lunes, 5 de octubre de 2015

PRESENTACIÓN DE "LAS CINCO MIL MANERAS"




Queridos LECTORES Y AMIGOS:

Este post es muy especial para mí porque voy a presentar mi libro de relatos eróticos “LAS CINCO MIL MANERAS” y a editar en papel impreso nuevamente. Aunque cuando edité el libro por primera vez no tuve oportunidad de hacer una presentación formal esta vez voy a poder hacerlo en un sitio muy especial y acompañada de una gente excepcional. Para ello se hará un evento llamado “AL ROJO VIVO” el viernes 23 de Octubre en Cambridge Soho Club, en Plaza de España,6. 2ª planta. A las 21:00 horas.

Bajo semejante título os podéis imaginar que el evento se centrará en el Amor, la Pasión, la Lujuria y el Erotismo.

Disfrutaremos de la actuación de la artista Carlotta Storelli que nos hará disfrutar con una performance que acompañará de manera extraordinaria las diferentes presentaciones.

A continuación la escritora y coach, Graciela Bárbulo, nos presentará su libro "El final de la circunferencia·. Por último disfrutaremos de Noelia Morgana, que llega con su primer poemario "Hirviendo"

Después de las presentaciones habrá una Jam Session para todos aquellos que quieran compartir sus palabras.

También disfrutaremos de un invitado especial (sorpresa) y finalmente un sorteo de botellas de vino para cuidaros como se merece.

Como podéis observar será una noche de erotismo y música donde creo que podemos pasarlo muy bien todos los que asistamos. Deseando que llegue el día y que todo salga de modo que lo GOZÉIS, como siempre, os envío besos y abrazos.

La chica mala


PD: Ya tengo los libros, venderé allí in situ mi libro "Las cinco mil maneras" por 10€ el ejemplar

miércoles, 30 de septiembre de 2015

PRIMAVERA




Photo by Lana Abie on Unsplash

Mariza canta dolorosamente a esa primavera nostálgica, al modo en que se sobrevive a la felicidad. Es cierto. A veces, la mayoría, ni siquiera eres consciente de que estás siendo feliz. Mi vida ha pasado delante de mí, y siendo consciente y saboreando cada trozo de mí y de mi vida , siempre me queda la sensación de haberme perdido algo. Nada hay tan inútil como preguntarse por la felicidad…
El empalagoso olor de los jazmines me transporta a un patio en el que fui feliz, no porque pasara nada en especial, fue un día como cualquier otro, haciendo cualquier cosa, no teniendo nada, nada más que calor,  el aroma a jazmines y un patio que ni siquiera era mío. Y en cambio lo recuerdo porque nada hay tan especialmente mío como mi alegría  por sentirme viva, por saberme viva.
Y por eso ahora pongo esta canción de Mariza y te recuerdo. Porque no importa el qué, ni cómo, no importa lo que vendrá ni lo que haya habido antes. Solo me importa tu cuerpo y el mío rehaciéndose de ganas, de vida, del modo en que nos damos y recibimos, en una sinergia perfecta y maravillosamente nuestra. De ambos.

Quizá eso sigue siendo lo que más me maravilla de un hombre, ni siquiera sé si él en ese instante es consciente de lo perfecto que me parece, de lo mágico que me resulta cualquier cosa que haga en ese instante con él, por él, para él, porque en ese momento estoy absolutamente entregada al presente, absolutamente fuera de mí y conmigo, absolutamente yo, desnuda frente al mundo, vulnerable y admirablemente fuerte y, sobre todo, y por encima de todo, con él, en él.

Todavía me siento flotando en un vapor de guarrería y vicio, en ese dejarme llevar por tus ganas, envolviéndome de primavera y calor, arrollándome de mi propia avidez, sintiéndome sobrepasada sexualmente, íntimamente unida a tu deseo. Me ha costado  días desprenderme de esa sensación de consciencia. Igual que, en ocasiones, uno se siente sobrepasado por lo emocional y terminas somatizándolo, otras te sientes superado por la experiencia física. Y esa forma extrema de sentir se te clava por dentro como una maldita garrapata. No es solo que esté todo el tiempo totalmente cachonda y con todas nuestras escenas incrustadas en mi cerebro, es que tengo la sensación de que algo tuyo se me hubiera quedado dentro, latente, esperando algo, no sé el qué…

[Ahora te pido un esfuerzo, a ti que me lees. Sí, hay un corte en esto que te cuento. Como un golpe. Como cuando estás pensando en algo mientras cocinas, entonces, te haces una herida, y tienes que limpiar tu sangre, y un dolor penetrantemente pequeño se apodera de tu pensamiento por un instante, sientes que hay una lucha, mayor o menor de tu dolor por sacarte de tus pensamientos, pero tus pensamientos son lo que tú eres, son lo más absoluto y, al tiempo, lo más etéreo que tienes, lo más tuyo y lo más fácil de perder, así que sigues pensando pero no exactamente en lo mismo, no exactamente igual, hay algo que ha cambiado y no sabes realmente qué, si tú, tu dedo sangrando, tus pensamientos, la música que le habías puesto o qué, pero ya no son lo mismo que eran]


