Hay cosas por todas partes. Viejas revistas de patrones,
octavillas religiosas, trozos de papel donde han ido apuntando cosas para no
olvidarse de tareas apuntadas en otros papeles, maletas viejas, figuritas
pegadas con cola, floreros de cristal, de cerámica, un sesentero teléfono rojo,
enjambres de bolsas suficientes para acabar con todos los delfines del planeta,
archivadores vacíos, llenos, con papeles ordenados y desordenados, sobres y
sobres con fotos, álbumes de fotos estropeados, vasos con lápices sin punta o
bolígrafos sin tinta, maletines con tuercas y tornillos, taladros, cajas de
plástico con gomas, estampillas de la Virgen Inmaculada
Concepción, libretas de espiral, rotuladores, más fotos, un rosario, algún
cuadernillo rubio... Su cabeza está
igual que su casa: cosas por todas partes. Y luego se pasa todo el día
quejándose y amenazándonos por todo ese desorden. Me angustia preguntarme si hay un gen que
determine todo este sin dios. Él me dice que aquí solo hay una cosa que hacer:
huirrrr. Y lo dice resaltando la i, haciendo una inflexión con la voz, como un
estruendo, una voz de Dios. – “Ponte los cascos y un cerrojo en la puerta.
Tienes que cerrar la puerta”- Y ese “tienes” es más un consejo de “Neuróticos
para dummies” que una obligación en sí.
Trato con la tristeza a diario. Soy una persona alegre, así
que no necesito hacer grandes esfuerzos para mantener el tipo. Pero dentro de
mí vive un alien que me está devorando desde dentro. Es una tristeza torpe y
muda pero tremendamente efectiva, me va robando cada noche las ilusiones, las
ganas, los deseos, los sueños… Así que finjo que no la siento, me empastillo,
miro para otro lado, trabajo como si no hubiera mañana y me prometo a mí misma
el cielo prometido que mis creencias me han negado.
Pero nada funciona. Nada salvo él. Él aferrado a mis piernas
succionándome la pena desde el coño. Llevándome a un verdadero paraíso, a uno
de verdad, a uno donde solo existimos
ambos y el placer de gozarnos y darnos placer. Hay escasísimas ocasiones donde
recibir es dar y dar es recibir, uno se alimenta en lo que da, goza de ello y
el otro se entrega en su placer, en lo que recibe, que te estén comiendo el
coño o la polla es un mero accidente de lo que realmente ocurre. Esa conexión
entre dos seres es el único cielo que conozco, y probablemente el único edén
que encontraré.
Le echo de menos terriblemente. Espero que al menos a él le
merezca la pena, de verdad que sí lo espero. Así que le recuerdo llegando a mi
casa, con mi faldita y mis ligueros, le recuerdo besándome entera. Le evoco
sobre mi cama embadurnándome de aceite y haciéndome masaje por todos los
rincones de mi cuerpo. Le añoro cuando cierro los ojos y me veo en el borde de
la cama y él sacándome orgasmos a golpe de cadera, a cuatro patas, como una
verdadera golfa, susurrando su nombre entre jadeos. Le echo de menos en su cama
besándome despacito la espalda, recreándose en ella como si mi columna fuera
kilométrica y sus besos no pudieran gastarse jamás, inventando caricias para mí
con sus labios, recorriendo cada vértebra como si fuera un lugar donde
deleitarse, donde estremecerme, alcanzando mi culo, poderosamente cariñoso,
provechosamente cerdo, mordiendo mis nalgas y perdiéndose definitivo hacia mi
coño.
Le añoro devorando mi sexo a besos y lametones, lento,
minucioso, como si me coño fuera una caja de caudales cuyo mecanismo solo él
entendiera, y escucha sus sonidos y el modo en que se abre. Extraño su lengua
girando alrededor de mi clítoris o acariciándolo suavemente con la punta
haciéndome temblar por dentro. Le recuerdo enganchado a mis piernas e
introduciendo su lengua en mi agujero, bordeándolo, sorbiéndome como a un
helado mientras mi cuerpo se sacude de un placer irradiado desde mi coño, y mi
coño produce un dulce y mágico chapoteo de lengua, saliva y sexo.
Sueño con su polla en mi boca, discurriendo sobre mi lengua
naturalmente, prodigiosamente, alanzando mi garganta y adquiriendo más volumen
entre mis labios, evoco sus gemidos y el modo en que se arquea y pide follarme
y se estremece. Mi boca sigue sujetando sus venas con firmeza mientras mi
lengua se mueve ondulante y sicalíptica en su frenillo. Mi mano sujeta sus
cojones, tira de ellos suavemente y los invoco espumantes y cálidos. Revivo la
sensación de estar flotando en un mar de lujuria y cariño donde mi única
voluntad es su placer y mi único fin sentirme con él en el goce sublime de
hallarnos, de reconocernos en nuestra animalidad y nuestra alegría.
Y repaso todos estos momentos, si cierro la puerta, y detrás
de ella me embriago en la voluptuosidad con que le recuerdo, mi pena se cierra,
mi coño se abre, dejo paso a todo cuanto tenemos y espero que tengamos, a
nuestro placer, nuestra entrega, a la delicia de compartirnos y espero, solo
espero, que volvamos a encontrarnos.
Eres toda lujuria, toda poesía...
ResponderEliminarcon menos limitaciones que la gente comûn...
Gracias Antonio, un beso
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarToda una diosa eres, que delisioso es leerte. Como nos hacen sentir los recuerdos ,
ResponderEliminarverdad?nos transportan , elevan y nos hacen saborear con tanto placer.... Besitos querida :p
Así es Gatita, recordar es volver a vivir, besitos guapa
EliminarTe leo desde hace mucho pero nunca había comentado.
ResponderEliminarSin embargo, hoy te has lucido. Poesía, sexo, ternura, ganas de vivir, dulzura, lujuria... Y mucho más. Eres una diosa, Laura. No dejes de escribir. Me encanta leerte y recrearme en tu mundo, tu imaginacion y tus recuerdos.
Besos de una orensana con tantas ganas como tú y tan poca prosa para expresarlo a tu altura. Deliciosamente sublime ;-)
Muchas gracias Damita. Todas lo somos. Biquiños de una viguesa ;)
EliminarMenos mal que hoy hace menos calor porque torrido el relato lo es, brr, que gusto de dulces recuerdos, yo soy incapaz de acordarme de algo así y sospecho que es por otros motivos que no tienen nada que ver con el canalla del alemán que me esconde las llaves del coche.
ResponderEliminarUn besazo.