miércoles, 12 de agosto de 2020

ORIGEN

 



Quiero deshilachar esta historia tirando del último hilo de esta urdimbre, deshaciendo el final de esta trama desde su desenlace hasta su origen hasta que no quede más que ese temblor al final de mí, cuando ya todo es pasado.



Estamos solos y en silencio, estamos solos y cautivos, sumergidos en esa soledad única de sentirnos uno con el mundo, ambos fundidos en “nosotros”, en un cuartito caluroso y húmedo. Solo se oyen los últimos resuellos de nuestros jadeos agrietados por el goce de un orgasmo. Sobre la penumbra flotan hebras de luz que se proyectan desde los reducidos agujeros de la persiana hasta nuestra piel estremecida y desnuda. Estamos enlazados, cansados y gozosos, el uno sobre el otro, recobrando poco a poco el aire. Su boca jadea junto a la mía exhalando los vapores que han dejado nuestros cuerpos sudorosos y exaltados, hemos exudado vicio y secreciones, nos hemos entregado a la seducción y a la lujuria, hemos indagado en cada rincón de nuestra humanidad, en el misterio de eso que somos cuando realmente somos nosotros mismos, cuando dejamos a nuestro organismo extenderse, vibrar y ser delirio y arrebato. 

Nuestros cuerpos se sacuden reconociéndose a duras penas en esa maraña que deja el éxtasis. Hemos hecho el amor y hemos combatido por el fuego, hemos sido sucios y extremadamente puros. Sobre mi piel se escurren los restos de su placer y siento el frío tacto de su esperma que empieza a coagularse; entre mis muslos gotean los restos de mis humedades, los posos de ese placer mío que parece horadarme poco a poco como el agua lo hace en la piedra con el tiempo. A veces un hombre puede elevarme y hacer que grite su nombre y, a veces, en ese segundo se me desvela todo lo que necesito saber de mí. 


Nos hemos roto de gusto el uno al otro, buscándonos fantasías y encontrando nuestro deseo desmedido, comiéndonos los besos a mordiscos, golpeando nuestros sexos como animales, agotándonos en nuestra cópula como si fuera la última. Él agarraba mis caderas y yo he sentido su verga hundida hasta lo más hondo de mí, hincándose una y otra vez, con la mecánica de un motor de cuatro tiempos, descargando toda la fuerza de sus genitales dentro de mi sexo. Hemos repasado el repertorio de posturas sexuales en una dinámica frenética: me ha follado a cuatro patas desde el borde de la cama, se ha subido encima de mi culo mientras yo me estremecía debajo de él, me ha follado de lado mientras apresaba mis tetas, me he subido sobre él para cabalgarle y distinguía entre mis balanceos las proporciones de su miembro, hemos follado de pie y en el suelo, hemos follado como locos, a morir, inmensos, teatrales y cerdos.


Yo gritaba mis orgasmos impregnando todo su ser de lascivia con cada uno de mis suspiros, con mi cara desencajada por la borrachera de placer, muriéndome de gusto en cada sacudida, dejando a mi mirada perderse al fondo de sus ojos que me contemplaban observando mi cara de concupiscencia con fruición, regodeándose de su habilidad y de mi arrobo. Le he amado en ese momento. Solo en ese preciso instante.


Sus manos apretaban mi cintura y mi culo parecía moverlo el mismísimo diablo. Sus dedos me trepaban como el musgo progresa por la piedra, dejando su rastro profundo y oloroso en cada uno de mis poros, acariciando mis tetas o metiéndose a hurtadillas entre los pliegues de mi coño hasta alcanzar mi clítoris.
Notaba el vestigio de su calor propagándose en mi sexo y ese modo único de incitar a mi placer en afrodisíacas y nuevas caricias. 

Antes de eso he sentido sus labios saltando por cada una de mis vértebras y su aliento tibio rozándome la espalda hasta derramarse en saliva sobre la curvatura donde comienza a hacerse culo. Su lengua empapaba la trayectoria entre mis nalgas haciéndome sentir en una nube de gloria y lodo, regando el inefable camino entre mi ano y mi cálido agujero, he comprobado su saliva haciéndome cosquillas y estremeciendo cada punto desde donde podía sentir un placer tan hondo que me he dejado caer en él.