Al llegar junto a él solo he podido ver sus ojos. Me ha parecido que exudaban vicio. No era la típica mirada a mis tetas. Era más bien esas ganas de follar que tratas de esconder como sea. No sé bien por qué, pero él trata de esconderse, no sé bien de qué ni el qué ni por qué, pero es lo que le intuyo. Nos tomamos algo y hablamos de esto, de lo otro, nos comemos la boca, nos comemos la mirada y entre mis piernas hay un animal removiéndose y este sí que no trata de ocultarse. Algo dentro de mí prospera, se hace más grande y cualquier cosa para la que me hayan preparado sobre las buenas maneras, sobre las relaciones, el protocolo del “amor” o lo que sea dejan, absolutamente, de importarme. Qué coño, no soy una buena chica, tengo que atender a mi animal.

Desde ese momento hasta que empezamos a arrancarnos la ropa no me acuerdo apenas. El paseo a casa, hablamos otro poco, mi cabeza es un hervidero de deseo. Algo me martillea las sienes y trato de disimular que quiero follar y follar hasta caerme muerta.


En mi cabeza suenan Eagle of  Death Metal, porque me parecen trepidantemente hermosos, entonces sí, siento su boca en mi boca, y mi coño empieza a respirar a través de sus manos. El calor cae sobre nosotros como un cuchillo a fuego. Su sudor comienza a resbalar sobre mi pecho mientras mis tetas se bambolean al ritmo de sus caderas. Siento mi corazón como si John Bonham lo estuviera azotando con sus baquetas y lo único que verdaderamente siento es que quiero más. Y cuanto más me da, más y más y más quiero.

Su boca me parece el cielo cuando alcanza mi sexo. Su lengua resbala sobre mi coño como una jodida serpiente envenenándome de ardor y ansia, elevo mis caderas y él profundiza en mi lujuria. Realmente hay  poquísimos hombres que coman bien el coño, pero él parece intuirme, y se adelanta a cuanto deseo. Aprieto mis muslos contra él y no puedo sentirme más agradecida a sus labios.

Adoro cuando me envicio así con un hombre. Cuando nos viciamos así, porque más allá de lo físico, hay algo, que es sexo y no es físico, pero ese algo, joder, es la puta esencia de lo que para mí es el sexo. Y lo siento pero no puedo explicarlo mejor.

Tengo su imagen incrustada en el esternón. Él de pie, su polla encajada en mi boca, saliendo entrando, profundizando en mi garganta. Yo entregada totalmente, sin otro deseo que comerme su polla hasta que se acabara el mundo, sintiéndola, adorándola, ahogándome de él y de sus ganas, siendo consciente de su volumen, de su olor, su sabor. Me detengo, le miro y sus ojos son un pozo inmenso de concupiscencia. No puede haber nada mejor en ese ahora. Nada mejor que entregar y recibir. Nada mejor que sentir a un hombre con todas sus ganas, y todo él dentro de mi boca.

El resto son maneras de volverme loca. Ha vuelto a comerme el coño, me he sacudido sobre él saltando sobre su polla como una posesa, me ha hecho varias folladas descomunales, sobre todo cuando se ha dado cuenta de que pierdo la cabeza cuando me da la vuelta y me pervierte así, cuando ha visto que todo mi cuerpo se conmueve y he tenido que  aguantarme las ganas de gritar. Me ha encantado ducharme con él sintiendo su polla dentro, zaca zaca zaca mientras el agua caía sobre mí, como una máquina concebida para hacerme sentir feliz, solamente feliz, ahora,  en este mismo instante, en este patio sin jazmines pero mío, con mi propio olor a almizcle o a lo que sea que huela una mujer como yo, mío en esta primavera que está a punto de acabarse para parir un jodido y caluroso verano…
16/06/2012
(A gusto me he quedao… que lo sepas)

domingo, 9 de agosto de 2015

MAREA








Algunas tardes te siento cerca de la orilla, mirándome desde el silencio, adhiriéndote a mí como la sal, como el agua, como la arena. Te siento pulsando dentro de mí como las mareas.

Me gusta imaginar tu cuerpo junto al mío y me viene a la cabeza la palabra incandescencia. La luz penetra por mis poros haciéndome caricias, hincando besos de sol entre mis piernas, subiendo por mi espalda, soplándome cosquillas en el cuello, sorbiendo de mí para entregarme tu energía.

El ruido de las olas se transforma en un blues cadencioso que me mece en los brazos del mar, arrojándome a sus fondos abisales. Sería la hostia follarte en un blues de agua.

Buceo en lo profundo con la necesidad de encontrarte y te busco en cada átomo de oxígeno presionando mis pulmones, encharcando mi cerebro de ti, de tus oscuridades, de tus lodos. Respiro a través de mis poros, me sueño como una ninfa de agua que te halla en el piélago, te sonrío, asciendo, inspiro, me besas los labios, tu lengua es una serpiente marina anudada a mi lengua, secretando veneno, retorciéndose sobre su lomo. Acomodo mis caderas a las tuyas, nos reunimos en ese blues desfallecido por el sol.

