lunes, 30 de septiembre de 2013

DEBILIDAD


    Photo by ian dooley on Unsplash


Él me ha esperado recostado en una tumbona en el jardín. Olía a césped recién cortado mezclado con el denso aroma de los jazmines, estaba tendido tomando el sol, había una brisa ligera y tan solo le acompañaba el ruido de los aspersores: tzz..tzz…tzz..tzz

Me ha encargado que trajera helado. De chocolate. No puedo evitarlo. Él me pide chocolate y yo me derrito. Literal.

He llegado junto a él, he dejado la tarrina sobre una mesita del jardín y me he quitado la ropa. Me he sentado junto a él, he abierto la tarrina y he metido un dedo y lo he lamido

- Mmmmm ¡que rico!
- Eres una guarra, así no se come el helado
- Que tiquismiquis eres, coño, ahora subo a por unas copas y unas cucharitas
- La cucharita te la voy a poner yo

Entonces ha metido un dedo en la tarrina, lo ha embadurnado de helado, me ha apartado el bikini para dejar mis tetas al descubierto y me ha untado los pezones con él.

No he podido evitarlo. Me ha dado un ataque de risa. Por supuesto el frío del helado ha enroscado mis pezones sobre sí mismos, la sorpresa me ha hecho reír pero me he quedado quietecita y expectante. Me ha chupado el chocolate de los pezones para después besarme los labios y untarlos de helado, dedos, boca, lengua, tetas, chocolate. Me priva el helado. Me encanta el chocolate. Y adoro mezclar sabores.

- Cariño, o hacemos esto pronto o nos vamos a quedar sin helado...
-Mmm, a la mierrrda el helado


Me he sentado a horcajadas sobre él, ambos seguíamos metiendo los dedos en el helado y pringándonos con él. Lo ponía en mis tetas y chupaba de él, nos besábamos y enfriábamos nuestros labios con él, nos movíamos como cerdos revolcándonos en el helado y sobre nosotros mismos. Me ha gustado la prisa que teníamos. Prisa por comer, por chupar, por enguarrinarnos, por encerdarnos, por follarnos.

Luego he metido un poco en mi boca para enfriarla, notaba el tacto suave y frío del helado sobre mi lengua y a continuación he metido su polla. Me ha encantado oírle gemir y subir las caderas hacia mí. Su polla cada vez más dentro de mi boca fría, fría…

- Hazlo otra vez

He vuelto a meter helado en mi boca y luego a chupar su polla. Notaba el contraste caliente de su rabo en mi garganta helada. Después he lamido sus huevos mientras le pajeaba con saliva y chocolate, el helado se derretía sobre el tronco de su rabo. Una verdadera cerdada. Una auténtica delicia. Su verga sabía a chocolate, a él, a él en chocolate.

Después él a hecho lo mismo. Ponía helado en mi coño y se lo lamía como un cerdo. El frío me acariciaba mi agujero, aunque creo que estaba más cachonda por la situación en sí que por lo que me provocara o dejara de provocar el frío. Luego me he clavado sobre su polla, se ha metido en mi culo, nos hemos lamido y retorcido de gusto, en el sabor del helado, en nuestros sabores y olores, en nuestro juego y nuestro deseo.

El helado ha acabado por derretirse del todo y nosotros churretosos y cachondos follándonos como locos en el jardín. Y es que el chocolate me puede…me puedeeee


domingo, 22 de septiembre de 2013

LLEGÓ



Por fin llegó. Mi libro: LAS CINCO MIL MANERAS, tan esperado, tan ansiado en letra impresa… Sí, estoy acostumbrada a leer en formato digital, pero tener entre mis manos el tacto áspero y enjuto del papel me proporciona un placer único.
Hace meses os solicité ayuda para poder publicar mi libro a través de un crowfunding en libros.com, por diversos problemas de edición ha tardado más de lo esperado, pero finalmente llegó.

Cuando vi la camioneta de reparto aparcada frente a mi ventana intuí que era él y comencé a sentir esas mariposas en el estómago que se sienten cuando deseas algo mucho. Efectivamente era mi libro, firmé el albarán de entrega y me apoderé de él.

Apenas si podía creerlo. Escribo desde hace mucho, era casi una niña, mis primeros cuentos los escribí con once años más o menos, historias de asesinos, de niños que desaparecen, de extraterrestres o de seres que salían de las rendijas de las baldosas del cuarto de baño ( sí, rarita he sido siempre), he participado en foros, he escrito poesía, otros relatos, prosa poética… pero ver por fin mis letras impresas en un libro me hace sentir como una madre orgullosa. Quizá no sea tan bueno (como yo creo), pero es mío.

Si buscas ponerte a tono, o quieres indagar en la sexualidad de alguien, o pretendes curiosear o hallar otro modo de escribir erótica milibro no te decepcionará. Es explícito, va al grano, y no habla de otra cosa que no sea sexo…o sí?


Gracias a todos los que me habéis ayudado, realmente me anima a seguir escribiendo.




*   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *

Sir Bran tiene razón, así que siguiendo su consejo:

El libro puede comprarse por solo 5 € en edición digital en libros.com o en amazon , o en edición impresa (con su olor a nuevo y todo) por 20 € en libros.com, espero que lo leáis....
Besos a todos

viernes, 13 de septiembre de 2013

FRIO





Está amaneciendo. Ahora mismo una luz exigua e inmensa taladra madejas de nubes purpúreas. Amanece en rojos y violetas, como debe ser. La luz cae sobre la Ría troceándola en cachitos de espuma y ceniza. Parecen los rescoldos del cielo. El mar siempre me parece un reto. Hace frío. Mi café desprende posos de lo que fue ayer… y me sonrío… A veces veo el tiempo como una extraña espiral retorcida hacia fuera, como algo que puedo doblar a mi antojo (quizá sí, puedo)

Anoche llegué a casa pronto, no eran más tarde de las doce. Llegué a casa extremadamente sobria, serena… ¿Puede sobrepasarnos la sobriedad? Había vuelto caminando con un frío húmedo que lleva todo el puto invierno metiéndose en mis huesos y no dejaba de pensar en su carne caliente pegada a mí mientras mis tacones rompían el silencio de mi calle. Me gusta como suenan mis tacones sobre el cemento, hay veces que creo que las aceras se van rompiendo a mi paso en grietas como el turrón del duro. Llevo días pensativa, abstraída, reconcentrada, reflexiva. Bueno no sé como llamarle al modo en que me siento últimamente. A veces me dan esos puntos, supongo que solo es una forma de buscarme, de hacerme más yo,pero también de reivindicarme, de mirarme fijamente a los ojos, sonreírme y negar con la cabeza. De insistirme. Iba pensando en él y en el frío. Porque él es frío y caliente. Y es estúpido e inteligente. Y es adorable y un pedazo de cabrón. Él es todo y nada. Es yo y soy él.
Pero sobre todo, cuando me pierdo pienso en su carne, en como tiemblan sus gritos de placer contra mi garganta, en cómo es el tacto de su verga cuando la aprieto con mis labios y se estremece al primer contacto, a veces parece que esté haciendo hilos de caramelo, tan dulce y frágil, tal aromático y pegajoso…tan delicioso…y pienso en cómo nos licuamos de placer y también como, a veces, nos posponemos, y de alguna manera sé que es ahí donde me encuentro con él, me guste o no... Y mientras caminaba apretando el paso, se me llenó la cabeza de caricias, de jadeos, de travesuras de niña mala (y de buena), de miradas, de ese deseo inabarcable, único, con el que nos inventamos… se me llenó la nostalgia de montones de polvos superpuestos, de las diversas maneras de follarnos, de las infinitas formas de entregarnos, de abandonarnos, de recogernos… Follar con él ha sido siempre la caña. No sé si por la complicidad, la ternura, el morbo… o ese modo de conocerme, y él otra cosa no, pero sabe cómo desmontarme y montarme como un rompecabezas.