Mi boca abarcaba su polla con una ferocidad ambigua, tratando de ser tierna y complaciente pero sujetando mi avidez. No había nada que deseara más que hacerle gozar. Lamiendo su rabo desde su glande hasta sus huevos elevados e inflamados. Ensalivando sus testículos con obscenidad y desenfreno, con devoción, casi con avaricia, recorriendo cada uno de sus surcos con entusiasmo, subiendo lentamente desde su tronco hasta el frenillo, metiendo mi lengua en su agujero, cautivándome de él, haciendo su placer mío, electrizando mi coño con cada lamida de su rabo, llenándome la boca con él, inflamándole sobre mi lengua, sintiéndole al final de mi garganta, sintiéndome zorra, emputecida, impúdica y aérea, advirtiendo los efectos de mi libídine en cada puñetero poro de mi cuerpo.


Su boca apresaba con dulzura mis pezones haciéndome sentir escalofríos, pequeños calambres que circulaban desde mis tetas contraídas hasta mi coño, colmándome de tanta lujuria que he estallado en varias ocasiones. No he podido contarme los orgasmos. Ha sido dulce y delicado, llegando a mí como lo haría un buen sueño, apenas haciéndose un hueco en todo eso que soy yo, acariciando algo de mí que no tiene piel ni nombre, y dónde muy pocos han llegado si no es con la destreza de los buenos amantes.


Apenas si me tocaba haciendo de sus caricias diminutos roces que me hacían temblar de incontinencia. Su boca ha sido un derroche de dulzura, se dejaba caer sobre mi piel con la destreza de la lluvia, ya fuera sobre mi boca, en el camino hacia mi ombligo, en el prodigioso cauce que marca mi cintura o en la sinuosa curvatura donde acaban mi caderas y se repliegan en las ingles para confluir hacia mi sexo. Todo en él me parecía suave y perfumado, todo él me parecía amable y manso y todo en él me llevaba a él y a la impudicia.


Y todo a comenzado en un instante en que estábamos a oscuras. 


Había luz, gente y algo de ruido en esta ciudad de sirenas, buques y gritos de gaviotas. Él me ofrecía un café con esa sonrisa de niño malo, invitándome al juego y al sexo, ofreciéndome sexo y orgasmos como quien ofrece agua a un caminante. Él no lo sabe pero yo le he visto en ese segundo. Quiero decir que he podido ver más allá de lo que él era. Y era un niño que jugaba y un hombre ofreciéndome sus manos para lo que yo quisiera. Las he tomado. Las he agarrado ahora que necesito caricias y un tiempo de ternura. Me he acercado a él, he ansiado un beso. Un único beso que apenas me ha rozado. Un beso limpio y blando…donde ha empezado todo.




viernes, 3 de julio de 2020

LEER





Me gustan estas tardes pacíficas, aburridas, reposadas... No hacer nada. Dormitar. Leer un rato, poner algo de música… Ha sonado el móvil…

- Holaaaa ¿qué tal estás princesina?
- Muy bien ¿y tú? no me digas que andas por aquí ¿Ya no vienes nunca o te has buscado a otra rubia?
- Jejeje puede que ambas
- Cabrón
- ¿Qué haces, estás liada?
- No, solo estaba leyendo.
- Jajajaa, siempre te pillo leyendo, o lees mucho o tengo una puntería de la hostia…¿tas solita?¿me paso?
- Estoy solita, solita
- Mmmmmmm sí que tengo puntería, sí ¿Me paso por tu casa?
- Mmmmmmmm ¿tardas mucho?
- En un cuarto de hora estoy ahí ¿te acuerdas de lo que hablamos por msn? Espérame así. 
Le he esperado como me ha pedido, sentada en el sofá oscilante, con una blusa blanca ajustada que me marca los pezones y… nada más.

Estaba anocheciendo y la gata del vecino se ha puesto a maullar como loca, reconozco que me ha excitado tanto pensar que él llegaba, que ganas no me han faltado de ponerme a gritar como ella… He notado como mi deseo me precedía, he recordado otras veces que ha venido, como el día aquel en el mismo sofá o el día del vibrador. Me enciendo, en cuanto reconozco su voz, me caliento. No sé qué tiene, con qué clase de encantamiento me hechiza, pero es oírle respirar a través del teléfono y no puedo dejar de pensar en las mil formas de follármelo…de comérmelo entero. Imagino su polla palpitando contra mi mano, sus labios humedeciéndome, sus manos apretándome…y no puedo con mi cuerpo, se va solo…

Ha llegado enseguida. Ha dejado sobre la mesa el casco de la moto. Yo he fingido que seguía leyendo, prácticamente desnuda, a mi bola, como si nada. Se ha sentado en el borde de la mesa y se ha echado a reír…

- Jajajaja ¿pero serás zorra?