Quiero licuarme contigo y convertirme en una princesa submarina. Me abrazas, tu polla roza mi cuerpo y siento como se disparan mis sentidos. No hay nada mejor en el mundo que el roce de tu rabo duro, desafiando al mundo, celebrando la vida, brincando vigoroso sobre tu vientre. Mis pezones se hacen prisioneros de tus labios y se produce un chasquido entre mis piernas, activando mi sexo con cada mordedura.


Volvemos a lo profundo, nadamos y follamos como si pudiéramos sobrevivir a las burbujas y la vida sin oxígeno. Buceamos en nuestras sensaciones, mi cuerpo está esperando tus caricias, tu voracidad, tus sacudidas, y me entregas todos los vaivenes que me caben en los muslos. Siento tu verga inflándome de gusto, me parece que respiro a través de ella, gracias a ella, a ti, a lo que me haces sentir cuando te tengo dentro, siento el volumen de tu sexo ocupando mi agujero y el modo en que se acomoda y se desliza entre mis pliegues empapando mi organismo de lujuria. Nos sumergimos en este océano de gusto, nos acunamos en él, me acaricias por dentro, aprietas mis nalgas, las separas, me crecen tus dedos en el culo, lo rozas levemente, tiemblo, me perforas mientras me masticas los besos, me arqueo frente a tu cuerpo de macho, te deseo.

Me reclino sobre tu polla que desaparece en mi boca, me nubla los sentidos, quiero darte placer como nunca, tus manos se enredan en mis cabellos de Gorgona, me anudo a tus caderas. Tu gozo acaricia mi garganta y oigo tus murmullos en mi pecho, oírte disfrutar me vuelve más lasciva, me siento una diosa náutica dotada de animosos poderes, me afano en mi tarea, te uso, te devoro, te disfruto. Una ola inmensa me azota de espuma y sexo, tu semen se derrama y mi cuerpo se agita de lujuria.

Sacudo mi cabeza, un burbujeo de humedad se remueve entre mis piernas, levanto ligeramente las caderas, el mar mantiene su mirada indiferente, aprieto los muslos. Mi bikini verde se moja de mis efervescencias, me muerdo el labio. El calor de mi piel contrasta con el rocío de mi coño. Te sueño follándome por el culo, sobre la arena, sudando salitres, rezumando lujuria y semen, segregando fluidos y deseo hasta vaciarte los cojones.

Jadeo. Abro los ojos. La luz me ciega las retinas, mis ojos azules te buscan en el horizonte pero no estás. Solo queda ante mí un océano inmenso y vacío, casi tan azul como mis ojos. Jadeo. Dirijo mi mirada hacia la mancha oscura de mi bikini verde. Me sonrío. Está subiendo la marea.


lunes, 6 de julio de 2015

ELA



Mi hombre me mira desde la profundidad de sus ojos sonda y su negrura me recuerda lo abismal que puede ser un hombre, una mujer, un ser. Ser.

Hemos venido a follar. Así de simple, así de diáfano, de breve, y así de hermoso.

La luz de Madrid se cuela por las láminas de los filtros solares de los cristales del hotel. Madrid siempre es Luz. Las torres destacan sobre los demás edificios como picas que atravesaran a sus congéneres. La imagen me recuerda a la escena de “Las lanzas” de Velázquez.
Observo las chimeneas de los demás edificios, el sembrado de antenas parabólicas y los colores ocres del ladrillo en contraste con el azul del cielo. Todo parece diseñado para que alberguemos la esperanza de subir a esas Torres. Quizá, algún día. Yo de momento aspiro a tocar el cielo.

Él saca de su maletín negro un collar, unas correas, un pañuelo para los ojos. Sé que toda esta parafernalia no es ni mucho menos necesaria (Las cincuenta sombras de marras han hecho mucho daño, creo) Nuestra imaginación y nuestra lujuria, la de todos, va mucho más allá de límites, publicidad o marketing. El sexo es un juego creativo continuo, y si no puedes verlo así no sabes lo que te pierdes. Buscas lugares o situaciones nuevas y no sabes por qué quieres probarlo. Quizá la curiosidad y la sorpresa sean algunos de los detonantes de la lujuria más infalibles.

Yo saco de mi bolsa un negligé, algunos vibradores, mi incertidumbre y mi adorado gel de masaje 
Además me reservo “mi sorpresa”.

Toda la habitación es de color blanco. La cama flota desde el techo con vistas al ventanal en un equilibrio decorativo tan ponderado como efectivo. Él me mira, mira a la cama y sonríe.

Me desnuda con los ojos. Me besa. Acerca sus manos a mi ropa y mientras me besa, me desnuda. Mi ropa cae al suelo y mi piel siente esa conmoción extraña de lo conocido y lo ignoto. Porque follar es siempre lo mismo y es siempre distinto.