Me estoy distrayendo…y al final se me va enfriar el café…
Llegué con mucho frío y sabiendo que él ya estaría dormido. Una vez leí en alguna parte que el mejor modo de entrar en calor es desnudarse por completo junto a otro cuerpo desnudo. Doy fe, entré en calor. No quería despertarle aunque me entraron unas ganas locas de follármelo. Me gusta verle dormir, sentir así de vulnerable a alguien tan fuerte siempre me conmueve.  Es un hombre muy fuerte. Le he visto montones de veces hacer cosas increíbles. Pero también tiene una sensualidad muy suave que colabora en su tendencia natural a la seducción, puede desmenuzar mujeres con gestos muy pequeños para disgregarlas en su voluntad con la misma facilidad con que yo ahora mismo doy vueltas a mi cucharilla dentro de la taza, y eso distrae a veces de su fuerza…
Dormía tan plácidamente que me provocó muchísima ternura. Le besé los labios despacito y recordé las habilidades de “las mujeres pantera”. Me devolvió el beso dormido. Pasé mi lengua muy levemente por sus labios y soltó un gemido blando, como deshecho…No hay nada tan dulce para mis oídos como esos jadeos profundos desde lo más hondo de su boca. Algo se removió dentro de mí, propagándose, expandiéndome el coño como si algo soplara dentro de él. Eso que no sé bien si nace de la lujuria o de esa curiosidad morbosa que todos tenemos para observar el placer ajeno… Le he pasado mis pechos por la cara, por probar… ha vuelto a gemir, luego he metido mis pezones en su boca y mamaba como un corderito… una punzada de placer me ha recorrido entera. No he querido despertarle. Me preguntaba si podría follar dormido, si podría hacerle cosas sin que se enterara, solo por observar sus reacciones dormido. Esa curiosidad me ha puesto cachonda como una perra, pero he decidido aguantarme…quería usarle…investigarle, rebuscar en su cuerpo…

Su piel se abría ante mis ojos como si atravesara un túnel con una antorcha. Le he acariciado con las manos, con la punta de los dedos, con mi lengua, con mis pechos, me he frotado contra él, con mi espalda, con mi culo, con mi coño mojado…le he arañado un poco, he dejado gotear mi saliva sobre sus labios, sobre su pecho, he pellizcado sus pezones con mis labios, le he lamido el vientre, he empapado sus huevos, he lamido su culo…le oía gemir con mis maniobras, he observado como su polla engordaba lentamente, me hacía la dormida o seguía según sus reacciones, su polla subía o bajaba según lo que le hiciera o no. Sentía que estaba siendo escabrosa, impúdica, viciosa…joder eso me ha puesto tan cachonda que me revolvía junto a él moviendo mis caderas y pajeándome pero a su lado, sin despertarle… Metí su polla en mi boca gozándole a mi antojo, paraba de vez en cuando porque temía que así dormido se correría antes de lo que yo quería. Apenas se movía, creo que lo hacía en sus sueños, pero sus huevos se elevaban y su polla era rotundamente mía… gotitas preseminales me humedecieron los labios, observé su glande inflamado, su olor inundándome la cara, ese olor fuerte e inconfundible a macho…su verga totalmente llena, vertical, grandiosa…

Nunca me había parecido tan magnífico, tan inmenso, tan él…lleno de vida y de luz… estaba fuera de mí, pero quería retener aquel momento en mi cabeza, en mi cuerpo, en mi sexo. Me quedé mirándolo como algo mío, jadeando con su polla dentro de mi boca, quieta, detenida… Le observé agazapada entre sus piernas, como una intrusa, una ladrona, una pervertida… Le miré como si fuera un Dios y yo una sacrílega que estuviera corrompiendo su pureza… ¿Nunca os habéis sentido crepitar ante la contemplación de la belleza? ¿Nunca habéis mirado algo con la sensación de que vuestros ojos infectaban el objeto de vuestro deseo? ¿Que lo ensuciaban? ¿Que lo envilecían?
Me puse tan zorra que no pude evitar subirme sobre él, necesitaba su polla en mi coño, así que me coloqué en cuclillas cruzando los dedos para que no se despertara. Escurrí su polla lentamente en mi agujero, y la sentía aún más gorda dentro de mi coño…pero me dieron unas ganas enormes de cabalgarlo como loca así que me contuve, y me volví a pajear… Me quedé un momento así, quieta, sin hacer nada, recostada junto a él, sintiendo su cuerpo caliente junto a mí, respirando fuerte, sujetando mi puterío…no, no quería despertarle…
Cuando fui a agarrarle por la polla una vez más sentí su mano apresando mi cabeza…
- Mmmmm me parece a mí que eres una guarrilla...¿Se puede saber qué haces? - Me clavó la boca contra su polla, suavemente, firmemente, eso terminó de emputecerme… Le comí la polla como nunca, en chupadas profundas y prolongadas, acariciando mi lengua con su polla, sintiéndola en el cielo de mi boca, inflamándome la sangre de él, llenándome el coño de una cachondez hiriente, extrema. Pero en seguida me subió hacia él, susurrándome: - Me encantas preciosa ¿es que no ibas a despertarme…? Me pones loco, guarra, que eres una guarra.

Es cierto. Soy una guarra. Soy un animal. Una masa viscosa de concupiscencia y agua. Una zorra. Una mujer hipnotizada por las irradiaciones del sexo. Por su búsqueda. Por su hallazgo.
Me subió hasta él. Me besó profundo, lleno de él, me lamió la boca, le comí la lengua. Me agarró por las caderas y me dio la vuelta. Se incorporó un poco quedándose sentado, apoyando la espalda contra el cabezal, me dio la vuelta y me sentó sobre él. Notaba su polla durísima contra mis nalgas, apoyada en la raja de mi culo, sus manos me abrazaron la cintura fuerte, tan fuerte que me pareció que sus dedos se hundían dentro de mi carne, sentí sus dientes clavándose en mi cuello y un calor enorme esparciéndose por toda mi piel. Me sentía mareada, pero profundamente consciente, envuelta en un halo de realidad, de carne, de sensaciones, de olores y sonidos, como si mis sentidos se hubieran amplificado… - Mmmmmm así que no pensabas despertarme eh? Levanta un poco el culo que te lo voy a follar ¿quieres? ¿Quieres que te folle tu culito?
Intentaba decirle que sí. Que me moría de ganas porque me follara el culo, el coño y mi puta alma. Que me clavara contra la cama o contra la pared o contra lo que le viniera en gana. Que me follara sin tregua hasta encontrarse con ese algo mío que parece no tener nunca fin y que exhala desde lo más hondo de mi garganta con cada caricia, con cada arremetida, con cada orgasmo… Él liberó una de sus manos y la alargó hasta el cajón de la mesilla, sacó el lubricante y bañó mi culo con él. El frío del lubricante me hizo estremecer.
Apoyó su polla en mi entrada y mi culo la engulló entera prodigiosamente. Al principio se movía despacito, muy lento, haciéndome sentir su verga rozándome. Es una sensación extraña. No me dolía pero es algo incómodo en ese primer momento. Luego mi cuerpo empiezó a responder a esa dinámica hundiéndose en ella, sintiendo oleadas diáfanas de placer con cada embestida. Cada vez que empujaba dentro de mí algo sumamente gustoso me contraía por dentro. Y quería más. Más contracciones, más gusto, más de él, más polla, más líquido, más pulsaciones, - Más, corazón, dame más, más, dame tu leche, así, mmmm, más, dámelo todo cabronazo -.
Sus manazas parecían moldearme como si fuera plastilina, se cerraban contra mi cintura haciéndome subir y bajar por su polla en un espléndido tiovivo. Mis tetas brincaban con su impulso, mi piernas temblaban y mis brazos y mis manos se abrazaban a las suyas. Un calor enorme me poseyó en ese momento. Ambos recogidos en un abrazo, ensartados por el deseo. No puedo decir si me corrí en un orgasmo prolongado o en varios seguidos, si fue descomunal o un placer difuminado, no lo sé. Estaba hundida en ese placer. Absorbida por ese calor y el contacto de esa polla, ese hombre, esa fuerza. Estaba suspendida en algo indefinible, inabarcable, inenarrable. Calor. Solo eso y todo eso.
A veces me pregunto que es lo que hace que el placer del sexo realmente lo sea. Si es algo que nos dan o que nos damos. No lo sé. Es una incógnita. Es misterioso, profundo, mágico. Quizá por eso recuerdo esto ahora, mientras amanece, otro día, otra posibilidad, y las nubes son taladradas por la luz. Y la luz vence a la oscuridad y yo le doy vueltas a mi café frío…y caliente.
Y agradezco no tener ninguna certeza…

lunes, 8 de julio de 2013

40º




Me gusta la voz desgarrada de Bessie Smith, esa cadencia tortuosa que se desploma hacia un vacío insano y continuo. La vida hoy me parece uno de esos viejos discos de blues, con ese eco desvencijado que evoca el olor a rancio de locales podridos por el relente del Mississipi, o el sonido hueco de los tacones de sus putas sobre las tablas y una tristeza subterránea haciendo temblar las cuerdas vocales de Bessie. Me parece que casi puedo alcanzar el calor de sus orillas y ahogarme en ese ínfimo oxígeno que destila la humedad del ambiente.