He pasado totalmente de él. Me ha costado muchísimo porque estaba deseando lanzarme sobre él. La imaginaba a reventar por debajo del vaquero. Pero he simulado que seguía leyendo y le lanzaba miraditas por encima del libro. Mis ojos no le miraban pero mi coño no ha dejado de hacerlo…

- Vale…¿quieres leer? Pues no dejes de hacerlo ¿vale?

He pasado de él. A mi bola…yo a mi lectura (aunque en ese mismo momento ni puta idea de lo que estaba leyendo). Entonces él se ha agachado entre mis piernas y ha comenzado a acariciarme los muslos a dos manos, las ingles, las caderas, pasaba sus dedos suavecitos como si quisiera hacerme cosquillas pero sin llegar a hacerlo, suave, luego soplaba en mis muslos trazando figuras imposibles o los lamía como un gato o los mordía levemente, rico, rico. Ha notado que me movía de gusto y mi respiración se hacía más dificultosa. He ido a dejar el libro y me ha dicho:

- De eso nada…tienes que seguir leyendo.


Me ha dado un escalofrío. Entonces ha tirado de mis piernas para presentar totalmente mi coño en su boca, ligeramente tendida en el sofá, con las tetas saliéndose de la blusa, los pezones durísimos marcándose en ella y mi ridículo librito fronterizo entre mis manos… 


Ha pasado su lengua por la línea de mi raja, arriba, abajo, una vez, otra, me faltaba el oxígeno. Luego me ha llenado el coño de besos grandes y lascivos, y muchos más pequeños y delicados, me ha llenado el coño de lengua, de saliva, de caricias, de él, de gusto, de todo. 

Me ha estado degustando el coño como si fuera el más exquisito de los manjares, con auténtico goce, totalmente entregado a cualquiera de mis reacciones, usando todos sus sentidos, su habilidad. Me ha puesto muy muy cerda. Fingía seguir leyendo pero apenas si podía respirar. Jadeaba a más no poder, me retorcía en el sofá de puro gusto, levantaba el culo y le suplicaba que me dejara correrme ya y pasar del puto libro…

- No, no, no…Querías leer ¿no, guapa? Pues lee .Venga lee. En alto.

Joder no daba crédito… pero le hecho caso, no sé bien porque, será por es el puñetero hechizo o qué se yo, pero le he hecho caso… (Su voz enérgica, mezclada con sus maneras tan educado, tan él, me vuelven loca, su fuerza, su carácter dominante adulterado con su ternura, su sentido del humor, me vuelve loca. Este cabrón me tiene loca)


- “‹‹…no tiene ninguna importancia. Tanto da. No deja de ser un coito. Al poner en contacto nuestros cuerpos imperfectos, no hacemos más que contarnos lo que no podríamos contarnos de otro modo. Y así adquirimos conciencia de nuestras respectivas imperfecciones›› Por supuesto, éstas no son…cosas que puedan expresarse…” *

Él ha dejado un momento lo que estaba haciendo.

- ¿Qué pasa? Sigue leyendo. He soltado un suspiro inmenso, he tomado aire y he continuado con la lectura:

- “…que puedan expresarse fácilmente. Y me limite a abrazar en silencio…” *
- Ufff, joder, joder J. no puedo, no puedo me voy a correr, me lo estás haciendo de muerte.

- Jajajaja, te gusta eh?, ¡que jodía!


De pronto se ha levantado y mientras salía por la puerta me ha dicho firme:

- Ni se te ocurra moverte ¿eh? No sigas leyendo hasta que vuelva.