Alcanza la venda de los ojos y me la coloca sobre la cara. No puedo ver nada y puedo sentirlo todo. Advierto sobre mi piel un objeto frío y suave. No sé lo que es. Lo pasa por mis labios y comienza un recorrido hasta el cuello, la espalda, la raja del culo, me acaricia levemente los labios del coño y lo inserta entre ellos. Escucho mi respiración agitada y siento la excitación de él. Pienso en que quizá azote mis nalgas o me tire del pelo para besarme cerdamente. Siento que me mira atentamente porque no le oigo moverse. Entonces estruja mis pezones con suavidad y aprieto sin querer el objeto metálico en mi coño. Me soba las tetas y vuelve a tirar de los pezones. Los lame, los babea, mete mis tetas por entero en su boca. Noto el frescor de su saliva y el ardor de mi cuerpo. Me coloca sobre la cama a cuatro patas y luego me invita a sentarme sobre mis piernas y estirar mi espalda para que mi cuerpo quede accesible y mi ano expuesto ante él. Me doy cuenta de que la cama tiene la altura perfecta para que me sodomice.

Advierto el tacto acuoso y fresco del lubricante Durex, lo extiende y me penetra con un dedo para hacerlo llegar bien al ano. Noto su mano resbalar hacia mi coño y entonces el objeto insertado empieza a vibrar sobre mi clítoris. Siento un chasquido de placer en la nuca. Su dedo entra y sale con suavidad de mi culo. Me encerdo. Deseo su polla taladrándome. Me siento una jodida zorra y él no me hace esperar. Coloca su polla en mi agujero y la va introduciendo como a empujoncitos. Mientras tanto el vibrador hace su trabajo: relaja mis temores y me emputece. Su rabo va entrando en mi culo hasta el fondo. Siento el gozoso movimiento del vibra y mi culo relleno de su carne. No sé si es algo físico o, más bien, mental, pero mi mente se retuerce en una pirueta de temblores y estalla. Suele ser rápido. Algo entre mi coño y mi culo revienta y progresa sobre mis células, a veces siento una especie de psicodelia de colores por dentro. No es que la vea, solo la siento. Jadeo, grito, retiemblo. Mi orgasmo recorre mi columna como el fogonazo de un rayo y sale por mi boca como un trueno. No hay nada mejor en el mundo que correrse por el culo.
Me da la vuelta y me hace bajar de la cama. Me pone a cuatro patas.

- Ven putita, que eres una putita bien guarra.

Y me lleva hasta un sillón donde se sienta colocándome entre sus piernas. Nunca entenderé como algo así puede ponerme tan súbitamente guarra. Me agarra de la cabeza y me quita la venda de los ojos.

- Ahora cómeme todo.

Veo su polla ante mis ojos y mi boca se acerca a su verga como si hubiese sido creada para esto. La meto en la boca tan hondo como puedo. Me excita muchísimo comérsela. El vibrador sigue entre los labios de mi coño moviendo sabe dios qué elementos de impudicia. Sigo cachonda perdida. Su rabo resbala sobre mi lengua una y otra vez, a ratitos me detengo porque sé que adora que le lama los testículos, así que se los chupo con fruición, los meto en mi boca o les doy lenguetazos. Él está cada vez más cerdo. Su mirada vidriosa me atraviesa los ojos. Los dos cachondos, ambos deseando el estallido. Meto de nuevo su polla en la boca, siento su capullo acariciando mi lengua, muevo la punta de la lengua sobre él, la saco, le pajeo, saco la lengua invitándole a correrse. Meto más adentro su rabo sitiéndolo casi en la garganta y me corro yo como una puta.
Sigo pajeándole y comiéndole, estoy temblando de placer y de lascivia. El barro donde nos revolcamos contrasta con la blancura impoluta de la habitación. Siento que él está también a punto.

- Sí, lo noto, noto que te va a subir la leche por la polla. Dámela, dámela, cabrón.

Abro la boca y un chorro de esperma impacta sobre mi rostro. Adoro esta guarrería de llenar mi carita con su semen. Mis labios rezuman su lefa y ambos nos apagamos lentamente. Mi cabeza descansa en sus rodillas y él me acaricia levemente el pelo.

Nos recomponemos y nos damos un baño relajante. Él me lava el cuerpo como si yo fuera su muñeca, con la misma suavidad y el mismo cariño con que yo lo hacía con las mías de pequeña. Hablamos de tonterías y nos masajeamos con el mismo gel con que hace un rato me daba por el culo. Que bonito contraste.





Salimos de la bañera y nos secamos. Llaman a la puerta. Creo que viene mi sorpresa.

Él abre la puerta y se encuentra una rubia preciosa que dice llamarse Ela. Afortunadamente mis amigas nunca fallan.
Mide casi un metro ochenta de estatura, me encantan sus ojos negros porque disparan rayos de luz y sus pestañas son tan largas que parecen mover el aire de la habitación. Hace un comentario gracioso sobre las vistas. Tiene la voz profunda y oscura como nuestras mentes. Su rostro suavemente anguloso la hace andrógina y, además, muy bella.
Él la observa fascinado y me lanza miraditas requisitorias, en cambio se dirige directamente a Ela.