Hoy  casi hemos llegado a los 40º y dicen que va a seguir así toda la semana. Menos mal que no iba a haber verano. Eso me reafirma en mis creencias: no creerme nada. Hace quizá demasiado que no leo el periódico ni escucho las noticias, pero no por eso estoy menos desinformada que cualquiera que lo haga. La verdad es que el mundo ha dejado de importarme en la misma medida que yo he dejado de importarle  él.  La verdad es que el mundo no tiene ni puta idea del mundo.

El aire zumba sobre las aspas del ventilador y agita todos los fantasmas de mi casa. Tú eres uno de ellos. Has pasado por mi cama como un espectro más de los que vienen a menudo a torturarme , como un sueño soñado por el ansia de mi coño. Estoy empezando a cansarme de contar las mismas maravillosas historias. No dejo de preguntarme si hay algo brillante o metafísico en un grito, en un escalofrío, en una respiración entrecortada. Quizá solo a veces.

Te sueño para acordarme más de ti, para revivir esa pequeña felicidad de sentir tus labios en cada una de mis vértebras, te sueño para volver a tener tus dedos explorando algo aún más íntimo que el misterioso y flácido fondo de mi sexo. Sé que me observas con la misma curiosidad con que un niño desmonta las patas de un insecto mientras tocas mi secreto ardor . Este calor me está volviendo loca. No soy capaz de enfocar, de contar nada coherente. Al fondo del pasillo mi casera aporrea la puerta de su hijo treinteañero, le insulta, la muy subnormal le llama hijodeputa, me resultaría satírico si no fuera tan molesto. Mi maldición es esta mierda de locura ajena que tengo que tragar a diario, es este rastro de babosa dolorosa, este hedor a Belcebú, esta manía mía de querer seguir siendo en este jodida casa de tarados.

No, hoy no tengo ganas de contar como follan las diosas. Hoy hace calor y por más que te busco con mis dedos exprimiendo el zumo de mi sexo, no encuentro más que una nostalgia de ti y la promesa de reventarme en la boca como un orgasmo que subiera desde mi coño hasta el centro de mi pecho. Te echo de menos, la voz rota de Bessie me recuerda que hay que apurar el vaso. La felicidad es solo la búsqueda de una promesa y el recuerdo de todos aquellos a quienes hallamos en esa ruta. Te desdibujas en mi memoria como un fragmento más de esa mínima alegría. El calor me devuelve a la realidad. Esa maldita vieja cada vez grita más alto.

Cierro los ojos y me follas despacito en el agua fresca de alguna playa del Báltico. Aprecio la presión de tus dedos dibujando el contorno de mi culo. Tu polla me parece un pez que explore con cautela la profunda oscuridad de su gruta. Me alcanza y burbujea dentro de mí. Te adoro. Muerdes mis pezones con los labios, tu lengua sale y humecta la aureola, los mueves con la lengua, se aviva tu polla mientras se mueve dentro de mí. Hay un chapoteo alegre que hace bailar el agua, mi lengua discurre por tus labios y nuestro abrazo jamás fue tan estrecho. Apretarte es contener la sacudida de mi carne. Me muevo en torno a ti trazando círculos en torno a tu rabo, el agua favorece el movimiento. Te siento encabronado y rendido. Me gimes tu orgasmo al oído. Desaparezco.

El ventilador sigue zumbando con su inmutable mecánica. Por mis piernas discurre el temblor de mi acuosa mentira. Quizá sea cierto que la masturbación sea un pecado… de omisión. La vieja se ha callado. Por debajo de la puerta discurre el calor como un denso charco de sangre.


lunes, 15 de abril de 2013

SI CIERRO LA PUERTA





Hay cosas por todas partes. Viejas revistas de patrones, octavillas religiosas, trozos de papel donde han ido apuntando cosas para no olvidarse de tareas apuntadas en otros papeles, maletas viejas, figuritas pegadas con cola, floreros de cristal, de cerámica, un sesentero teléfono rojo, enjambres de bolsas suficientes para acabar con todos los delfines del planeta, archivadores vacíos, llenos, con papeles ordenados y desordenados, sobres y sobres con fotos, álbumes de fotos estropeados, vasos con lápices sin punta o bolígrafos sin tinta, maletines con tuercas y tornillos, taladros, cajas de plástico con gomas, estampillas de la Virgen Inmaculada Concepción, libretas de espiral, rotuladores, más fotos, un rosario, algún cuadernillo rubio...  Su cabeza está igual que su casa: cosas por todas partes. Y luego se pasa todo el día quejándose y amenazándonos por todo ese desorden.  Me angustia preguntarme si hay un gen que determine todo este sin dios. Él me dice que aquí solo hay una cosa que hacer: huirrrr. Y lo dice resaltando la i, haciendo una inflexión con la voz, como un estruendo, una voz de Dios. – “Ponte los cascos y un cerrojo en la puerta. Tienes que cerrar la puerta”- Y ese “tienes” es más un consejo de “Neuróticos para dummies” que una obligación en sí.

Trato con la tristeza a diario. Soy una persona alegre, así que no necesito hacer grandes esfuerzos para mantener el tipo. Pero dentro de mí vive un alien que me está devorando desde dentro. Es una tristeza torpe y muda pero tremendamente efectiva, me va robando cada noche las ilusiones, las ganas, los deseos, los sueños… Así que finjo que no la siento, me empastillo, miro para otro lado, trabajo como si no hubiera mañana y me prometo a mí misma el cielo prometido que mis creencias me han negado.

Pero nada funciona. Nada salvo él. Él aferrado a mis piernas succionándome la pena desde el coño. Llevándome a un verdadero paraíso, a uno de verdad,  a uno donde solo existimos ambos y el placer de gozarnos y darnos placer. Hay escasísimas ocasiones donde recibir es dar y dar es recibir, uno se alimenta en lo que da, goza de ello y el otro se entrega en su placer, en lo que recibe, que te estén comiendo el coño o la polla es un mero accidente de lo que realmente ocurre. Esa conexión entre dos seres es el único cielo que conozco, y probablemente el único edén que encontraré.

Le echo de menos terriblemente. Espero que al menos a él le merezca la pena, de verdad que sí lo espero. Así que le recuerdo llegando a mi casa, con mi faldita y mis ligueros, le recuerdo besándome entera. Le evoco sobre mi cama embadurnándome de aceite y haciéndome masaje por todos los rincones de mi cuerpo. Le añoro cuando cierro los ojos y me veo en el borde de la cama y él sacándome orgasmos a golpe de cadera, a cuatro patas, como una verdadera golfa, susurrando su nombre entre jadeos. Le echo de menos en su cama besándome despacito la espalda, recreándose en ella como si mi columna fuera kilométrica y sus besos no pudieran gastarse jamás, inventando caricias para mí con sus labios, recorriendo cada vértebra como si fuera un lugar donde deleitarse, donde estremecerme, alcanzando mi culo, poderosamente cariñoso, provechosamente cerdo, mordiendo mis nalgas y perdiéndose definitivo hacia mi coño.