Se ha quedado todo en silencio. He apretado los ojos fuerte mientras echaba la cabeza hacia atrás. Mi espalda se doblaba sola. He pensado que lo ha hecho a propósito para excitarme aún más. O puede que fuera al revés. Estaba deseando que volviera. Estaba deseando volver a sentir su boca en mi coño. He cerrado también las piernas y las apretaba contra mí. Por un lado conteniéndome, por otro deseando soltarme entera… Ha tardado un poco. Bastante. O quizá solo me lo ha parecido a mí.

– (Vuelve, ya, vuelve, vuelve, vuelve…)
 - pensaba

Ha regresado con un vaso de agua con hielo en la mano. Solo agua. Ha posado el vaso en la mesa mientras me sonreía con una cara de hijo de puta impresionante.

- Venga…sigue…quiero oír como lees

- “Y me limité a abrazar en silencio a Naoko. Mientras, podía sentir el tacto áspero de un cuerpo extraño que permanecía…” *


Ha vuelto a comerme el coño a quemarropa. Mi cuerpo era todo lubricidad. Abrasaba. Mi sexo se levantaba violento hacia su boca, mis piernas totalmente abiertas ante él. Sus manos agarrándome por el culo. El clítoris levantado hacia él. Se ha ayudado del balanceo de mi sofá oscilante para acercar o alejar mi coño de él a su antojo. Ha pasado su lengua por mis labios una y otra vez, por todo mi sexo, lamiendo, mordisqueándolo suavemente, moviendo el clítoris con su lengua en círculos, arriba y abajo, hacia los lados. Respondiendo a mis movimientos. Atento a mi lujuria. Yo muy loca. Revolviéndome. No podía más.

Ha agarrado el vaso de agua y daba un sorbo al agua helada y luego pasaba su lengua por mi coño. La metía especialmente en mi agujero para que yo pudiera sentir el contraste de mi coño ardiendo con el agua fría en su lengua. La sensación me ha hecho tiritar de placer. Lo ha hecho varias veces. No entiendo como podía leer nada, pero creo que ha sido ese pequeño juego suyo el que ha colaborado más a ponerme tan puta…cada vez que sentía que mi orgasmo llegaba, la lectura lo contenía y lo precipitaba al mismo tiempo. Ha sido como cuando sueñas que caes desde un abismo. Sabes que llegarás al fondo, pero la tensión de la caída, esa sensación es extraordinaria e incluso hermosa…

-“…permanecía dentro de ella” *


- Fóllame, J. Fóllame por lo que más quieras. Quiero correrme. Fóllame como sea, con lo que sea. Necesito correrme, no puedo más, no puedo, estoy que reviento


- Vaaaamos - me ha dicho como si no hiciera falta que se lo pidiera - córrete, córrete para mí, así, así… pffff, preciosa

No podía más. Su lengua no dejaba de provocarme. Me he sentido crujir por dentro. El libro a tomar por saco, mis piernas se han enredado sobre él, creo que lo estrechaban, mis gemidos se me han clavado dentro. Me tenía bien agarrada por el culo, podía sentir sus dedos sobre mis cachas apretándome, me ha sujetado mientras me corría para que mis espasmos no me separaran de su boca ni un instante, situándose en el centro de mi gozo dejándolo caer sobre su boca. 


Mi placer ha sido total. Mi orgasmo ha sido intensísimo después de aplazarlo tanto y tanto. Entonces se ha puesto de pie. Se ha sacado la polla y ha empezado a pajearse con rapidez. Seguía cachonda ante la formidable visión de su cuerpo frente a mí, resplandeciente, inmenso,  a pesar de acabar de correrme, le deseaba. Deseaba todo su cuerpo perforándome a mansalva, haciéndolo mío, haciéndome suya.


Su voz socarrona me ha sorprendido - ¿Quieres más? Sí que quieres ¿eh? jajajaja sí que quieres!

Ya lo creo que quería más. Quería más y más y más.

- Joder princesina… puedes jurar algo a que voy a follarte hasta terminar de joderte el sillón!!

(¿Será cabrón?)