- Coño, eres muy bonita

Ela me mira y me pregunta

-¿ Le has contado? Y yo niego con la cabeza.

Ela se echa a reír a carcajadas así que él pregunta

- ¿Qué pasa chicas de qué os reís?- parece caer en la cuenta y sé que está a punto de preguntar - “¿Eres un chico o una chica?” pero se abstiene porque en última instancia, es una chica, sí, seguro, así que sonríe. Me mira
Yo también le sonrío.








lunes, 22 de junio de 2015

TODO MÍO



A veces solo cierro los ojos y me dejo llevar. Da lo mismo si cerca de mí hay un hombre o una mujer, da lo mismo si es real o no. No importa si no puedo tocarlo o puedo romper a mordiscos su deseo.

A veces abro los ojos y observo. Y el aire se deshace diluyéndose en porciones de nada que caen en cuentagotas sobre mi mirada azul o verde o gris. Da lo mismo si lo que veo existe o es un sueño. Da lo mismo con tal de que pueda sentir como resbala sobre mí su magma, su perverso y ondulante movimiento, esa caricia, ese veneno.

A veces miro hacia dentro de mí y siento como mi cuerpo se remueve. Casi puedo oír a mi sangre retorciéndose en remolinos espesos y siento mi carne rizándose en caricias cuando la tocas. El recuerdo de ti me calienta los muslos y asciende en los perfiles de mis labios, tu beso se adhiere a la viscosidad de mi vulva, trepa dentro de mí, me sacude por dentro. ¿Cómo puedo sentir mi hambre tan profundo? ¿Cómo puede llegar a mi cabeza el sonido de tu voz y estremecerme el coño? El calor de tu boca es lo único que mi clítoris necesita, tu calor y el movimiento de tus labios. Te veo sonreír con esa mirada de canalla y preciso de tu polla para llenar mis apetitos. Me llenas el coño, el deseo, el culo, el desenfreno, la boca, me llenas de carne y fantasías, me llenas de azotes y caricias, de sexo.

A veces mi cuerpo se agita, cuando miro dentro de ti. Te miro a los ojos y veo un animal en ellos. Eres mi pantera, mi temor, mi regocijo. Te evoco junto a mí en la bañera, ambas goteamos jabón y ansia; tu memoria enciende algo dentro de mí. No sé quien eres pero tu olor me crece por dentro, multiplica mis ganas, me encharca de babas e impudicia. Tus pezones oscuros resplandecen sobre tu piel blanca. Me sonríes y no puedo dejar de anhelar tu coño. Tu beso se enreda en mi beso, desciende despacio trazando su única trayectoria con la lengua, su destino es encontrarme el grito con que choco contra el éxtasis.

Da lo mismo si soy o no soy. Solo sé en ese momento que todo es mío. Que puedo llenar mi boca o mi ombligo o mi coño de todo lo que hay en el mundo como si fuera la puta caja de Pandora. Y me convierto en un organismo antropofágico de sensaciones, de prodigios, de vida. Siento latir a mi carne, me siento a través de ella y es en ese preciso instante que sé que no estoy muerta.


domingo, 12 de abril de 2015

MUERTE








De aquella noche todo lo recuerdo a oscuras. El modo en que nos despertó el teléfono, sacudiéndonos, la respiración agitada, el gesto circunspecto, esas pausas que se hacen al hablar cuando se recibe una mala noticia… Llegamos a casa de Roberto y parecía que alguien estuviese apretando el aire para hacerlo aún más irrespirable. La luz de aquella casa me pareció irreal y, al mismo tiempo, jodidamente conocida. Ya sabía lo que había pasado, incluso lo que iba a pasar, aunque nunca llegué a saber por qué. Roberto nos contó con sus ojos clavados en el vacío que por la mañana Javier ya le había dicho que se iba a morir. Es cierto. Aquella casa olía a muerte. Incluso antes de lo de Javier. Todos lo sabíamos. Pero todos creíamos que sería Roberto, porque a él le llamaba lo siniestro, siempre fue adicto a la fatalidad...