 Le evoco en mi cuerpo hundiéndose en él profundamente, clavándose en mi sexo, saliendo de él, volviendo a penetrarme; añoro su polla suavísima entrando despacio a través de mis labios, impregnando mi coño de fluidos, de los suyos, sintiéndome en él y con él, perdiendo la noción del tiempo mientras me agarra las caderas o vuelve a besarme la espalda. Todo en él es ternura. Una ternura insólita y sedante, que me devuelve la esperanza, una ternura envolvente con la que consigue abrazarme y hacerme sentir una Diosa.

Le añoro devorando mi sexo a besos y lametones, lento, minucioso, como si me coño fuera una caja de caudales cuyo mecanismo solo él entendiera, y escucha sus sonidos y el modo en que se abre. Extraño su lengua girando alrededor de mi clítoris o acariciándolo suavemente con la punta haciéndome temblar por dentro. Le recuerdo enganchado a mis piernas e introduciendo su lengua en mi agujero, bordeándolo, sorbiéndome como a un helado mientras mi cuerpo se sacude de un placer irradiado desde mi coño, y mi coño produce un dulce y mágico chapoteo de lengua, saliva y sexo.

Sueño con su polla en mi boca, discurriendo sobre mi lengua naturalmente, prodigiosamente, alanzando mi garganta y adquiriendo más volumen entre mis labios, evoco sus gemidos y el modo en que se arquea y pide follarme y se estremece. Mi boca sigue sujetando sus venas con firmeza mientras mi lengua se mueve ondulante y sicalíptica en su frenillo. Mi mano sujeta sus cojones, tira de ellos suavemente y los invoco espumantes y cálidos. Revivo la sensación de estar flotando en un mar de lujuria y cariño donde mi única voluntad es su placer y mi único fin sentirme con él en el goce sublime de hallarnos, de reconocernos en nuestra animalidad y nuestra alegría.

Y repaso todos estos momentos, si cierro la puerta, y detrás de ella me embriago en la voluptuosidad con que le recuerdo, mi pena se cierra, mi coño se abre, dejo paso a todo cuanto tenemos y espero que tengamos, a nuestro placer, nuestra entrega, a la delicia de compartirnos y espero, solo espero, que volvamos a encontrarnos.


lunes, 25 de marzo de 2013

MOJADA





Llega empapado. Ha estado lloviendo toda la tarde. Llega de correr. Suda. Es superior a mí, un tío sudando me pierde, me pierde... Se acerca hasta a mí casi jadeando y al entrar me encierra con sus brazos entre el mueble de la entrada. Bajo la mirada. Me besa despacito.

- Sabes que odio verte triste, venga va, sonríeme un poquito.

Fuerzo una sonrisa, le beso. Me abraza.

- No, así no – Me hace cosquillas, me río a carcajadas, le suplico que me suelte. Me duelen las cosquillas y me ponen de muy mala hostia…

Para y me vuelve a abrazar. Me besa, me besa otra vez, mete su lengua en mi boca, siento un pinchazo en la parte baja de mi espalda. No deja de abrazarme y de besarme. Me mece en sus brazos. Moja mi ropa por fuera. Vuelve a besarme, me araña con la barba, moja mi ropa por dentro. Siento que me voy escurriendo en sus besos. Me morrea, me licua, me bebe.

Me quita la ropa, me muerde el cuello, pellizca mis pezones, siento sus dedos calientes aferrándose a ellos, retorciéndolos delicadamente y me siento caer en eso que asciende por mis venas. La respiración se va espesando en mi traquea. Me agarra fuerte, me da la vuelta, me apoya contra la cómoda, de pie, me abre las piernas, baja mis bragas por encima de mis rodillas. Tiemblo. Voy a decir algo pero me da un azote para que me calle. “Cabrón” – pienso. Me sonrío. Desde luego sabe cómo animarme.

Me besa el culo, me lo llena de besos, de muchísimos besos. Lo lame, lo aprieta. Me pone cachondísima. Lo muerde despacito. Arrastra su lengua como una babosa por él, sus manazas agarrando mis cachas y su boca hundiéndose en mi culo. Lo lame y me lo abre con sus manazas, sopla sobre él y yo me siento como una esponja a quien le estuvieran apretando los poros. Su lengua se desliza amorosamente en mi culo, me lo folla, me vuelve loca. Me pone tan guarra que sería capaz de cualquier cosa. Me entran ganas de gritar pero no lo hago. Solo dejo que mis gemidos salgan de mi boca como si fuera uno de esos cacharritos de hacer pompas de jabón. Quiero que me folle, que me rellene el coño, que me rompa el culo, le deseo, quiero sentir su rabo penetrándome, y su fuerza dentro de mí, lo necesito, lo quiero ya.

- Diosss, no puedo más, fóllame, por favor, por favor – le suplico

Se detiene un momento, hace un silencio, todo se para, su boca, mi culo, mi respiración, su saliva, la sangre, todo. Me impaciento, quiero más, quiero esta tensión al límite, al límite de él, de mí. Me pongo brusca, mandona, y una voz maciza e hijoputera sale de mi boca de sopetón:

- Venga, déjate de jueguecitos y fóllame. Fóllame ya, ahora.- Y ese “ahora” sacude el aire.

Se ríe. El muy cabrón se ríe. Saca su polla, la pasa por mi culo… Ufff es una delicia sentir su capullo ardiendo y húmedo entre mis cachas. Sentir su dureza, su excitación…

- ¿Quieres que te pete el culito? ¿Sí? Estás caliente como una perra ¿eh? Bueno que sepas que me encanta sentir tu culo apretándome la polla – Me besa amorosamente el cuello. Vuelve a pellizcarme los pezones. Y haces de luz recorren mi columna. Mientras me habla, ante mi sorpresa, me sube las bragas. Me coloca la ropa, la atusa, me sigue besando… - Mmmmm eres incorregible mi pequeña zorrita mmmmm jajajaja – El muy cabrón se ríe de mí… - Sí, creo que te prefiero así, cabreada y muy cachonda. Te dejo, preciosa, te vengo a buscar a las once ¿crees que para entonces estarás lo bastante…mojada?


domingo, 13 de enero de 2013

LA CAJA

Estuvo lloviendo todo el día, quizá por eso el aire me parecía de ceniza. La tristeza implícita del agua se mezcló con la melancolía que últimamente tengo de la lluvia, de esa lluvia mía tan detestada, tan macilenta y tan constante que ahora me llevaba a la nostalgia, de esos paisajes míos rubricados por la humedad y la saudade.
Llegué a casa empapada y helada. Me cambié de ropa, me sequé el pelo y me hice un café, y al sentarme en el sofá reparé en una caja que había sobre la mesa con un sobre pegado y mi nombre en el sobre. No tenía ni idea de cómo había llegado hasta allí o quién la había traído, supuse que la había recogido mi hermana por la mañana. Abrí el sobre con la sensación de caminar por un pasillo desconocido, con cierto temor y cierta ilusión y comencé a leer:

“Hola mi niña, permíteme que te llame “mi niña” puesto que  lo largo de varios meses te has convertido para mí en mi inspiración erótica. Te descubrí a través de una amiga que me recomendó tu blog y me quedé prendado de tus letras y de tu sexualidad, realmente emanas una sensualidad inmensa y cautivadora, como si estuvieras hecha a la medida de mis fantasías, por eso para mí eres “la niña mala” en el buen sentido, en el mejor, y si no te molesta prefiero no saber tu nombre y llamarte simplemente “mi niña”. Por tu página sé que te gusta que te desnuden lentamente, que te quiten despacito las braguitas o que te vuelven loca los besos en la nuca (sí, te he leído atentamente), te supongo una mujer fuerte pero sensible, lo bastante culta para escribir como lo haces y lo suficiente valiente para hablar abiertamente de sus fantasías sexuales. Tus letras son delicadas pero auténticas y detrás de ellas intuyo a la verdadera mujer que late en ellas.
Quiero proponerte algo, quizá me taches de loco, pero creo que es un juego que podría gustarte porque a través de tus cuentos sé que te gustan los juguetes eróticos y los juegos en general.
Si abres la caja que te he enviado descubrirás dentro uno de los nuevos juguetes de Lelo (espero que esté a la altura de tu capacidad), es un regalo para ti independientemente de que aceptes o no mi propuesta.
Si decides aceptar mi juego esto es lo que quiero que hagas: dentro de la caja hay apuntada una dirección, me gustaría que te pusieras guapa para mí y fueras hasta allí esta misma noche, siguieras las instrucciones que también hay apuntadas dentro y me siguieras el juego. Yo solo miraré, en ningún momento te tocaré ni haré nada que tú no quieras que haga pero sí deberás seguir lo que yo disponga.
Supongo que puedes llegar a pensar de todo, no soy un loco ni un asesino en serie, pero en cualquier caso, como tú bien sabes, la incertidumbre es parte del juego.”

