martes, 26 de agosto de 2014

BLANCA


He salido a dar una vuelta por si corría algo de brisa, quizá con la esperanza de aclararme o de sentirme menos perdida. No ha habido suerte; parece que vuelve el calor. He podido oír el zumbido de los motores desde la M30 a pesar del entorno idílico del parque, eso me ha estropeado un poco la abstracción. He estado evocando momentos del viernes y el sábado. Es curioso como se mezcla todo en la vida para conformarnos o deshacernos, para satisfacernos o hacernos desdichados.

La felicidad es demasiado efímera para sentirla con claridad. No hay modo de demostrarla. Siempre hay algo o alguien que distrae tus sentidos para poder ser consciente plenamente de ella, así que solo puedes tener instantes, fogonazos, piel erizada, mínimas dosis de alegría o luz a las que has de volver en los momentos oscuros para recordarte que la vida es también eso y merece la pena ser vivida.

He cerrado los ojos y he podido sentir sus besos cayendo sobre mis labios como una lluvia inesperada de alegría. Ha sido un día espléndido. Hemos llegado al hotel y nos ha sorprendido la habitación. Parecíamos entrar en algún decorado futurista. Absolutamente blanca con formas acogedoramente sinuosas, una bañera enorme y curvilínea, con luces escondidas estratégicamente. Hemos escudriñado el espacio, tan sideral y luminosamente. inmaculado He pensado que era el lugar perfecto para amarnos. Tan distintos, tan insólitos, tan alienígenas.

Todavía no he podido evaluar si sus besos me enternecen o encerdecen. Sí, ya sé que suena contradictorio y poco romántico, pero es la verdad. Comienza a besarme y me siento caer al vacío, a una especie de gran lago, húmedo, viscoso e inmenso de impudicia. Es lo que más me gusta que haga. Es lo que más loca me vuelve. Es una paradoja sexual. Para mí lo es. Es cierto que los besos siempre me han puesto muy loca, pero con él esa forma de ponerme cachonda se eleva a la enésima potencia. No quiero juegos, ni carantoñas, quiero que me folle en plan fó-lla-me. Punto.

En cuanto estamos juntos no hacemos otra cosa. Follar y follar en la medida que podemos, en la medida del tiempo del que disponemos o las energías de nuestros organismos. Porque es lo que nos pide el cuerpo. Nada de tríos, ni exhibicionismos, ni retruécanos. Follar. Así de simple. Nuestra lujuria es sencilla y vasta. Follar.

Siento escalofríos cuando invoco a sus dedos retorciéndome los pezones, mi cuerpo tiembla cuando vuelvo a sentir sus manos colocándome a cuatro patas, o el calor de sus cojones sobre mi vulva, o su sudor cayendo sobre mi espalda, mi cabeza parece dar vueltas y vueltas en torno a su polla clavándose con frenesí en mi coño, haciéndome tiritar de gusto, llevándome a algún sitio que debe ser la felicidad, porque no hay tiempo, ni dolor y sobre todo, no hay miedo. Solo él y yo, follando, amándonos, hablando el único lenguaje que nos hace únicos.

Evoco su voz cuando se corre, sus caderas enloquecen y libera un sonido ronco y definitivo que se clava en algún lugar en el centro de mi cabeza, detrás de los ojos y me hace sentir animal y mujer. La única mujer. Entonces todo desaparece salvo las sensaciones de mi cuerpo mezcladas con el suyo, es la magia de ser una mujer y un hombre acoplados. Su polla todavía palpita y chorrea sobre mi coño su lefa templada y densa. Y sé que es uno de esos instantes que debo guardar para cuando venga la salvaje e implacable pesadumbre de los días, y tenga que sobrevivir a ellos.

¿Y tú, eres feliz?





5 comentarios:

  1. Soy feliz, porque doy valor a las cosas sencillas... Por cierto, buena pregunta, sigues demostrando lo "mala" que eres.

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  2. Soy :)

    Muchas veces, volver a lo básico, a lo sencillo sin más adorno, nos permite disfrutar muchísimo.
    Y sí, se debe guardar pan (recuerdos) para mayo...

    Kiss.

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  3. Soy feliz, sin llegar -ni de lejos-, a tus maratones de alcoba....

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  4. A ratos. Hola preciosa. Como siempre es un placer leer lo que escribes. Directo, descarnado sensual. Besos.

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