Roberto había ido a recoger a Javier a la estación aquella misma mañana. Habían estado dando vueltas por el puerto y habían ido a comer a uno de esos restaurantes de marisco para “guiris”. Se hartaron de nécoras y albariño, y luego fueron a echarse la siesta a Cabo Estay. Después anduvieron todo el día de aquí allá sin destino fijo y engancharon con la noche. En el “Darwin” conocieron a unas chicas, se enrollaron y más tarde fueron al apartamento de Roberto en Playa América…

Miré a Roberto e hizo una pausa sin dejar de mirar al suelo “Joder, tío, yo creo que lo ha hecho porque le tocó la fea…” Se echó a reír dándose cuenta de la tontería que acabada de decir. En parte, cualquier cosa que dijéramos a partir de entonces era una tontería. “Joder, ¿como iba a pensar que iba a hacer algo así? Cuando he oído el crack desde la otra habitación he sabido que era él. No sé por qué, pero lo sabía. Sabía que era su cuerpo golpeando contra el asfalto. Sabía que era su sangre chorreando sobre la calle. Lo he sabido. Joder, tío, siete pisos. Era hombre muerto. Joder, tío, me duele la cabeza”

Yo no quería oír más detalles ¿Acaso había más?. Javier tenía veinte años y no quería vivir. Eso era todo. No había más. Se oyó el timbre de la puerta y todos supimos que eran los padres de Javier. Se oyó gritar a alguien y llorar. Ese llanto inconsolable de las madres. Ese dolor tan real y aparatoso, con la mitad de sus gritos enfáticos, con la mitad de sus gritos ahogados. No sé cómo fue pero todo el mundo desapareció. Yo me quedé en el cuarto de Roberto tratando de protegerme de esa afectación que me ha asustado siempre tanto. Sea real o no. He visto muchas veces esa misma afectación fingida, del mismo modo que he contemplado la auténtica, y no podría elegir cual de ambas me resulta más dolorosa. La habitación estaba en penumbra. Casi podía oír el cuerpo de Javier al caer. Maldita sea. Y entonces lo sentí a él. Me abrazó como si se abrazara a la única verdad del mundo, palpando mi cuerpo por debajo de la ropa, no con ansia, si no con auténtica fe en la vida, como asiéndose a la vida propia. Me mordió el cuello y jadeó sobre mis labios. Necesitó mi coño como yo necesitaba de su leche tibia descendiendo por mis muslos. Como si ambos supiéramos que solo nutriéndonos de algo vivo podríamos apartarnos de la muerte. Me folló de pie, desde atrás, penetrándome con auténtica vehemencia. Como queriendo hacerle entender a mi carne que su carne no se andaba con chiquitas. Haciéndome temblar con cada golpe de polla, estremeciendo mi vientre con cada vaivén, consiguiendo que mis tetas se deslizasen sobre el aire dibujando parábolas perfectas. Cuando acabó se sujetó a mí, se quedó mirándome, haciéndome entender:”estoy vivo” y juro que jamás me sentí tan viva y mía como atravesada por aquel falo aterrado por la muerte.




Crucé el pasillo y vi una chica llorando en la cocina. Entré y le ofrecí un vaso de agua, entre jadeos no paraba de repetir “Yo creo que es que no le ha gustado como se la chupaba…no es justo, jo tía…”  Al marcharme cerré la puerta despacito, sin hacer ruido, respetando el duelo de aquel lugar. Mientras bajaba las escaleras me di cuenta del rumor de mis braguitas, todavía rezumaban mis fluidos, miré la piedra del edificio cubierta de musgo, transpirando, como yo, sus humedades. Me sentía aliviada y a salvo. Y desaparecí entre las calles de piedra.


lunes, 17 de noviembre de 2014

BAÑO




Es algo que sé hace mucho tiempo. Cuando hace frío solo hay una cosa que puedas hacer y es: pasar frío. Claro que esto no es del todo cierto. Se pueden buscar millones de maneras de evitar el frío. Todas son mentira. Y, en cambio, todas sirven. Con unas pasas menos frío, con otras es posible que te olvides de él y con otras, incluso, puede llegar a gustarte.

A veces me parece que mi yo interior esté totalmente conectado con el clima. Estos temporales que se suceden han causado destrozos por todas partes, pero lo peor es la sensación que dejan en la gente de estar todo extraviado, esta impresión de hallarse sin esperanza. Sí, lo peor de las tormentas son este frío y esta tiritona que dejan, removiéndonos y recordándonos que van a volver. Quizá por eso necesito ordenar, hacer limpieza, hallar la manera de recuperar, ya no lo que está perdido, pero sí la ilusión de poder empezar de nuevo.

Cuando perdemos algo en nuestras vidas que ha sido importante, aunque incluso lo odiemos, es una forma de quedarnos desnudos, a la intemperie. Y por eso es tan difícil no sentir ese extraño dolor. La frialdad duele como un cuchillo. Pero del mismo modo, sé que puedo aguantar el mal tiempo, que permanezco en pie, resistiendo, y soy fuerte, y tengo imaginación y tengo unas ganas de vivir inmensas.

Él sabe que no es mi mejor momento y se ha ofrecido a abrigarme. Lógico. No, no creo que haya muchos tíos que dijeran que no a mi invitación pero desde luego no hay muchos capaces de cumplir con mis expectativas en los días del frío. Los hombres tienen una capacidad innata para hacernos polvo cuando menos falta hace. No sé por qué. Seguramente ellos se encogen de hombros porque tampoco lo saben, incluso, es posible que no tengan ni puta idea de qué hablo.

Necesitaba mimos, el calor de una piel, de alguien arropándome, necesitaba calor sexual, actividad, distracción, necesitaba juego y risa, necesitaba agua y aceite, y alguien que pudiera entregarse un rato, solo un rato para llevarme a otro sitio, a otro estado, a otra actitud, a otra forma de sentir.