Eché la carta a un lado y abrí la caja. Efectivamente dentro había un juguete en color naranja con un diseño estilo conejito con un apéndice para el clítoris pero era más grande que otros que hubiera probado, en la caja de Lelo se leía Ina 2. Era tan suave como el otro vibrador pero además recargable lo cual era un añadido muy interesante. Le dí al botón de encender por la curiosidad de la fuerza del motor  y al notar la vibración me entraron unas feroces ganas de probarlo (no pude dejar de pensar que por la fuerza con que vibraba el cacharro seguro que valdría también para un masaje de espalda) Me sorprendió que apenas hacía ruido. Me sonreí. Sí. Me chiflan los juguetes. Pero tenía razón: Me pierden los juegos.
En unos pocos segundos pasaron por mi mente amenazadoras imágenes de sádicos y criminales crueles, pero al mismo tiempo me provocaba evocar al placer flotando en un cuartito…



Leí sus instrucciones y apunté la dirección. Cuando llegué a la habitación él ya estaba allí. Me hablo con una voz pausada y profunda desde la penumbra. Sí que debió de leerme atentamente porque venía con traje.

-         Siéntate por favor – me dijo mientras le daba una calada pausadamente a su cigarrillo - ¿te molesta que fume?
-         Yo no fumo, pero haz lo que quieras – apago el cigarro

Mientras el humo flotaba lánguido sobre las sombras me senté nerviosa en el borde de la cama.

-         ¿Has traído lo que te compré? – me dijo suavemente, como en un susurro, casi parecía que temiera poder molestarme, asustarme o algo así. En ese momento le adoré, su voz me dejó atónita. A él apenas si podía verle con claridad, pero su voz era gutural y suave, grave, armónica, profunda, con el peso suficiente y el tono adecuado para hacerme sentir a salvo… me sentí tan turbada que tan solo fui capaz de asentir con la cabeza.
-         Muy bien – sonrió - ¿y has traído algo más?

Entonces metí la mano en mi bolso y saqué un estuche donde había guardado mis juguetes. Dispuse sobre la cama algunos de los juguetes que me gustan, un tubo con lubricante, un dildo anal, el Kaya que me habían regalado meses atrás, unas bolas chinas, una pluma, una esponja, una venda para los ojos y el juguete que había venido en la caja. Yo también me sonreí:

-         Parece una mesa de pornocirujano
-         Jajaaja ¿sí, verdad? ¿Podrías ponerte la venda?

Me puse la venda sobre los ojos y al taparlos sentí un olor extraño y almizclado.

-         ¿A qué huele? – le pregunté
-         A ti. Bueno, aceptaste venir y cumplir con lo que yo te proponga, si en algún momento            quieres parar dímelo y pararemos ¿de acuerdo?

Volví a asentir con la cabeza.

-       ¿Te gustaría desnudarte?

Sin llegar a decir nada, me levanté. Comencé a desabotonarme la blusa. 

-        Despacito “mi niña”, así, acércate – Sentí sus dedos aflojando el botón de mi falda y sentí  un nudo bajo el esternón cuando oí cómo bajaba la cremallera. Deslizó lentamente la falda hacia mis piernas apenas sin tocarme - muy bien, veo que has hecho lo que te pedí, no traes braguitas… bien, agáchate, así, abre tu culo, así “mi niña” mmmmmmmm, es delicioso verte así, tan cerca… y sé que a ti también te gusta.

Claro que me gustaba, me estaba volviendo loca, ni siquiera sabía quien era aquel tío, como estaba en penumbra no había podido más que intuir su silueta, entrever apenas que venía con un traje, pero poco más, y allí estaba exponiendo mi culo y mi coño a un perfecto desconocido, poniéndome más y más cachonda y no deseaba más que me pidiera cada vez más guarrerías…

-         Túmbate en la cama boca arriba, vamos a probar tus juguetes. Coge el rosa, chúpalo, asíi mmmm que guarra eres, lámelo bien, así, ponlo en marcha, pásatelo por las tetas.

El vibrador zumbaba sobre mi piel como una abeja obrera concienzuda y segura de su trabajo. Lo pasé levemente por mis pezones y mi coño se constreñía rítmicamente deseando una polla dentro.

-         Pásalo por tus muslos, así, ¿te gusta, mi niña? ¿sí? A mí también. Ahora abre bien las piernas y mételo un poquito, pero solo un poquito ¿de acuerdo?

Metí el vibrador en mi coño y el pequeño apéndice que tenía vibraba sobre mi clítoris como una jodida lengua automática, sentí ganas de correrme y aspire profundo.

-         Uhhhh veo que sí te gusta mucho ehh, bueno sácalo y date la vuelta. Mmmm me encanta tu culo, mi niña, tienes un culo precioso, para comérselo. Pero no, tranquila, te dije que no te tocaría, a menos que tú me lo pidas. Coge el lubricante y úntalo en tu ano. Mete un dedo. Así, mételo y sácalo. ¿Rico eh?

¿Rico? Era delicioso. Todo. La postura en la que me mantenía expuesta ante él, el tacto del lubricante, mi dedo deslizándose y produciéndome un placer que no por conocido deja de resultarme diferente, la situación… Sí, era realmente un juego exquisito.

-         Estás bien cachonda ehh, no te imaginas cuánto me gusta.

Oí desde donde estaba como se desabrochaba la bragueta, sacaba su polla y comenzaba a meneársela frente a mí, despacio, sin ninguna prisa porque aquel juego acabara.

-         Bien coge el dildo anal y métetelo. Mmmmuy bien, mi niña, despacito, eso es, no quiero que te hagas daño – oí como casi jadeaba al decírmelo – déjalo ahí y ahora coge las bolas chinas y mételas también. Aaaasíii, mmuy bien, despacito, la primera y ahora la otra…

Me sentía más llena de guarrería que de bolas o dildo, me sentía a punto de estallar como si fuera un globo lleno de un gas que expandiera mi cerdez.

-         Y ahora has de sacarlas muy lentamente, quiero que esas bolas se deslicen por los bordes de tu coño tan despacio que me duela.

Fui sacándolas tan lento como pude. Cada bola se deslizó fuera de mi coño y yo solo sentía unas ganas de correrme inmensas, pero las aguantaba solo por saber qué más llegaba. Me pidió que volviera a meterlas y sacarlas con la misma lentitud. Luego hice exactamente lo mismo con el dildo cuando me lo pidió y volví a sentir algo similar.

-         Ahora quiero que te abras bien de piernas porque vamos a probar el Ina 2.

Al oírlo recordé el tacto y la potente vibración del juguete. Lo alcancé y lo metí directamente en mi coño que lo acogió con ansia. Sentía vibrar todo mi coño. Era una sensación perturbadoramente placentera, placenteramente morbosa. Sabía que él no dejaba de observar como me iba introduciendo en mi cuerpo cuanto a él se le antojaba y yo seguía sus instrucciones como una muñeca destinada a eso, solo que me hacía sentir  irremediablemente lúbrica, desatada, cachonda, febril.

-         Creo que te está gustando todo esto ¿verdad, mi niña? Mmm no sabes cuánto me gusta a mí, de verdad que no puedes hacerte una idea. Me estoy pajeando como un mono ¿quieres notarlo?