* Extracto de Tokio Blues, Haruki Murakami



sábado, 28 de septiembre de 2019

SOL



Le observo a hurtadillas mientras camino junto a él, en silencio, dejando que nuestros pasos se acomoden. Sé que él se pregunta por qué camino tan callada. La luz de la Luna se enrosca en nuestros cuerpos como una enredadera y a mí me gusta esa luz débil de la noche subiéndome por el cuello. Sé que estoy loca. Loca por dejarme atrapar, por ser una inconsciente que se mueve por arrebatos, porque veo cosas que puede que los demás no vean y porque vivo inmersa en una país de sensaciones que me van cincelando a mordiscos. Sí, estoy loca. Loca porque me folle. Desde donde estoy casi puedo oírle respirar y percibo como el calor de nuestros respectivos cuerpos comienza a acoplarse. Me produce mucha ternura ver como se esfuerza por no parecer inquieto, hablamos de cualquier cosa y caminamos a la deriva hasta que el azar o los minutos decidan qué hacer. 

Hay momentos en los que no sé qué pensar, o mejor dicho, no puedo pensar. Solo me siento capturada por diversas impresiones: el movimiento de mi sangre en mi carótida, el roce del aire en mi garganta, los embates de mi respiración subiendo y bajando desde mi pecho, ese pequeño mareo que produce la pulsación en mis sienes… el modo en que mi cuerpo se prepara para lo que él supone que puede ocurrir antes de que yo misma pueda saber qué va a pasar. Luego la humedad de mis bragas me delata, la urgencia de mi coño me esclaviza, y me siento arrastrada por mi ritmo cardíaco, el vértigo y la confusión, sufriendo una especie de Síndrome de Stendhal provocado por el sentimiento de belleza y vitalidad que mi propio cuerpo me produce.

Él permanece ajeno a todo esto mientras intento controlarme en vano (siempre es así) Solo me mira y le gusta el brillo de mis ojos, la forma en que se abre mi boca o mi risa estalla sobre el aire. Sabe que pasa algo pero no está seguro de qué cosa es. No es algo racional. Yo aprieto las piernas mientras digo cualquier tontería, observo también su turbación y sus nervios, y mi piel se enerva debajo de la ropa, mis muslos hacen fuerza contra la carne abultada de mi coño y la humedad de mi sexo cae como un gotero que inunda mi culotte... y durante este proceso, mi mirada examina sus manos o se fosiliza en la dilatada pupila de sus ojos, intenta averiguar porque ese pliegue de la ropa se eleva precisamente en esa trayectoria, se pregunta si su sexo le estará acuciando tanto como a mí y me da pavor sólo mirarle la boca porque siento un irresistible impulso de morderla.

Porque mi mente ya está en un cuartito desnudándole ferozmente, y le sueño tumbándome sobre una cama y pidiéndome que le muestre mi coño, le veo abriéndome las piernas, aspirando mi aroma o bebiendo mis fluidos, casi puedo sentir sus manos sujetando mis caderas mientras su boca se hunde en mi rajita y siento ese primer tacto húmedo de su lengua produciéndome chasquidos, arrancando gemidos de mi garganta, le recreo penetrándome muy muy lentamente mientras me mira fijamente a los ojos. Me imagino tragándome su polla, sintiéndome ahogada por ella mientras algo gruñe entre los cauces de mi coño, le veo sacudiéndose contra mi pelvis, mordiéndome el culo o rozando mi ano con la punta de su lengua mientras mi cabeza parece dar vueltas y más vueltas. Me muerdo discretamente el labio. Le veo apretándome los muslos, me imagino mi pelo alborotado y mi corazón aporreándome el esternón. No puedo dejar de mirar su sonrisa de gozo y mi cuerpo resplandeciendo de felicidad como una criatura luminosa suspendida en una fosa abisal, inmensa y oscura, irradiando placer bioluminiscente hacia un mundo tenebroso o alcanzado por las sombras.. y yo soy una luz en medio de esa noche. Siento este sol mío que me nace desde dentro de las ganas, irradiando calor y vida, y esa necesidad de propagarme hacia otros seres.

Y es entonces, cuando saboreo ese silencio y este sol, mío…


miércoles, 11 de septiembre de 2019

NEGRA SOMBRA




Mientras mi cuerpo se cocía en el vapor de la brisa de Cabo Estay, cerré los ojos, y por un instante me pareció que te echaba de menos. El aire aquí me confunde, es fácil dejarse llevar por el ambiente, ya sabes que yo oigo cantar a las sirenas, que desde sus malditos agujeros la niebla se abre o se cierra para mí, los vientos dan la vuelta o las meigas me dejan hacer encantamientos, solo algunos, pocos… cada vez menos. En una de esas playas, adormilada por el calor,  me pareció que tus ganas me temblaban en la boca, algo salado me acariciaba la garganta y tus dedos se enredaban en mi pelo rubio como Gorgonas. Adoro la ternura que me produce sentirte tan indefenso.