Le había comentado que hace tiempo tenía ganas de ir a un Hammam* que hay en Madrid por la zona de Atocha. No hay nada mejor para entrar en calor que un baño caliente. Eso lo saben en cualquier país civilizado. Pero me convenció para ir a un hotel en el centro que tenía sus propios baños.

Llegué después que él. Al abrir la puerta me sonrió y a continuación me abrazó. Adoro esa sonrisa abierta que me dice tanto, mitad de canalla y mitad de niño curioso, con sus hoyuelos y su picardía dando saltitos sobre el aire, capturando mi atención, logrando que me tiemblen las piernas. Hay hombres que pueden ganarte con su sonrisa. Otros pueden destruirte. Crují con él en ese abrazo. Es impresionante todo cuanto pueden decirte solo con apretarte fuerte y respirar contigo unos momentos. Hay brazos en los que me siento a salvo.

Me llevó de la mano hasta el fondo de la habitación y me dijo que ya había preparado el baño. Me quedé perpleja. Era la habitación más bonita que había visto nunca, estaba decorada en tonos rojos pero no agobiaba en absoluto, una cama enorme se apoyaba directamente en el suelo, cortinas y lienzos colgaban de aquí y allá, el suelo se encontraba tapizado de alfombras mullidas y tersas enmarcadas por cenefas, y había cojines por todas partes. Desde luego parecía una de esas estancias salidas de Las Mil y una Noches. En un rincón había un jacuzzi lo bastante grande para más de dos personas. No había luces directas, la habitación tan solo estaba iluminada por unas cuantas velas. Olía sutilmente a jazmines y me parecía que la belleza de la melodía de un ney* brotaba de algún lugar pero no podía asegurarlo. Si quien había decorado aquella alcoba tenía la intención de que nos sintiéramos acogidos por una cálida y placentera sensación de bienestar lo había conseguido.

Fui a decir algo pero él me tapó delicadamente los labios con un beso. Sus besos se esparcieron por mi cuello, por mi pecho, por mi vientre como la sal de la tierra, y a medida que besaba me iba desnudando. Nunca me parecieron más ágiles ni oportunas unas manos, grandes pero delicadas y hábiles. Me iba sacando prenda a prenda mientras me besaba, acercaba su nariz a mi piel, aspirando mi olor como una cría haría con su madre, reconociéndome y abrazándome, hundiéndome con él y por él en esa cuarta dimensión del deseo, en ese agujero donde me siento caer, en ese hoyo que cuanto más se llena más agua cabe y más pozo me hago y más me sumerjo de impudicia. Me besó las caderas y me mordió los muslos, su boca me hacía sentir capturada, y me pareció que solo pudiera liberarme a través de sus labios, de sus besos, de su lengua. En sus brazos desperté del frío y se abrieron las puertas a mis sentidos.

Mi respiración comenzó a entorpecerse y estoy segura de que podía sentir los latidos de mi corazón en el coño. Intentaba enroscarme contra él y alargaba las manos para alcanzar su rabo pero no me dejó. Así que no podía hacer otra cosa que dejarle hacer, observarle y mantenerme tan cachonda que comencé a sentir palpitaciones en las sienes y mi vientre se contraía al ritmo de estas.

Me sumergió en el agua y me bañó. Frotó todo mi cuerpo con una esponja muy suave. El jabón hacía espuma y pompas de jabón. Llenaba la esponja de agua caliente y luego la dejaba caer sobre mi piel. El agua estaba aromatizada con algún aceite perfumado. Su cuerpo emanaba calor y ganas, cada vez que se levantaba un poco su polla emergía vertical sobre el agua y yo la ansiaba moviendo mi boca hacia ella. Se colocó detrás de mí y yo me recosté sobre su pecho. Sentir la dureza de su polla casi en mi culo era una delicia-tortura más. Sus manos iban y venían por mi cuerpo, me acunaba, me decía cosas bonitas mientras introducía sus dedos en mi coño, o me rozaba o pellizcaba los labios, como si abrir los poros de mi cuerpo fuera algo que hacía como de pasada mientras me hablaba.

Me preguntaba si me gustaba la habitación, o qué tal había pasado el día, o si había llegado en taxi o me había traído alguien y alternaba estas preguntas inocentes con otras como cuando había sido la última vez que me habían follado el culo, si me daría morbo que me follara otro tío mientras él nos observaba o si me apetecería comerme un coñito jugoso y sonrosado, y, mientras, aprovechaba el momento en que yo contestaba para acariciarme el clítoris, pellizcar mis pezones o hurgar en mi culo. Yo cada vez estaba más fuera de mí, apenas si podía responder a lo que me preguntaba, movía las caderas y mi espalda se arqueaba contra su pecho sin querer. Me tocó a su antojo, me provocó, me ensució los oídos con todas las guarrerías que se le ocurrieron y me agarró fuerte contra él cuando empezó a notar los temblores de mi orgasmo. Yo me sacudía contra él y gemía como nunca. No hay nada en el mundo tan liberador como gemir y gritar cuando te estás corriendo bien a gusto.