Se acercó a mí y puso su polla a dos milímetros de mi cara. Al no poder ver nada las sensaciones eran más intensas. El olor de su rabo me llegó enseguida y en poco tiempo advertí también su calor, abrí la boca deseando que la pasara por mis labios pero no llegó hacerlo.

-         No no, creo que hoy ni siquiera te tocaré, quizá otro día.

En ese momento me sentí irritada porque realmente deseaba su polla tiesa toda para mí y que me negara ese placer me pareció fugazmente injusto. Pero el vibrador seguía en mi coño, con una fuerza impúdica, con su apéndice aporreándome de placer el clítoris. Necesitaba correrme.

-         Date la vuelta otra vez y sujeta el vibra, aunque no creo que se caiga porque tu coño lo tiene bien agarrado jajajaja

Me sentí abochornada, pero me sonreí porque tenía razón, mi sexo tenía bien apresado aquel jodido cacharro y no estaba dispuesto a soltarlo Me di la vuelta a duras penas, me hizo agacharme un poco más y levantar el culo. Pensé que me metería otra vez el dildo, pero en lugar de eso sentí un hormigueo en la espalda. Me estaba haciendo cosquillas con la pluma e iba bajando hacia mi culo.

-         Mmmmm que ganas me dan de lamerte ese culazo, mi niña, sigue moviendo un poco el vibrador, así, así, mete, saca, mete saca ¿te gusta? Siii, ya lo creo que te gusta preciosa. –

Siguió trazando caricias con la pluma hacia mi culo. Mientras el vibrador me batía literalmente el coño él me hacía cosquillas con la pluma en el ano. Y mientras hacía esto una y otra vez me soltó:

-         Y ahora, mi niña, estoy seguro de que te vas a correr.

Paró un momento, apenas unos segundos. Yo también paré, expectante, con todos mis sentidos puestos en lo que él haría o mandaría a continuación. Y entonces noté gotas de saliva sobre mi ano, la noté escurriéndose por mi piel como una babosa  y luego advertí como soplaba sobre él, sin tocarme, pero alcanzándome absolutamente con su juego, sentí que mi culo se retorcía y expandía al mismo tiempo, volví a sentir un cosquilleo y el vibrador seguía amasándome el coño y el clítoris. Todo mi sexo y mi culo temblaban de gusto. Y entonces sí, estallé.

Abrí la boca para poder expulsar mi orgasmo como un demonio que se me hubiera metido dentro, pero todo lo que conseguí fue exhalar un gemido prolongado y mudo mientras me temblaba todo el cuerpo con fuerza. Fue un orgasmo extraordinariamente largo e intenso. El placer ascendió desde mi coño y mi culo hasta las caderas y de ahí a mi columna y mi cabeza. Hubo un momento en que solo sentía un agradecimiento inmenso por aquel hombre desconocido que ni siquiera me había tocado. Mi respiración fue recomponiéndose a pedazos y se fue haciendo más pausada. Caí boca abajo, rendida, exhausta, feliz, saqué el vibrador de mi sexo y lo apagué.

Ni siquiera sé si él se corrió o no, yo por lo menos no le oí. Me dio un beso en la mejilla muy dulce.

- Eres una mujer increíble – y pausadamente se fue sin hacer ruido.

domingo, 12 de agosto de 2012

LUMINISCENCIA





Me miro en el espejo y siento que me desdibujo para verme más claramente. No dejo de preguntarme cuántas partes de mí ya me he arrancado, de cuantos atuendos inútiles me he despojado, y en cambio, no deja de ser contradictorio que haya luchado tanto por ser yo misma y aún así siga perdida. Es cierto que mola mucho más ser uno mismo, pero joder, cuánto duele hallarse. Lo he dejado todo atrás y me he puesto delante de todos mis demonios. Con dos cojones. Pero sé que hay algo con lo que indiscutiblemente he de encontrarme de un modo u otro: mi extraordinaria luz.

No dejo de disfrutarme en todo, y no deja de ser paradójico que vaya encontrando nuevas sensaciones en esta ciudad que me parecía carente de sensualidad. Quizá el olor de la tierra o la brisa del mar no es lo único cargado de goce. Quizá por eso no dejo de buscarme en todo, en lo que miro, en lo que pienso, en lo que siento. La luz de Madrid me parece distinta según el día, he descubierto que cuando amanezco  hay un pájaro cuyo canto no reconozco, quizá esté empezando ya el otoño, secretamente,  quizá todo venga avisando y no nos damos cuenta hasta que es tarde.

En cualquier caso siempre he confiado en mi intuición, en esa forma de saber lo que conviene con la velocidad con que se chasquea los dedos. Quizá por eso quiero correr hacia mis deseos más ocultos,  llegar hasta este hombre, dejarme vendar los ojos y  dejarme llevar hasta donde desee (yo, él)

Estamos ambos sentados frente a frente, me mira desde sus ojos negros y me sonríe, y yo no dejo de imaginarme sobre sus rodillas como una niña mala que espera. No sé bien qué. O quizá sí. Pero espero. Hablamos de nosotros. Porque se hable de lo que se hable uno siempre habla de sí mismo, de lo que ha vivido, de lo que le gustaría haber tenido, de lo que sueña con ser o tener… Mientras charlamos el aire del ventilador me acaricia suavemente las piernas. Él me toca el brazo con naturalidad y naturalmente mi imaginación se va a algún rincón para vivir por su cuenta mientras mi consciencia tiene una vida  paralela. Mi yo consciente sigue hablando con él tratando de no perder el hilo y mi yo inconsciente, sutil, divertido, juguetón, se va a un cuartito con él.

Hablamos de sexo y de amor, hablamos de fantasías y spank, hablamos de amistad y desamor, de esto, de lo otro, de amantes, de amados, de parejas, de encuentros y desencuentros… Mientras, mi niña mala se acerca tímidamente a él y pretende besarle furtivamente los labios. Él la detiene y la sujeta por la muñeca. La mira despacio y muy hondo, la trae hacia él y le acaricia la mejilla con un gesto de prepotencia. Ella trata de sonreír pero se siente turbada y excitada. Siente su corazón dando saltitos débilmente dentro de su pecho, algo grita dentro de ella pero aún no sabe qué.

Él la agarra por la muñeca y la sienta sobre sus rodillas. La huele aspirándola como si fuera una flor y ella siente como él captura su aroma aspirándolo como si le estuviese sorbiendo la sangre. Le acaricia las piernas, mete la mano entre los muslos, los aprieta y yo siento un alien golpeando en mis entrañas. Tira de ella y le da la vuelta tumbándola sobre sus piernas, piensa en sujetarla pero no lo hace. Ella suplica secretamente que lo haga. Acaricia su culo, lo aprieta. Parece un ritual, y lo es y no lo es. La mano de él se adentra debajo de la falda y palpa la suavidad de sus muslos, la acaricia, la desea. Un dedo se cuela debajo de las bragas, roza su rajita. La niña mala se muerde el labio y suplica en silencio, suplica y desea, desea, desea. Los dedos de él hurgan en su coño, se deslizan en la humedad de su agujero, pellizcan, manosean y ella siente el vicio moviéndose entre sus piernas. Entonces él se detiene. Saca la mano.

Y como si de repente se parasen todos los relojes del mundo siente una palmada en su culo. Su columna se retuerce de gusto. Luego van cayendo el resto. Un azote, otro, otro, otro, otro, otro…siente como sus nalgas se enrojecen y su cabeza se va sumiendo más y más en otro plano de realidad, quizá en algún lugar entre la consciencia y el deseo. Sí…quiere más (soy una niña avariciosa y ansiosa…)

Oigo el ruido de la calle, pasa gente riendo y una moto hace crujir mi irrealidad…parpadeo y mis pestañas parecen llevarme lejos, a mi íntimo universo, a ese cuartito donde  él me azota y me soba el culo, donde me arde la piel y las ganas, donde deseo más azotes y que me follen como nunca…

Me sube la falda y deja expuestas mis bragas rojas con lacitos. Pasa sus excelentes manos por mi culazo. Temo el próximo golpe y lo ambiciono. Él continúa con su ritual. Zas, zas, zas, zas y su mano aplasta mis nalgas con la eficacia de un martillo pilón. Zas, zas, zas, y cada vez más mi corazón se anuda en mi garganta, y cada vez más mi cuerpo tiembla y se retuerce de gozo, de ganas, de él, de mí, de un pacto único y numinoso.

