viciosa, una pervertida, una puta. Puta, guarra, ramera, zorra, sucia…

Me rompieron la boca, me enfundaron de silencio pero, finalmente, jamás me defendieron. Y clavaron mi voluntad de miedo y noche. 


Pero hay algo por hacer. Morirse, y si es posible, morirse muchas veces.

Luego seguir, aunque te detengan. Seguir, seguir ese impulso, esas ganas, esa vida que late por dentro.

Porque hay algo maravilloso en mi sangre. Algo que adoro. Mi Diosa.

Ella me lo susurraba en canciones, en voz baja, como una brisa pequeña. Baila, canta, ríe, escribe, grita, tiembla. Folla. Me lo suspiraba en esas pausas que da el llanto para respirar, para tomar aire, en esa confusión del dolor, cuando tratas de procesar o buscar una salida a los vacíos, cuando intuyes que hay algo debajo de tu propia piel, esperando, latente. Y llenaba mi cabeza de palabras prohibidas sin saber que hay algo dentro de mí que rebosa. Revienta.

Volar, gritar, reír, pintar, follar, comer…ser YO. Despierta. APASIONADA. Dándole por culo al frío.

No voy a rendirme. Aunque esté prohibido.


(Me parece últimamente tan adecuado este post...)