No me gusta volver a los lugares donde fui feliz, pero a veces, como tú dices, no queda más remedio. “C’est la vie”. La playa me parece un lugar perdido, uno más, como tantas otras cosas que han muerto definitivamente para mí.

Mis amigas siguen igual que siempre, pero tristes. Siguen igual de listas, de guapas, de risueñas, su risa cantarina me recuerda a las burbujas de las fuentes, pero veo su tristeza a través de su risa y sus miradas. El tiempo no pasa igual para todo el mundo pero espero que ellas conserven el coraje que hace falta para seguir riendo a pesar de las sombras. No sé si es porque a todos nos está alcanzando de un modo u otro esta brutal depresión, esta forma de ir saliendo poco a poco de la luz para ir introduciéndonos en otro mundo que dejó de ser nuestro mucho antes de que nos diéramos cuenta. Quizá por eso sigo insistiendo en escribir historias de sexo, porque es de las pocas cosas luminosas de las que aún puedo hablar, porque cada vez que me siento a escribir sobre cualquier otra cosa me siento pequeña, miserable e inmisericorde, me siento lejana a la ternura, a cualquier cosa blanda y llena de luz, y solo siento un inmenso rencor hacia la gente que ha permitido todo esto. Todo el mundo estaba en otra parte, probablemente, yo también.

No estoy enamorada de ti, pero aún así detesto quererte, sí, un poco sí que te quiero, quizá porque eres mi pequeño resquicio de claridad. Me siento confusa, todavía no he decidido si el amor me hace fuerte o vulnerable. Hay que ser tan jodidamente duro para querer de verdad. Hay que ser tan inteligente y tan hábil que no me considero con ninguna de estas destrezas, pero sé que de alguna manera, de algún modo, te amo aunque no tenga nada que ver con el amor. Ya, ya sé que no hay manera humana ni divina de entenderme, por eso hablo tan claramente.

Ayer en la playa me acordé de ti, enfadado, liándote un porro, hablándome de tus cosas, con tus ojos negros como piedras de carbón inflándome desde algún lugar enigmático. A veces intento escucharte con todas mis fuerzas pero termino perdida en el fondo de esos pozos insondables. Entonces, digo una broma, o te provoco para sacarte de tus cavilaciones, te cantan los ojos, el brillo del hachis se asoma hasta ellos y me sonríes como nadie sonríe ya, con la confianza de que solo tú vives y solo tú eres solamente tú. Y, ahora mismo,  es la única puta verdad que tengo.

Ayer en la playa me acordé de ti y te eché de menos, eché de menos tu piel (eres el hombre más suave que conozco) y esa forma que tienes de respirar, fuerte e insurrecto mientras te como la polla. Ya nadie me respira así. Tus manos se movían en mi cabeza y tu pelvis se adelantaba hasta mis labios suspirándome. Te sentía por dentro, sentía una culebra de placer recorriendo tu columna y ardiéndote en los riñones. No sé cómo pero realmente podía sentirte. Mi boca se sumergía en tu verga y trataba de alcanzarte al milímetro. Ni siquiera pensaba en nada, solo me dejaba llevar por lo que sentías. Cada vez más puto, cada vez más loco, más fuerte, más tú. “Niña, me voy a correr…”  Te miré a los ojos, a tus negrísimos ojos negros, hiciste ademán de retirarte pero yo te recogí en mi boca. Tu esperma impactó sobre mi lengua mientras tus jadeos encerdaban mis oídos, un chorro intenso y cálido abrasándome el coño. Y sentí tu fluir dentro de mí retorciéndome de gusto. Me despertó una sacudida mientras musitaba mi orgasmo. A mi alrededor nadie pareció darse cuenta. Te busqué a pesar de que sabía que estabas a miles de kilómetros, en el mismo océano pero otro Atlántico. Y eché de menos tu luminosa sonrisa y esa forma que tienes de creer que puedes con todo.

Un transatlántico atravesaba la ría indiferente a nuestra pena, perdiéndose definitivamente tras las Cíes.