Baja mis bragas dejándomelas por los muslos. Siento un deseo irreprimible de contraerme toda. Aprieto mi cuerpo y siento escalofríos. Tan pronto azota como acaricia, siento el ardor en la piel y el calor confiable de sus manos.  Introduce sus dedos en mi sexo, me besa el culo, me lo abre, lo lubrica, hurga en él, suave, deliciosamente lento. Y luego vuelve a azotarlo para llevarme a un estado de paroxismo donde mis sensaciones se confunden con las suyas…

Mientras mi cuerpo arde escucho mis propios jadeos enredándose con las sábanas, mi boca babea mis gemidos, tiemblo y también escucho el deseo de él a través de su respiración. Su polla está tan dura que parece que vaya a clavármela  en el vientre y no he deseado nunca tanto que me follen. Mi coño es una poza inefable de impudicia y él puede notarlo en sus dedos…

Ambos exhalamos nuestra excitación dejando suspendido nuestro tórrido  aliento en el ambiente. Me sujeta nuevamente por el brazo haciéndome una indicación para que me levante.

-         ¿Estas bien? – me pregunta -  Y yo le respondo afirmativamente sonriendo. Tengo las nalgas encendidas e intensamente doloridas y el pelo revuelto.

Me acaricia nuevamente la mejilla pero esta vez como dándome su conformidad. Yo estoy temblando de ganas dentro de mi propio regodeo.

-         ¿No vas a follarme? – le pregunto ingenuamente

Entonces se levanta, algo cruje dentro de mí. Me recuerda que debo ganármelo y que debo escribir lo que me ha encomendado…sus palabras resuenan en mi esternón como una cacofonía cuando dos personas  hablan al mismo tiempo: su “yo” en mi consciencia y en mi inconsciencia. Le observo fascinada y le pregunto que por qué me mira así. Me sonríe como si supiera algo que yo desconozco y me responde que  no me mira de ningún modo.

Vuelvo a casa. Hace tanto bochorno en el metro que hasta el olor alude a la ola de calor, unas gotas escurren por mis corvas, no estoy segura de si es sudor; seguramente mis braguitas rojas destilan los desperdicios de mi lubricidad. El calor del metro adoba mis jugos en un olor deliciosamente acre y dulzón. Sí, me adoro emputecida, con mis bragas húmedas y un temblor de piernas recordándome quien soy…

Observo mi reflejo en el cristal del vagón, mi imagen se desdibuja, me voy borrando partes de mí que no quiero porque sé que soy yo y otra, otra más absoluta, más exacta, más conmovida, más yo. Y sé que antes o después encontraré mi magnífica luminiscencia.


lunes, 21 de mayo de 2012

KAYA





Hace unos días recibí en mi correo una propuesta de LELO,  la reconocida marca de juguetes eróticos, con una invitación para probar uno de sus juguetes de su  nueva línea de juguetes íntimos Picobong. A pesar de que ya uso algunos de los juguetes de LELO, juré que no escribiría ni una sola línea si no quedaba realmente satisfecha.

A los pocos días llegó a  mi casa el juguete KAYA, un conejito vibrador de color rosa, muy suave y ligeramente curvado. Me gustan mucho los juguetes, en general, y me gustan muchísimo los juguetes eróticos, tanto para usarlos sola como acompañada. Bueno, acompañada me gustan aún más porque me da morbazo, tanto que los usen conmigo como que me vean usarlos. Los juguetes eróticos despiertan mi curiosidad en cuanto a las sensaciones físicas que pueden producirme pero también sobre el morbo que llegan a provocarme.

Dejé que KAYA me sedujera, primero jugué con sus formas, lo pasé por mi cuerpo, para comprobar su tersura, me encantó sentirlo sobre mis labios vibrando suavemente, le dí al botón + y se intensificaron sus sacudidas, me gustó comprobar que es silencioso. Entonces comencé a jugar con sus diferentes modos de vibración y me asombró su potencia y su capacidad para estimular combinando distintas vibraciones. Mientras KAYA rugía dentro de mí, su pequeño apéndice rozaba mi clítoris. Cambiaba de modo y entonces la mayor vibración se producía en el clítoris produciéndome escalofríos y calambres de placer hasta la nuca. Experimenté de todos los modos imaginando como miles de ojos me miraban mientras lo probaba… Apreté el + el -, cambié de modo, me retorcía con sus vibraciones, bajaba el ritmo, lo aumentaba y me volví loca de gusto con este inventazo entre las piernas… corriéndome y sintiendo los placeres que puede llegar a producir la tecnología.

Esta noche me bañaré con él porque además de aterciopelado y potente es sumergible…¿quieres jugar con mi conejito?


martes, 16 de febrero de 2010

PLAZA MAYOR



Nos hemos vuelto a encontrar después de dos años.

La última vez que me despedí de él me di la vuelta en la estación de Sol, él se giró al mismo tiempo y nos sonreímos. De alguna manera supe que no volvería a verle en mucho tiempo.

Hay personas que merece la pena conocer aunque sea solo por la alegría que te hacen sentir. Alegría de vivir. Con él me reía muchísimo, pero sobre todo tenía esa sensación todo el tiempo de sentirme viva. Y es que la especialidad de J. era conseguir que me sintiera maravillosamente bien en mi pellejo.

No me olvidaré nunca de las caras de tonto que me estuvo poniendo mientras terminaba de arreglar sus asuntos por teléfono, ni las cañas que nos tomamos en la plaza mientras la luz comprimida de Madrid impactaba en mis ojos, ni lo ocurrente que estaba él después de aquellas cañas o lo cachonda que me puso con dos o tres miradas que no dejaban duda de cuánto deseaba morderme. Porque otra cosa no, pero me tenía encendida todo el tiempo. Recuerdo detalles pequeños como su mano agarrándome los muslos, palpándome por encima de la ropa, o su manera de llamarme siempre princesina. Nunca me olvidaré de cómo me recitó a Chinato entre jadeos como una complicidad nuestra, ni de la precisión de sus manos agarrándome desde atrás. No podría.

Aquel verano se escurrió deprisa, al tiempo que hablamos de nosotros y nos contábamos la vida, nos reíamos y nos hacíamos el amor. Follábamos como animales en aquel cuartito, mientras el sol nos hacía sudar vicio y subíamos y bajábamos en aquel ascensor pequeño y rancio de aquel hostal rancio y pequeño en la Plaza Mayor…

J. tenía algo dentro que a mí me costaba asimilar. O lo que es peor, tenía ese algo que conozco tan bien, y que tantas veces detesto, pero que no me queda más remedio que aceptar. Lo he visto en muchos cuartos después de follar, mientras trepa algo extraño en el silencio, puede que sea esa forma de desacoplarse después del sexo, esa manera de volver cada uno a lo suyo. No hablo de la sensación de sentirse solo, sino de esa especie de maldición humana de ser solo. La gente se siente jodidamente sola y a veces parece que folla solamente para paliar esa soledad. Pero jamás aprenden a estar a solas. Y eso sí me hace sentirme un poco triste. Como si yo no mereciera ese secreto. Pero bueno, salvo ese paréntesis, hay que reconocerle a J. que supo sacarle mucha vida a este cuerpo mío.

