He salido a dar una
vuelta por si corría algo de brisa, quizá con la esperanza de
aclararme o de sentirme menos perdida. No ha habido suerte; parece
que vuelve el calor. He podido oír el zumbido de los motores desde
la M30 a pesar del entorno idílico del parque, eso me ha estropeado
un poco la abstracción. He estado evocando momentos del viernes y el
sábado. Es curioso como se mezcla todo en la vida para conformarnos
o deshacernos, para satisfacernos o hacernos desdichados.
La felicidad es
demasiado efímera para sentirla con claridad. No hay modo de
demostrarla. Siempre hay algo o alguien que distrae tus sentidos para
poder ser consciente plenamente de ella, así que solo puedes tener
instantes, fogonazos, piel erizada, mínimas dosis de alegría o luz
a las que has de volver en los momentos oscuros para recordarte que
la vida es también eso y merece la pena ser vivida.
He cerrado los ojos
y he podido sentir sus besos cayendo sobre mis labios como una lluvia
inesperada de alegría. Ha sido un día espléndido. Hemos llegado al
hotel y nos ha sorprendido la habitación. Parecíamos entrar en
algún decorado futurista. Absolutamente blanca con formas
acogedoramente sinuosas, una bañera enorme y curvilínea, con luces
escondidas estratégicamente. Hemos escudriñado el espacio, tan
sideral y luminosamente. inmaculado He pensado que era el lugar
perfecto para amarnos. Tan distintos, tan insólitos, tan
alienígenas.
Todavía no he
podido evaluar si sus besos me enternecen o encerdecen. Sí, ya sé
que suena contradictorio y poco romántico, pero es la verdad.
Comienza a besarme y me siento caer al vacío, a una especie de gran
lago, húmedo, viscoso e inmenso de impudicia. Es lo que más me
gusta que haga. Es lo que más loca me vuelve. Es una paradoja
sexual. Para mí lo es. Es cierto que los besos siempre me han puesto
muy loca, pero con él esa forma de ponerme cachonda se eleva a la
enésima potencia. No quiero juegos, ni carantoñas, quiero que me
folle en plan fó-lla-me. Punto.
En cuanto estamos
juntos no hacemos otra cosa. Follar y follar en la medida que
podemos, en la medida del tiempo del que disponemos o las energías
de nuestros organismos. Porque es lo que nos pide el cuerpo. Nada de
tríos, ni exhibicionismos, ni retruécanos. Follar. Así de simple.
Nuestra lujuria es sencilla y vasta. Follar.
Siento escalofríos
cuando invoco a sus dedos retorciéndome los pezones, mi cuerpo
tiembla cuando vuelvo a sentir sus manos colocándome a cuatro patas,
o el calor de sus cojones sobre mi vulva, o su sudor cayendo sobre mi
espalda, mi cabeza parece dar vueltas y vueltas en torno a su polla
clavándose con frenesí en mi coño, haciéndome tiritar de gusto,
llevándome a algún sitio que debe ser la felicidad, porque no hay
tiempo, ni dolor y sobre todo, no hay miedo. Solo él y yo, follando,
amándonos, hablando el único lenguaje que nos hace únicos.
Evoco su voz cuando
se corre, sus caderas enloquecen y libera un sonido ronco y
definitivo que se clava en algún lugar en el centro de mi cabeza,
detrás de los ojos y me hace sentir animal y mujer. La única mujer.
Entonces todo desaparece salvo las sensaciones de mi cuerpo mezcladas
con el suyo, es la magia de ser una mujer y un hombre acoplados. Su
polla todavía palpita y chorrea sobre mi coño su lefa templada y
densa. Y sé que es uno de esos instantes que debo guardar para
cuando venga la salvaje e implacable pesadumbre de los días, y tenga
que sobrevivir a ellos.
¿Y tú, eres feliz?
Leyéndote.
ResponderEliminarSoy feliz, porque doy valor a las cosas sencillas... Por cierto, buena pregunta, sigues demostrando lo "mala" que eres.
ResponderEliminarSoy :)
ResponderEliminarMuchas veces, volver a lo básico, a lo sencillo sin más adorno, nos permite disfrutar muchísimo.
Y sí, se debe guardar pan (recuerdos) para mayo...
Kiss.
Soy feliz, sin llegar -ni de lejos-, a tus maratones de alcoba....
ResponderEliminarA ratos. Hola preciosa. Como siempre es un placer leer lo que escribes. Directo, descarnado sensual. Besos.
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