Me volví y le bese la boca. Hay besos que deberían tener otro nombre, porque son algo parecido a ser uno. Cada vez que nos enfadáramos, o tuviéramos un frustración muy grande o un dolor muy hondo alguien debería besarnos así para ponernos en contacto con el mundo, con el universo. Quizá llegar a otro aunque sea por un breve instante sea lo más parecido a la felicidad.

Entonces comencé yo a enjabonarle a él. Es una gozada bañar a otro, tener su cuerpo a tu disposición, poder observar cada reacción de su cuerpo. Le embadurné de espuma y le frotaba o le daba masaje. Mis manos se hundían en sus músculos y le pasaba las tetas por la espalda o acercaba mi sexo para frotarme contra él. Le agarré la polla desde atrás y mi mano se deslizaba en su rabo maravillosamente gracias al agua. Le agarré de los huevos y los hacía girar en mis manos. Sus gemidos me estaban volviendo loca. Volví a pajearle, alternado movimientos firmes y rápidos con otros más lentos y amorosos. Sus caderas parecían cobrar vida propia y no dejaba de decir: “ohhh que bueno, mmmm, que bueno”

Me metí entre sus piernas y comencé a comerle la polla. Le dí lamidas largas por todo el tronco hasta el escroto y bajé un poco más hasta su culo. Sus gemidos me pervertían y me llenaban de vicio. Luego volví a su rabo. Lo necesitaba todo en mi boca, llenándomela, llegándome a la garganta, sintiéndome muy sucia y muy zorra. Él me agarró del pelo y me llevó aún más adentro. Mis ojos se clavaron en los suyos. No dejaba de mirarme fíjamente, con el rostro desencajado de placer, la boca abierta, reclinando levemente la cabeza hacia atrás de cuando en cuando. Volví a pelársela y alternaba los movimientos de mis manos con los de mis labios y mi lengua, hasta que llegó un punto que me agarró, me dio la vuelta y metió su polla en mi agujero de una vez.


Con una mano me acariciaba las tetas y el vientre, su pelvis iba y venía contra mi culo, respiraba tan fuerte que sus resuellos me hacían cosquillas en la espalda. Entonces sacó su polla de mi coño, agarró una de mis cachas y la apartó. Sentí su boca en mis nalgas, me parecía una animal vivo llenándome el culo de gozo, su lengua se retorcía y deslizaba en mi agujero y lo dilataba de placer. Mientras tanto jugaba con mi coño haciendo girar mi clítoris, metiéndome los dedos por el coño o por el culo, ablandando cada vez más y más mi ojete. Gemí cuando sentí su capullo tratando de entrar en mi culo, notando como me rascaba con su polla a cada avance, advirtiendo como mis paredes se ensanchaban a su paso como si fueran los caprichos de un dios. Despacio, despacio, despacio.

Alcé un poco la cabeza y me parecía estar envuelta de una bruma de color rojo; había un aroma especial en el ambiente, escuché el extraordinario eco de mis gemidos junto a los suyos mezclados con el ruido que hacíamos en el agua, su polla batiendo en mi culo, mi culo dilatándose de placer. Comenzó a ir un poco más deprisa, yo le pedía más y me decía que se iba a correr en mi culo. Más, más. Mis caderas se movían deprisa y le gritaba que más, que me iba a correr , que me iba a correr ya, y él me suplicaba que sí, que me corriera ya porque no podía más. Su polla me ardía en el culo espoleándome, llegando a un lugar de mí más mío que ninguno, llevándome a un placer tan grande y fecundo que me parecía estar multiplicándome de ganas y de gusto. Grité su nombre mientras me volví a correr, todo mi cuerpo temblaba y lo adoraba, él salió de mi culo y estampó su lefa contra mis nalgas, las embadurnó de gusto y vida, se restregó contra mí, me volvió a abrazar, me apretó con sus manos, con su suavidad, con su vehemencia, y yo sentí salir el frío de mi cuerpo como un espíritu maligno que me hubiera estado emponzoñando el alma de miedo.

Después salimos del baño y nos secamos, descansamos fuera del agua, hablamos de esto y de lo otro, volvimos a follar varias veces, nos dimos masaje, comimos fruta y bebimos vino, nos reímos, nos hicimos el amor, nos hicimos más amigos, más nosotros, volvimos a bañarnos y a abrazarnos y las horas fueron cayendo rápidas con esa violencia del tiempo. En esas horas recuperé el calor que tanta falta me hacía para recuperarme del frío y quizá para no olvidar que antes o después siempre hay algo, alguien que te devuelve el olor de los jazmines, y vuelves a sentir tu vida corriendo por tus venas, y regresas a la templanza e incluso a la alegría, alguien que te recuerda que ha de volver la primavera.






* Hammam: baños turcos.


* Ney: Flauta