Si soy sincera creo que es el hombre que mejor me ha follado nunca. Era incansable. Pero no en vigor, que también. Los hombres de campo tienen esa energía animal a la que no llegan otros tíos por mucho que se curren el gimnasio. No es algo físico. Es más bien esa lucha instintiva, natural, salvaje contra los elementos, da igual que sea el viento, el agua o una mujer caliente. Y por otro lado esa forma de ser abierto con todo, de permitir que el destino lo colmara de sorpresas, de cosas buenas (o malas) que también me alcanzarían. Creo que sí, que era sobre todo eso. Esa manera suya, tan normal, de dejar que las cosas, sencillamente, pasaran, como dejar al río ser río, o dejar a la sangre ser sangre... Todavía olía a olivos y a tierra. Y ese energía agreste se le notaba en la tensión de los brazos cuando se apoyaba para follarme a saco, o en esa forma de moverse sobre mí sujetándome fuerte, dorado, invencible… “y yo no he muerto, me alegro de la lluvia, y me alegro del viento, y si tengo frío me caliento, si tengo miedo, ¡que no lo tengo! Susurro y pienso, y para mañana ya tengo mi pequeña ración de esperanza…”

Y ahora volvía a tenerle frente a frente. Le sentía algo triste pero arrebatado. Muy puto. Me cogió por las manos y me acercó a él frotándose contra mí, besándome, oliéndome, tocándome, respirándome. J es un puto perro. Amor perro. Cuando el ascensor llegó arriba apretó el botón para volver a bajar. Me abrió la blusa con una destreza increíble y me sacó las tetas por fuera. – Mmmmm princesina, no te imaginas cuánto las he echado de menos…te has acordao tú de mí?

Al entrar al cuarto prácticamente nos devoramos. Puede que por el tiempo que hacía que no estábamos juntos. Yo creo que la piel tiene un recuerdo. Un recuerdo impreciso pero ansioso.
Me tiró literalmente en la cama y se echó sobre mí con todas las putas ganas del mundo, arrancándome la ropa con ímpetu, prácticamente mordiéndome, violento, arrebatado, muy cerdo. Me puso a cuatro patas y me perforó de una sola embestida. El calor que emanaba de su cuerpo me ponía aún más puta. Sentirle tan excitado me incitaba aún más. Su polla, vertical, me atravesaba a un ritmo acelerado. Podía sentirla matándome por dentro, candente, dura, feroz. Mi culo se movía al compás de su hambre y su hambre era mucha. Después del primer orgasmo cayó rendido sobre mí.– Hostias esto no es forma de follar, ¿verdad princesina?

Pero no le contesté. Me quedé quieta, respirando como un pajarito asfixiado por el calor, sintiendo mi coño exudando gusto. Sintiendo a mi coño pidiendo más. Apenas pude decir:

Tengo calor…quiero más… Entonces me dio la vuelta. Me besó muy suave. La luz que entraba por la ventana se enredaba en mis rizos haciéndolos brillar, caía a bocajarro sobre mi piel, él siguió contemplándome, mirándome a los ojos, sonriendo ante la visión de mis tetas, de mi coño depilado, de las gotas de sudor que resbalaban por mi cuello.
 – Tengo calor… y él con esa sonrisa suya, con esa puta sonrisa suya me seguía observando.

Se levantó un momento y al volver traía una toalla empapada. Como mi coño, inundado de desearle, de sentirle, de retorcerme por dentro. Me humedeció toda la piel con la toalla y empezó a soplar sobre mí según me iba mojando, imitando una caricia con el aire que salía de su boca. Me tumbó en la cama y me empapó los labios, el cuello, soplaba, era delicioso sentir esa brisa pequeña, goteó mis pezones que se endurecieron al instante. Abrió delicadamente mis piernas y siguió bañando mis muslos, mis ingles, soplaba y soplaba haciéndome estremecer con cada soplo. Estrujó la toalla dejando caer gotas de agua sobre mi coño ardiendo y consiguió que me respiración comenzara a hacerse dificultosa. – Qué tal, princesina, ¿se te pasa el calor?- me dijo guiñándome un ojo. Yo me retorcía de un gusto ahogado dentro de mi vientre. Algo pulsaba en mi interior como un segundo corazón. Estaba preparada para un segundo asalto. Él también.

Siguió echando gotas de agua sobre mi raja y luego las recogía con la lengua. Empecé a suplicarle. – J. por favor, por favor…necesito…tu polla…fóllame, fóllame ya por lo que más quieras… Entonces él aproximó sus manos a mi cuerpo, pero sin llegar a tocarme, podía sentir el calor que desprendían sus dedos, pero también su respiración fuerte, su lujuria. Recorrió todo mi cuerpo sin tocarme mientras me hablaba y me provocaba más y más

– Tienes ganas de más ¿eh? ya lo creo que sí, mira como estás, como te retuerces, estoy por irme y dejarte así para recordarte así de zorra…¿qué quiere mi princesina eh?- me preguntó sonriendo – Quiero tu polla, cabrón.

Me moría por comerle la polla. Esa polla rotunda e inagotable que tantas veces me había hecho sentir en el paraíso. Esa polla dulce y amorosa que me había sostenido en un cielo concebido para el sexo. Una lujuria dilatada en el tiempo, en nuestros juegos, en un verano efímero y gozoso.

Le comí la polla animalizada, dejándome arrastrar por mi lujuria, permitiendo que su rabo me arrancara gemidos de la boca y me inundara de sus jugos y mi saliva, dejando que me ahogara, que me agarrara del pelo, sintiendo como se estremecía y como me emputecía yo misma. Y él me hablaba y me hablaba mostrándose dominante, tierno, fuerte, suave, excesivo, salvaje, él…

- Vamos, esa es mi chica, así así, cómemela bien zorra, toma, toma…mi niña, mi niña puta, tómala toda, entera princesina, venga, hasta el fondo, así, como noto tu garganta, venga niña, cuídala como tú sabes…

Me sumergió en él, en su cuerpo, en su polla. Me envolvió de él, de sus maneras. Sus ganas, su forma de ser, la fuerza de sus dedos, la suavidad de su polla, el olor metálico de su rabo, flotaban sobre mí. Me penetro el coño con una ternura magnífica, quedándose quieto. Le recuerdo tumbado sobre mí apoyándose sobre las manos, con su polla metida dentro de mí hasta lo más hondo, sus ojos mirándome, subterráneos, quieto, detenido mientras mi coño adoraba su cuerpo, la tensión de sus brazos, su puta sonrisa, su polla atascada en mi agujero.

Quieta, quietaaa, no te muevas – me pidió susurrándome – quiero que me recuerdes siempre así…contrae el coño, que quiero sentirlo, contráelo.

Hice lo que me pidió, y no se movió ni un poco, cerró los ojos; mi coño palpitaba lento al principio sobre su polla húmeda, pero luego quería más y más. Él seguía sin moverse y mi coño se abría y se cerraba el ritmo de mi placer. En esa inmutabilidad las paredes de mi vagina se agolpaban contra su polla. Hasta que empezó a moverse solo, sin necesitar de mi voluntad para seguir su recorrido, mi coño se contraía una y otra vez sintiendo el vigor de J., su calor, su sangre, su dulzura. Me corrí en oleadas prolongadas. Fue un orgasmo marino. Podía sentir mi cuerpo extendiéndose sobre el suyo, yendo y viniendo sobre él. No creo que hubiera una sola célula de mi cuerpo que no le sintiera. Toda mi carne se estremeció en temblores dilatados, toda yo era un gemido. Él se corrió poco después, fue la única vez que alguien gritó mi nombre mientras reventaba de placer de esa manera, entre jadeos ahogados, como si gritara el suyo propio. Sacó su polla de mí y me regó de semen, luego extendió su semen con sus manos desde mi pelvis por mi vientre hasta mis tetas y volvió a soplar sobre mí. Lo hizo en un gesto delicioso y profundamente amoroso. Tanto que hasta me conmovió. Y luego entre susurros me dijo. – Quiero que huelas a mí, a mí, a mí… Lo decía de una manera, con una vitalidad y una alegría que me contagiaba de vida, creo que eso era lo que más me gustaba de J.

Estuvimos mucho más tiempo follando, recordando cosas que habíamos hecho en aquel cuarto o en otros parecidos, riéndonos y charlando de esto y aquello. Luego llegó ese momento de empezar a despedirse. Odio que me den explicaciones, sobre todo cuando no las pido. Le pedí que se callara y que fingiera que volveríamos a vernos en cualquier momento. Así que salimos de la habitación, me acompañó hasta la boca del metro, me besó dulce, despidiéndose casi sin querer, y me sonrió como siempre hacía.

Y luego, desapareció en lo más profundo.