martes, 5 de febrero de 2019

SOLA




Estoy sola. Y estoy caliente. Esto no debería significar mucho más de lo que en sí lleva la frase. Millones de mujeres cada día se calientan estando a solas. Pero no son yo.

Me gusta sentirme cachonda. Incluso si estoy sola. Me gusta hacerlo cada día. Algunos días varias veces. Me gusta regodearme en todo el proceso. Absolutamente.

Hace apenas un rato he llenado mi bañera de agua caliente y sales de baño. He encendido una vela. He apagado la luz. No me apetecía oír música. He cerrado los ojos y he dejado que el ritmo de mi respiración creara esa atmósfera que deseaba. He atendido a los aromas que desprendía el agua caliente. Pero que va, olía a sexo. Su imagen ha aparecido ante mí. He mirado sus ojos negros, sus ojos subterráneos contemplándome fijamente, preguntándome, tratando de averiguar partes de mí que, a veces, ni siquiera yo misma conozco. Mis secretos más íntimos, la forma en que mi cuerpo destila agua, el misterio de mi mente sudando morbo, mis fantasías más retorcidas de mujer caníbal, las que ni siquiera cuento aquí pero que sí le cuento a él.

Me he dejado llevar por mis pensamientos tratando de no dirigirlos, permitiendo que se extendieran en mi instinto y ocuparan mi cuerpo. Él estaba entre mis piernas sentado, ha extendido una mano y la ha metido debajo del agua. Mi mano ha acariciado mis piernas guiando mi mano como un lazarillo trastornado. Ha subido por mi cintura hasta mi pecho y la he llevado hasta mis labios para mojarme los dedos. Me gusta chupar, lamer me pone increíblemente cachonda. Me lleva a un estado de lascivia manifiesto. El acto de introducir mis dedos en la boca , sacarlos, meterlo, lubricarlos con saliva, hacer girar mi lengua sobre ellos, apretar mis nalgas durante todo el proceso, volver a meterlos y sacarlos, en un mecanismo constante de chupar y salivar, aflojar el culo y encenderme es todo uno. Me hace deslizarme en ese estado obsceno, como una puta babosa que se fuera enloqueciendo por momentos. Cuando he empezado a jadear los he sacado y he pellizcado suavemente los pezones, me he mordido el labio. Mi coño se ha abierto como un molusco debajo del agua. Lo sentía caliente y tremendamente convulso. He subido el culo. También se ha abierto. Estaba irritantemente excitada. Lo he vuelto a bajar. Mis jadeos se dilataban desde mi boca como nubes de petróleo. He llevado mi mano nuevamente a mis caderas, he bajado por la ingle y he introducido un dedo levemente en mi coño, apenas nada. Algo inexactamente suave se doblaba entre mis dedos, una esponja abultada se relamía por dentro. La he tocado deprisa moviendo mi dedo arriba y abajo. Mi espalda se ha arqueado. He subido y bajado la mano, frotando suave o fuerte o fuerte o suave el clítoris. El clítoris, ese pequeño, jodido y perverso centro de mí. Ese minúsculo corpúsculo tan bien dotado para la felicidad. La imagen de él me ha venido a fogonazos. Realmente mi coño creía que era su dedo y trataba de apresarlo. Mis otros dedos han apretado más, si cabe, mis pezones. Mis gemidos han empañado la mampara.

Masturbarse en la bañera tiene un efecto especial. Es como caer en un emulsión maravillosa, sentir mi propia humedad confundiéndose con el agua caliente. Un calor inmensamente hermoso inundando todo mi cuerpo. Es regresar al acogedor seno del agua para deshacerme en él con mis sentidos. Mi coño pulsando dentro de mí, al ritmo de unos dedos que creo ajenos. Mi cuerpo derritiéndose igual que la cera se deshace al contacto con un foco de calor y gotas de mí coagulándose en algún lugar perfecto, dentro de mi sexo, que me van volviendo más y más zorra.

Todas esas gotas de lujuria derretida se han depositado en todos mis rincones recalentándose de nuevo para abrirme agujeros en la piel que no ha dejado de exudar vicio hacia el agua. Toda mi piel abierta y expuesta. Hasta querer gritar. Y mi organismo se ha expandido como una explosión en cadena que ha subido desde mi coño hasta mi boca reventando en lugares de mí desconocidos. Booom. Booom. Mi arrebato hacía salpicar el agua de un modo peculiar, en un irreal y demente chapoteo. Según han ido explotando, se ha acelerado el ritmo de mi cuerpo tembloroso. Ya no era mío. No era yo. He sido alguien que necesitaba moverse al son de esas deflagraciones, como una brutal muñeca que se fuera desmontando en gritos y conmociones de placer acuático.. Booooom. Booooom. Mi coño se ha roto en sacudidas infernales y mi boca se ha abierto a la profundidad de mis delicias. Gozo. Entonces su imagen se ha hecho clara. Diáfana. Él me ha sonreído desde dentro de sus ojos negros y se ha desvanecido sobre el agua tibia de la bañera.

Estoy caliente, deshecha, estremecida, inflamada, extremada y jodidamente sola.



7 comentarios:

  1. Baño burbujeante de lujuria y deseo...

    Lástima que el pop de la última burbuja nos haya empapado con una cruda realidad...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Manolo, siempre vuelves por aquí, se te quiere. Muass

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  3. Maravillosa como siempre, qué gozo volver a leerte. Tus cuentos son pura poesía erótica,son caricias llenas de lascivia... Espero que no dejes de escribir querida. Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Soy una dejada con el blog, lo siento. Pero seguro que siempre volveré a poner algún relato, aunque sea muy de vez en cuando. Gracias por seguirme. Besazo

      Eliminar
  4. Cuando he ido no me ha dejado entrar :( Muchas gracias comentar, lástima que apenas tenga tiempo. Muas

    ResponderEliminar
  5. Abri tus piernas, se fueron lentamente empezando a revelar tus secretos. Tus labios se hinchaban al roce de los míos, cada surco era dibujaba por mi lengua. Las gotas de sudor bajaban por Tu cuerpo, y eran recogidas suavemente por mis labios, como queriendo beber tus pecados, los que brotaban uno tras otro, suplicando que me acercara a la miel. Sentí como tu sexo buscaba mis labios intensamente, retorciéndote entre jadeos y gemidos.
    Finalmente ante mi, brillaban tus labios vaginales despegándose con hilos sedosos, y densos hilillos de fluidos que emergían de tu interior. tu apretada vulva, se dilataba, dejando ver su interior, pardo rojizo y bañado de miel, los que mediante sus brillos iban liberando la pequeña cabeza de oro, que asomaba tímidamente entre los pliegues húmedos.
    Don Juan De Marco.

    ResponderEliminar

Di lo que quieras, pero recuerda que es mi blog